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jueves, 2 de febrero de 2017

María de Candelaria nos está enseñando a llevar a Jesús en nuestros brazos iluminando con su luz las tinieblas del mundo en que vivimos

María de Candelaria nos está enseñando a llevar a Jesús en nuestros brazos iluminando con su luz las tinieblas del mundo en que vivimos

Malaquías 3,1-4; Sal 23; Hebreos 2,14-18; Lucas 2,22-40

Hoy hace cuarenta días que celebramos el nacimiento de Jesús, la Navidad. En un sentido tradicional y popular hoy vienen a terminar las fiestas de la Navidad, aunque litúrgicamente se culminaran en la Epifanía y el Bautismo de Jesús en el Jordán.
A los cuarenta días de su nacimiento todo primogénito varón había de ser presentado al Señor según la ley mosaica que era algo así como un reconocimiento en un pueblo creyente de que la vida viene del Señor y a El se la debemos y para El ha de ser lo mejor de nuestra vida. Por eso en la ley de Moisés todo primogénito era consagrado al Señor, de hombres y de animales. Era la acción de gracias al Señor. Es lo que hoy celebramos en la presentación de Jesús en el templo, como nos relata el evangelio de este día.
En este momento en que Jesús es llevado al templo de Jerusalén – ‘¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria’, cantan los salmos en la liturgia de este día – se suceden muchas cosas. Cumplido el rito por allá aparecen unos ancianos, primero Simeón luego aparecerá Ana una anciana profetisa, que van a cantar su especial acción de gracias al Señor.
Aquel anciano, inspirado por el Espíritu Santo, reconoce en aquel niño al que viene a ser el Salvador del pueblo de Israel y la luz para todas las naciones. Era un hombre de Dios, lleno del Espíritu del Señor, y sabía que sus ojos no se cerrarían a la luz de este mundo sin contemplar al que era la verdadera luz. Por eso prorrumpe en cánticos de alabanza al Señor porque sabe que ya se han cumplido los días de su vida  porque se cumplen las Escrituras y se cumple la promesa que en su corazón había recibido del Espíritu Santo.
Luego vendrán los anuncios y las profecías señalándolo como signo de contradicción entre los pueblos y cómo a María, su madre, una espada le atravesará el alma. Bien reflejado lo veremos a lo largo del Evangelio porque la presencia de Jesús va a ser en verdad ese signo de contradicción, mientras unos le aclaman y reconocen, se gozan en su palabra y entienden sus signos de salvación, habrá quienes vayan a la contra, no querrán entender la Palabra de Jesús y porque quieren permanecer en las tinieblas de la muerte a la muerte querrán llevar a Jesús para quitarlo de en medio. Ya bien sabemos que aquel signo de la muerte no será de derrota sino de victoria, porque será el signo de la salvación.
Ya algo podemos ir deduciendo para nuestra vida de esta reflexión que nos vamos haciendo. Tomemos también nosotros en brazos a Jesús como aquel anciano Simeón para cantar nuestra particular acción de gracias al Señor. Reconocemos también que la vida viene del Señor y a El se la debemos y por ello con nuestra vida todo ha de ser siempre para la gloria del Señor.
Consagrados del Señor también nosotros somos, como un signo hemos recibido la unción con el Crisma en nuestro Bautismo y Confirmación, y eso ha de expresar en consecuencia en la santidad de nuestra vida. Aunque nuestra vida pueda y debe significar un signo de contradicción en medio de nuestro mundo. Sí, porque nosotros no nos podemos dejar cautivar por las seducciones del mundo que nos rodea, porque nosotros hemos de manifestarnos siempre como testigos de unos valores nuevos, de un nuevo sentido de vida que del Evangelio aprendemos.
Hoy de María aprendemos a llevar en brazos a Jesús. En nuestra tierra celebramos con especial solemnidad y devoción a la Virgen en su advocación de Candelaria. Es fiesta grande para nosotros. ¿Y cómo contemplamos a María en su bendita imagen? Con Jesús en sus brazos, pero con una luz en su mano. Está diciéndonos que Jesús es nuestra luz, de quien hemos de dejarnos iluminar, a quien hemos de escuchar. Pero ¿no nos estará diciendo también cómo hemos de llevar en brazos a Jesús, cómo hemos de llevar a Jesús en nuestra vida para mostrarlo a los demás? Esa luz, esa candela encendida en las manos de María, nos está diciendo que nosotros tenemos que ser esa luz, esa luz encendida de la luz de Cristo, pero esa luz que hemos de llevar a los demás, con la que hemos de iluminar nuestro mundo.
Somos los testigos de esa luz en medio de un mundo en tinieblas, y mientras tantos se dejan seducir por luces efímeras y engañosas nosotros queremos iluminar con la verdadera y autentica luz que nos trae la salvación. Seremos signos de contradicción porque frente a las cosas aparentemente fáciles y placenteras que nos pueda ofrecer nuestro mundo nosotros presentamos esta luz que tendrá sus exigencias, porque tendremos que cuidar esa luz y no permitir que se nos apague – ya se nos dijo en nuestro bautismo -, y hemos de apartarnos de tantas tinieblas que nos quieren confundir o quieren devorarse esa luz – las tinieblas no la recibieron que nos dice san Juan en su evangelio -.  
Nos gozamos en esta fiesta de la presentación de Jesús en el templo pero que para nosotros tiene tan hermoso sabor mariano. Nos gozamos en María de Candelaria, la madre del Señor y nuestra Madre. De ella escucharemos siempre que nos dice ‘haced lo que El os diga’.

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