Como creyentes en Jesús también tenemos una mirada distinta para leer los signos de los tiempos y una forma de actuar desde los valores del evangelio
Efesios 4,1-6; Sal 23; Lucas
12,54-59
Hoy estamos pendientes de las noticias cuando al final nos dan los pronósticos
del tiempo para el día que sigue; los meteorólogos nos hacen sus predicciones,
nos ponen las cartas de isobaras, nos muestran fotografías de satélite y nos
dicen que tiempo habrá. Pero recordamos bien cómo los viejos del lugar sin
tener esos adelantos científicos nos hacían también sus predicciones por una
serie de signos que ellos descubrían en la atmósfera, en las nubes en las
montañas o según fueran de poniente o no trataban de vislumbrar el horizonte
para decirnos el tiempo que iba a venir. En unos y otros los signos del tiempo
nos hacían o hacen ver lo que podía o no pasar.
Era la lectura de los signos del cielo, en este caso entendiendo el
cielo como el firmamento y todo lo que hiciera referencia a la meteorología.
Pero tendríamos que aprender a leer otros signos de los tiempos; ya los futurólogos
se encargan de hacerlo, o los comentaristas sociales, económicos o políticos
están tratando de descubrir en aquellas cosas que van sucediendo los tiempos
que se avecinan, en este caso por donde va a ir a la vida social, económica o
política de nuestra sociedad. Mucha gente trata de discernir en lo que sucede
lo que es el futuro de nuestra sociedad.
Pero ¿nos tenemos que quedar en esas predicciones sean de un signo o
de otro que ya sean metereólogos o comentaristas políticos nos puedan decir en
esa lectura de los signos de los tiempos? ¿Tendríamos quizá que buscar algo de
mayor trascendencia y tratar de hacer una lectura de la vida, de la historia o
del tiempo presente también desde el sentido creyente? ¿Dios querrá hablarnos
también a través esos signos de los tiempos, para que descubramos en el
acontecer de cada día una señal de lo que Dios quiere de nosotros, de lo que
Dios nos pide?
Todos tenemos nuestro lugar en la historia y la historia no la construyen
solo los grandes personajes, sino que cada uno de nosotros va construyendo esa
historia de cada día, y no solo en su propia vida sino también con una
influencia en ese mundo que le rodea. Y ahí hemos de tener una mirada creyente
para ser capaces también de ver la vida y la historia que construimos con los
ojos de Dios.
Sí, una mirada creyente, para saber descubrir ese actuar de Dios, que
aun cuando respeta nuestra autonomía y libertad porque El nos la ha dado, sin
embargo está inspirando en nuestro corazón una forma de actuar, una manera
distinta de hacer las cosas. Y cuando nos llamamos creyentes y nos llamamos
cristianos es porque esa inspiración la encontramos en el evangelio y en sus
valores.
Ojalá sepamos de verdad abrir los ojos de la fe; abramos nuestro
corazón a la acción del Espíritu de Dios que nos ilumina, que nos guía, que nos
hace descubrir también cuantas cosas buenas podemos realizar. No nos podemos
cruzar de brazos ante el devenir de la historia y ante lo que los otros quieran
realizar de nuestro mundo.
Nosotros también hemos de actuar, también tenemos un cariz que darle a
la vida, a los acontecimientos, a cuanto sucede a nuestro alrededor. Ese
sentido creyente de nuestra vida nos hace ver las cosas con una mirada
distinta, pero también nos compromete a un actuar de una forma distinta.
Nosotros desde nuestra condición de creyentes también tenemos que dejar nuestra
impronta en la historia. Necesitamos ser valientes y dejarnos conducir por el Espíritu
de Dios.
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