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viernes, 23 de septiembre de 2016

‘Tú, ¿quién dices que soy yo?’ es una pregunta de Jesús a la que hemos de saber dar una respuesta personal con lo que es el sentido de mi vida

‘Tú, ¿quién dices que soy yo?’ es una pregunta de Jesús a la que hemos de saber dar una respuesta personal con lo que es el sentido de mi vida

Eclesiastés 3,1-11; Sal 143;  Lucas 9,18-22

‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’ Es la pregunta directa que Jesús le hace al grupo de los Doce. Antes les ha pregunta cuál es la opinión de la gente, ¿qué se dice de él? ¿Qué piensan todos aquellos que le rodean, que alguna vez se han tropezado con Jesús, que han escuchado sus palabras o contemplado sus milagros?
Pero se puede transformar y de hecho se transforma cuando hoy escuchamos su Palabra, ‘tú, ¿quién dices que soy yo?’ Es nuestra opinión la que nos está pidiendo Jesús, es lo que nosotros sentimos, yo siento en su presencia, es lo que El significa para mí, lo que Jesús ahora nos está, me está planteando.
Las gentes en la época de Jesús que nos narran los evangelios, aparte de aquellos que se oponían a Jesús y le rechazaban o se sentían incómodos con su presencia, sus signos y su Palabra, se admiraban de sus enseñanzas, reconocían que a nadie habían escuchado hablar como hablaba él con su autoridad, sentían cómo Dios caminaba en medio de ellos porque nadie podía hacer las cosas que Jesús hacía, y terminaban reconociendo que era un gran profeta como aquellos antiguos profetas de la historia de Israel y para algunos era como si el cercano Juan Bautista hubiera vuelto a la vida.
¿Y las gentes de nuestro tiempo qué piensan, qué opinan de Jesús? Muchos pasaran indiferentes ante su figura y de la misma manera que a través de todos los tiempos le rechazarán como rechazarán su doctrina y a quien hoy quiere presentar su mensaje en el rechazo que se hace a la Iglesia de mil maneras y a los cristianos; para muchos quizá seguirá siendo un gran personaje de la historia, reconociendo que de alguna manera habrá influido en la historia de los hombres a través de los siglos, pero quizá sigan viéndolo así como un personaje lejano en el horizonte de los tiempos; muchos quizá lo sentirán más cercano y le llamarán un amigo o le tendrán como un líder que aun sigue diciéndonos cosas a los hombres de nuestro tiempo pues en sus palabras hay un mensaje que nos pueda plantear altos y nobles ideales.
Pero, ¿nos quedamos ahí? ¿No terminamos de vislumbrar tras todo eso un misterio trascendente que nos haga ver de otra manera a Jesús? Es la pregunta que tú y yo tenemos que hacernos, para ver en verdad qué es lo que significa para mi, cómo implica mi vida en algo nuevo, cómo me puede llevar a un compromiso distinto, cómo puede darle una trascendencia más grande a mi vida, cómo puede hacerme levantar la mirada hacia lo alto para descubrir a Dios, para sentir a Dios, para vivir a Dios.
Pedro, que fue el que se adelantó a dar una respuesta personal, dijo de Jesús en aquel momento ‘el Mesías de Dios’. Era mucho lo que Pedro estaba diciendo con estas breves palabras que otro evangelista nos trascribe como reconociéndolo como el Hijo del Dios vivo. Era mucho lo que estaba diciendo Pedro aunque no sé si era consciente del todo del alcance de sus palabras. Pero allí había una hermosa confesión de fe. Aunque Jesús luego le hará comprender que ese Mesías de Dios había de padecer y sufrir hasta una muerte de cruz.
Queremos hacer también nosotros una certera confesión de fe en Jesús porque en verdad lo sintamos como el Mesías de Dios en nuestra vida; porque sintamos en verdad que El lo es todo para nosotros y sin el cual nuestra vida no tendría ningún sentido ni valor. Queremos en verdad reconocerle como nuestro Salvador porque pasó por una muerte de cruz derramando su sangre para el perdón, para perdonarme de mis pecados, pero que en verdad me ha llenado de una vida nueva para vivir para siempre en la gracia y en el amor.
Quisiera expresar y no sé qué palabras emplear que El es la verdadera luz de mi vida, la razón de mis luchas y la fuerza de mi amor; que en Él veo las cosas de forma distinta y aprendo también a tener una mirada nueva hacia aquellos que me rodean con los que voy haciendo el viaje de la vida, sintiendo que somos unos hermanos que caminamos juntos, también con nuestras flaquezas y debilidades, pero sintiendo la fuerza de Jesús.
Busquemos allá en lo más hondo de nosotros mismos, en lo que hacemos y en lo que vivimos, en lo que son nuestros pensamientos y nuestras esperanzas para descubrir y también para compartir con los demás todo lo que Jesús significa para mí, significa para cada uno de nosotros.

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