‘Tú, ¿quién dices que soy yo?’ es una pregunta de Jesús a la que hemos de saber dar una respuesta personal con lo que es el sentido de mi vida
Eclesiastés 3,1-11; Sal 143; Lucas 9,18-22
‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’ Es la pregunta directa que Jesús le hace al grupo de
los Doce. Antes les ha pregunta cuál es la opinión de la gente, ¿qué se dice de
él? ¿Qué piensan todos aquellos que le rodean, que alguna vez se han tropezado
con Jesús, que han escuchado sus palabras o contemplado sus milagros?
Pero se puede transformar y de
hecho se transforma cuando hoy escuchamos su Palabra, ‘tú, ¿quién dices
que soy yo?’ Es nuestra opinión la que
nos está pidiendo Jesús, es lo que nosotros sentimos, yo siento en su
presencia, es lo que El significa para mí, lo que Jesús ahora nos está, me está
planteando.
Las gentes en la época de Jesús
que nos narran los evangelios, aparte de aquellos que se oponían a Jesús y le
rechazaban o se sentían incómodos con su presencia, sus signos y su Palabra, se
admiraban de sus enseñanzas, reconocían que a nadie habían escuchado hablar
como hablaba él con su autoridad, sentían cómo Dios caminaba en medio de ellos
porque nadie podía hacer las cosas que Jesús hacía, y terminaban reconociendo
que era un gran profeta como aquellos antiguos profetas de la historia de
Israel y para algunos era como si el cercano Juan Bautista hubiera vuelto a la
vida.
¿Y las gentes de nuestro tiempo
qué piensan, qué opinan de Jesús? Muchos pasaran indiferentes ante su figura y
de la misma manera que a través de todos los tiempos le rechazarán como
rechazarán su doctrina y a quien hoy quiere presentar su mensaje en el rechazo
que se hace a la Iglesia de mil maneras y a los cristianos; para muchos quizá
seguirá siendo un gran personaje de la historia, reconociendo que de alguna
manera habrá influido en la historia de los hombres a través de los siglos,
pero quizá sigan viéndolo así como un personaje lejano en el horizonte de los
tiempos; muchos quizá lo sentirán más cercano y le llamarán un amigo o le
tendrán como un líder que aun sigue diciéndonos cosas a los hombres de nuestro
tiempo pues en sus palabras hay un mensaje que nos pueda plantear altos y
nobles ideales.
Pero, ¿nos quedamos ahí? ¿No
terminamos de vislumbrar tras todo eso un misterio trascendente que nos haga
ver de otra manera a Jesús? Es la pregunta que tú y yo tenemos que hacernos,
para ver en verdad qué es lo que significa para mi, cómo implica mi vida en
algo nuevo, cómo me puede llevar a un compromiso distinto, cómo puede darle una
trascendencia más grande a mi vida, cómo puede hacerme levantar la mirada hacia
lo alto para descubrir a Dios, para sentir a Dios, para vivir a Dios.
Pedro, que fue el que se adelantó a dar una respuesta personal, dijo
de Jesús en aquel momento ‘el Mesías de Dios’. Era mucho lo que
Pedro estaba diciendo con estas breves palabras que otro evangelista nos
trascribe como reconociéndolo como el Hijo del Dios vivo. Era mucho lo que
estaba diciendo Pedro aunque no sé si era consciente del todo del alcance de
sus palabras. Pero allí había una hermosa confesión de fe. Aunque Jesús luego
le hará comprender que ese Mesías de Dios había de padecer y sufrir hasta una
muerte de cruz.
Queremos hacer también nosotros una certera confesión de fe en Jesús
porque en verdad lo sintamos como el Mesías de Dios en nuestra vida; porque
sintamos en verdad que El lo es todo para nosotros y sin el cual nuestra vida
no tendría ningún sentido ni valor. Queremos en verdad reconocerle como nuestro
Salvador porque pasó por una muerte de cruz derramando su sangre para el
perdón, para perdonarme de mis pecados, pero que en verdad me ha llenado de una
vida nueva para vivir para siempre en la gracia y en el amor.
Quisiera expresar y no sé qué palabras emplear que El es la verdadera
luz de mi vida, la razón de mis luchas y la fuerza de mi amor; que en Él veo
las cosas de forma distinta y aprendo también a tener una mirada nueva hacia
aquellos que me rodean con los que voy haciendo el viaje de la vida, sintiendo
que somos unos hermanos que caminamos juntos, también con nuestras flaquezas y
debilidades, pero sintiendo la fuerza de Jesús.
Busquemos allá en lo más hondo de nosotros mismos, en lo que hacemos y
en lo que vivimos, en lo que son nuestros pensamientos y nuestras esperanzas
para descubrir y también para compartir con los demás todo lo que Jesús
significa para mí, significa para cada uno de nosotros.
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