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lunes, 28 de septiembre de 2015

Hazte pequeño que cuando hay verdadero amor en tu corazón limpio de toda malicia y orgullo serás verdadera grande

Hazte pequeño que cuando hay verdadero amor en tu corazón limpio de toda malicia y orgullo serás verdadera grande

Zacarías 8,1-8; Sal 101; Lucas 9,46-50

Quién es más… desde chiquillos estaban ya presentes esas luchas; quién es más alto, quien es más fuerte, quien llega más lejos, quien es más, en una palabra, importante. Como se preguntan hoy en el texto del evangelio en el grupo de los discípulos, quién es el más importante.
Y ya sabemos que cuando andamos con esas apetencias surgen las luchas, surgen las zancadillas, surgen los orgullos mal digeridos, surge el descontento y la división. Pasa en todas partes; nos pasa a todos los seres humanos en nuestros mutuos encuentros y relaciones; surgen las luchas políticas o los enfrentamientos en lo social. Al final terminamos yendo cada uno por nuestro lado encerrados en nuestro yo, en nuestro orgullo, en nuestro amor propio y terminamos pisoteándonos, porque no hemos terminado de respetarnos y de valorarnos en lo que cada uno es por sí mismo como persona.
Cuántas luchas y enfrentamientos, cuántos pisotones que nos damos unos a otros, cuántos proyectos que se anulan y vienen abajo como castillos de naipes, cuanta destrucción vamos creando en nuestro entorno con nuestras guerrillas, nuestras desconfianzas y recelos, nuestras apetencias por figurar y estar por encima, nuestras envidias que no solo destruyen el entramado social que nos rodea sino que nos destruyen a nosotros mismos.
Jesús que conocía bien cual es la debilidad del corazón humano no quiere que esto sucede entre los que le siguen, ni sea el estilo de la nueva comunidad. En los discípulos permanecen esas apetencias del corazón, pero Jesús estará continuamente al quite para enseñarles, para hacerles comprender, para que aprendan a llenar sus corazones de humildad y de generosidad. Humildad para reconocer donde están los verdaderos valores, para reconocer nuestras limitaciones, y humildad y generosidad para ser capaces de ponernos siempre disponibles desde lo que somos al servicio de los demás y al bien de la comunidad. Humildad y generosidad que no significa enterrar los talentos, que ya en otro momento nos exigirá que hemos de desarrollarlos, sino disposición generosa para el servicio y para el bien común.
Jesús nos repite hoy una vez donde está nuestra verdadera grandeza y como tenemos que saber acogernos y aceptarnos aunque nos pudiera parecer que el otro es más pequeño o vale menos. Nos quiere señalar Jesús cuales son los verdaderos valores de la persona. Tras las discusiones que le oye a sus discípulos ‘Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante’.
Quién es más, decíamos al principio, que es la pregunta permanente que nos hacemos y que se convierte en lucha muchas veces. Hazte pequeño, no importa que parezcas insignificante, que hay verdadero amor en tu corazón limpio de toda malicia y de todo orgullo, entonces serás grande.

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