Hazte pequeño que cuando hay verdadero amor en tu corazón limpio de toda malicia y orgullo serás verdadera grande
Zacarías
8,1-8; Sal 101; Lucas 9,46-50
Quién es más… desde chiquillos estaban ya presentes
esas luchas; quién es más alto, quien es más fuerte, quien llega más lejos,
quien es más, en una palabra, importante. Como se preguntan hoy en el texto del
evangelio en el grupo de los discípulos, quién es el más importante.
Y ya sabemos que cuando andamos con esas apetencias
surgen las luchas, surgen las zancadillas, surgen los orgullos mal digeridos,
surge el descontento y la división. Pasa en todas partes; nos pasa a todos los
seres humanos en nuestros mutuos encuentros y relaciones; surgen las luchas
políticas o los enfrentamientos en lo social. Al final terminamos yendo cada
uno por nuestro lado encerrados en nuestro yo, en nuestro orgullo, en nuestro
amor propio y terminamos pisoteándonos, porque no hemos terminado de
respetarnos y de valorarnos en lo que cada uno es por sí mismo como persona.
Cuántas luchas y enfrentamientos, cuántos pisotones que
nos damos unos a otros, cuántos proyectos que se anulan y vienen abajo como
castillos de naipes, cuanta destrucción vamos creando en nuestro entorno con
nuestras guerrillas, nuestras desconfianzas y recelos, nuestras apetencias por
figurar y estar por encima, nuestras envidias que no solo destruyen el
entramado social que nos rodea sino que nos destruyen a nosotros mismos.
Jesús que conocía bien cual es la debilidad del corazón
humano no quiere que esto sucede entre los que le siguen, ni sea el estilo de
la nueva comunidad. En los discípulos permanecen esas apetencias del corazón,
pero Jesús estará continuamente al quite para enseñarles, para hacerles
comprender, para que aprendan a llenar sus corazones de humildad y de
generosidad. Humildad para reconocer donde están los verdaderos valores, para
reconocer nuestras limitaciones, y humildad y generosidad para ser capaces de
ponernos siempre disponibles desde lo que somos al servicio de los demás y al
bien de la comunidad. Humildad y generosidad que no significa enterrar los
talentos, que ya en otro momento nos exigirá que hemos de desarrollarlos, sino
disposición generosa para el servicio y para el bien común.
Jesús nos repite hoy una vez donde está nuestra verdadera
grandeza y como tenemos que saber acogernos y aceptarnos aunque nos pudiera
parecer que el otro es más pequeño o vale menos. Nos quiere señalar Jesús
cuales son los verdaderos valores de la persona. Tras las discusiones que le
oye a sus discípulos ‘Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano
a un niño, lo puso a su lado y les dijo: El que acoge a este niño en mi nombre
me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más
pequeño de vosotros es el más importante’.
Quién es más, decíamos al
principio, que es la pregunta permanente que nos hacemos y que se convierte en
lucha muchas veces. Hazte pequeño, no importa que parezcas insignificante, que
hay verdadero amor en tu corazón limpio de toda malicia y de todo orgullo,
entonces serás grande.
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