Desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de la custodia y de la intercesión del santo Ángel de la Guarda
Baruc
1,15-22; Sal
78; Mateo
18, 1-5- 10
Hace unos días celebrábamos la festividad de los santos
arcángeles san Miguel, san Gabriel y san Rafael. Entonces reflexionábamos sobre
la gloria que en el cielo cantan a Dios los ángeles y arcángeles y todos los
coros celestiales, considerando también la misión que habían tenido en la
historia de la salvación, misión que siguen teniendo en medio de la Iglesia.
Pero la liturgia hoy nos recuerda y nos presenta a
nuestra consideración la figura de los santos Ángeles Custodios. Ese ángel de
Dios que está a nuestro lado acompañándonos en el camino de la vida para
hacernos llegar esa inspiración del Señor, esa fuerza del Espíritu divino que
nos preserva del mal y nos conduce por el camino del bien.
Si en otra época ya nos enseñaban desde pequeños
aquellas oraciones que quizá nos parezcan muy infantiles en los que recordábamos
esos Ángeles que nos acompañan en nuestra vida, hoy quizá es algo que tenemos
muy olvidado. Pero la presencia de los ángeles del Señor está ahí a nuestro
lado; cuántas veces frente al mal y la tentación que nos acecha, sentimos al
mismo tiempo una fuerza interior que nos hace repeler ese mal y buscar la
manera de alejarnos de la tentación; pensemos en ese ángel del Señor que nos
cuida, nos protege, está a nuestro lado, nos hace sentir esa presencia y esa
fuerza del Espíritu del Señor.
Y lo mismo tendríamos que decir de esa inspiración y
fuerza interior que nos lleva a hacer el bien, en un momento determinado a
sentir el animo para hasta olvidarnos de nosotros mismos para hacer lo bueno,
para el compartir con el otro, o en nuestra lucha por la justicia y por la
verdad. Reconozcamos esa presencia del ángel del Señor, del Ángel Custodio o
Ángel de la Guarda, como solemos llamarlo.
San Basilio nos decía: ‘Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para
conducirlo a la vida’. Y en este sentido el catecismo nos enseña: ‘Desde su comienzo hasta la muerte, la vida
humana está rodeada de su custodia y de su intercesión’.
Que sepamos en verdad sentir su presencia y su
protección y que nos dejemos conducir por sus divinas inspiraciones para que
caminemos siempre por el camino del bien.
Hoy Jesús en el evangelio que nos ofrece la liturgia en
este día nos ha hablado de ser como niños para entrar en el reino de los
cielos, pero nos hablado también de cómo hemos de acoger a los niños y a los
pequeños. Es un tema que nos ha servido muchas veces de reflexión y aunque
ahora no profundicemos en ello, sin embargo sabemos muy bien que es algo que
tenemos que tener siempre presente en nuestro actuar. Pero quería fijarme en
las últimas palabras, que son el motivo por el que se nos ofrezcan en este día
de los Ángeles Custodios.
‘Cuidado con
despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo
siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial’. Una referencia clara a nuestro
santo Ángel Custodio que está siempre viendo en el cielo el rostro del Padre
celestial. Esa presencia de nuestro ángel ante el trono de Dios nos hacer
sentirnos también nosotros en esa presencia del Señor. Nos lo recuerda el ángel
del Señor y nos ha de hacer vivir siempre en esa presencia de Dios; nosotros en
la presencia de Dios y Dios siempre presente en nuestra vida. Sus santos
Ángeles nos hacen llegar la fuerza y la gracia divina para vivir esa presencia
de Dios.
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