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martes, 30 de junio de 2015

Nos preguntamos también quién es Jesús porque necesitamos conocerle más y profundizar en la formación de nuestra fe

Nos preguntamos también quién es Jesús porque necesitamos conocerle más y profundizar en la formación de nuestra fe

Génesis 19,15-29; Sal 25; Mateo 8,23-27
‘Ellos se preguntaban admirados: ¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!’ Aún siguen preguntándose quién es Jesús, qué hay en Jesús a pesar de todo lo que hasta entonces habían visto, de todo lo que le habían escuchado. No terminaban de conocer a Jesús.
No los juzguemos a ellos sino más bien mirémonos a nosotros. ¿Terminamos de conocer a Jesús? Nos pudiera extrañar que en aquella situación en la que se encontraban de cierto peligro porque al atravesar el lago se había levantado una fuerte tormenta y parecía que la barca desapareciera bajo las olas aun siguieran desconfiando de lo que tendría que significar la presencia de Jesús allí con ellos. Habían visto tantas cosas maravillosas que Jesús había hecho y aun seguían llenos de dudas.
Pero pensemos que a nosotros nos sucede también. Nos decimos creyentes, nos llamamos cristianos, decimos que tenemos fe, rezamos y queremos darle culto al Señor, pero cuando viene el peligro y la tentación ¿qué nos sucede? ¿Nos mantenemos firmes para superar aquel mal momento o nos llenamos de dudas, de inseguridades y muchas veces incluso caemos en la tentación y en el pecado?
Sabemos que somos débiles, pero no terminamos de poner toda nuestra confianza en el Señor. Conocemos el evangelio y el sentido de vida que Jesús quiere trasmitirnos, pero no somos lo suficientemente fuertes para arrancarnos de viejas costumbres y rutinas, para arrancar de nosotros ese mal que tantas veces dejamos meter en nuestro corazón. Ante nosotros están esos altos valores que nos propone el evangelio, pero seguimos arrastrándonos en nuestros materialismos y sensualidades, seguimos sin terminar de comprometernos por hacer que nuestro mundo sea mejor sembrándolo de las buenas semillas de los valores del evangelio.
Y seguimos con nuestras dudas, sin terminar de ahondar lo suficiente en el evangelio y en el conocimiento de Jesús. Ante cualquier cosa que nos argumenten en contra de nuestra fe muchas veces nos quedamos callados sin saber que responder. Y es que muchas veces nos sucede que no terminamos de tener una sólida formación de nuestra fe. Nos contentamos con saber lo de siempre, no nos preocupamos de buscar cauces para profundizar en nuestra fe.
Ante las ofertas que recibimos de la iglesia, de nuestras parroquias y comunidades para tener encuentros donde profundicemos en nuestra fe los rehuimos porque decimos que no tenemos tiempo, pero que quizás lo que realmente nos falta es ese deseo de formación, de crecer en nuestra fe, de alimentarla y pulirla para que en verdad pueda aparecer resplandeciente ante los que nos rodean. Y luego, claro, nos vienen nuestros miedos, nuestras cobardías, nuestra echarnos para atrás a la hora de compromiso, o el no saber dar respuesta a los planteamientos que nos hagan.
‘¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!’, se preguntaban los que iban en la barca con Jesús en aquella ocasión. Pero quizá sea la pregunta que tengamos que hacernos nosotros, pero porque deseemos de verdad conocer cada vez más a Jesús y fundamentar debidamente nuestra fe.

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