Aprendamos a leer los acontecimientos nuestra vida con la mirada de la fe descubriendo lo que es el plan de Dios para nosotros
Génesis
22, 1-9; Sal
114; Mateo
9,1-8
Algunas veces parece que la vida nos pide cosas que
sobrepasan lo que parece que uno sería capaz hacer; decisiones que se
convierten en algo cruento en nuestro corazón, caminos nuevos que hemos de
tomar en la vida, renuncia a algo que queremos o anhelamos mucho pero de lo que
nos vemos obligados a desprendernos, cosas y momentos duros que quizá nos
hieren por dentro porque no quisiéramos hacerlo, pero que por otra parte quizás
nos vemos obligados por determinadas circunstancias a realizar.
¿Qué hacer? ¿Qué es lo que realmente haremos? ¿Hasta
donde seríamos capaces de llegar? Son pruebas duras de la vida, que nos pueden
destrozar o que nos pueden ayudar a crecer y a madurar dependiendo de cómo nos
lo tomemos y la auténtica profundidad que tengamos en nuestra vida. Nos pudiera
parecer demasiado teórico esto que estamos planteando, pero quienes han tenido
que pasar por pruebas así, o quienes saber leer los acontecimientos de su vida
con profundidad me darán la razón.
Es lo que se le plantea a Abrahán en la lectura del
Génesis de este día. En este caso el siente que Dios le está pidiendo el
sacrificio de su hijo; no es una renuncia cualquiera la que tiene que hacer
Abraham como quien se despida de su hijo porque marche a otra parte. Se le está
pidiendo la vida de su hijo. Nos puede parecer cruento; en la antigüedad estos
sacrificios rituales en ciertas culturas eran muy habituales. Quizá en medio de
la historia de la salvación que es todo el relato bíblico se nos está enseñando
cómo ese tipo de sacrificio no es querido por Dios. Pero sí puede ser un buen
signo o una buena imagen de esas situaciones de las que hablábamos al principio
de nuestra reflexión.
Abrahán responde desde la fe a la petición que siente
que le hace Dios. Por su fe quiere ser obediente a Dios por encima de todo,
enseñándonos el valor de la fe y la radicalidad con que hemos de vivirla, pero enseñándonos
a tener también una mirada de fe a nuestra vida de cada día, en todo momento y
circunstancia, pero donde tenemos que hacer resaltar ese espíritu de fe
precisamente en los momentos duros y en los momentos de prueba.
Una certeza sí hemos de tener desde esa fe que hemos
puesto en el Señor y en su Palabra. Dios no nos abandona en esos momentos difíciles
que hemos de vivir en nuestra vida, en esos momentos de prueba por los que
hemos de pasar. Siempre estará el ángel del Señor a nuestro lado, como en el
caso de Abrahán para hacernos ver lo que es la verdadera voluntad de Dios y
también para hacernos sentir su fuerza y su gracia en esas decisiones que quizá
hemos de tomar o en esos momentos duros y de prueba por los que hemos de pasar.
No es tan importante el sacrificio externo que nosotros
podamos hacer o que podamos presentar al Señor, como ese sacrificio de nuestro
yo, de nuestra voluntad para agachar nuestros orgullos, para descubrir lo que
verdaderamente quiere el Señor de nosotros y podamos hacerle con todo nuestro
amor esa ofrenda de nuestra vida.
¿No decimos, con los mandamientos que nos hemos
aprendido de memoria, que amamos a Dios sobre todas las cosas? Si es sobre
todas las cosas nada, ni nuestro yo tampoco, puede estar por encima de Dios. El
es el único Señor de nuestra vida; pero el Señor de nuestra vida que nos ama y
quiere vida para nosotros. Le respondemos con nuestra adoración, con nuestro reconocimiento
por la fe, con nuestro amor tratando de corresponder a su amor.
Aprendamos a leer esos acontecimientos nuestra vida,
incluso aquellos que vivimos con mayor dolor, con la mirada de la fe, con ojos
de la fe, descubriendo así siempre lo que es la voluntad de Dios para nuestra
vida. No siempre es fácil pero la fuerza del Espíritu del Señor nos dará esa
sabiduría para saborear los caminos del Señor.
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