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jueves, 16 de abril de 2015

El corazón del hombre siempre tiene ansias de plenitud, de perfección, de belleza, de verdad, de bien, de vida que solo alcanzaremos en Jesús

El corazón del hombre siempre tiene ansias de plenitud, de perfección, de belleza, de verdad, de bien, de vida que solo alcanzaremos en Jesús

Hechos,  5,27-33; Sal 33; Juan 3, 31-36
‘El que cree en el Hijo posee la vida eterna’. Todo es una invitación a creer en Jesús, a poner toda nuestra fe en El.
El corazón del hombre siempre tiene ansias de plenitud, de perfección, de belleza, de verdad, de bien, de vida. Pues toda esa plenitud al tenemos en Jesús. En El hemos de poner toda nuestra fe. El nos alcanzará la vida en plenitud, la vida eterna. ‘El que cree en el Hijo posee la vida eterna’, que nos ha dicho hoy el evangelista.
Por eso todo nuestro deseo ha de ser querer conocer a Jesús, encontrarnos con Jesús para llenarnos de su vida. Como aquellos que nos cuenta el evangelio que un día vinieron hasta los apóstoles para decirles que querían conocer a Jesús. Pero conocerlo no es mirarlo de lejos, como si fuéramos unos espectadores que nos contentamos con verlo pasar. Tenemos que abrirle las puertas de nuestra casa, de nuestro corazón, dejar que Jesús entre en nosotros para que se haga vida en nosotros, para que nos llene de su vida. Zaqueo estaba queriendo contemplar a Jesús que pasaba desde lo alto de la higuera, pero Jesús viene a decirle que eso no es suficiente; que está bien esa primera curiosidad, pero es necesario algo más. Por eso Jesús le está diciendo que lo reciba en su casa. Y su vida cambió.
Como tiene que cambiar nuestra vida cuando de verdad nos encontramos con Jesús. Ya no podemos callar lo que hemos visto y oído, lo que hemos experimentado. Como les decían los apóstoles a aquellos que querían prohibirles hablar de Jesús. No podían callar. Allá en su conciencia estaban sintiendo la voz de Dios que les enviaba a ser testigos y esa voz de Dios no la podían desoír, ese mandato del Señor no lo podían desobedecer.
‘Nosotros somos testigos’ dicen los apóstoles ante el Sanedrín. El Espíritu de Jesús esta en nosotros, tenemos que proclamar, tenemos que anunciar el nombre de Jesús como nuestro único Salvador. ‘El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados’.
Es lo que los apóstoles anuncian, es lo que nosotros tenemos también que anunciar. Es algo que vivimos y tiene que reflejarse en nuestra vida, en nuestras palabras, en todo lo que vayamos haciendo, porque la fe un adorno cualquiera; la fe es lo que más profundamente da sentido a nuestra vida. Por la fe en Jesús alcanzamos la vida eterna, como recordábamos al principio.
El mundo que nos rodea necesita esos testigos que le llenen de vida y de esperanza. Hay muchas negruras en el corazón del hombre que solo en Cristo podrán desaparecer. Nos podemos quedar tranquilos con la luz solo para nosotros, sino que con esa luz de Cristo tenemos que iluminar a los demás, llenar de luz nuestro mundo. Podemos hacer un mundo mejor; Cristo está con nosotros para que eso sea posible.
¿Cómo hacerlo? Cada uno mire allí donde está, donde vive, de la gente de la que está rodeado y viendo las sombras trate siempre de poner luz con su fe, con su amor, con su esperanza. Aunque parezca que no, al final el mundo nos lo va a agradecer. De todas maneras tenemos la certeza de la recompensa eterna, de la vida eterna para quienes creemos en Jesús. 

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