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lunes, 13 de abril de 2015

Nacer de nuevo en el día a día de nuestra vida, siempre abiertos a la gracia, atentos a su Palabra, transformados por el Espíritu

Nacer de nuevo en el día a día de nuestra vida, siempre abiertos a la gracia, atentos a su Palabra, transformados por el Espíritu

Hechos,  4, 23-31; Sal 2; Juan 3,1-8
‘¿Cómo puede nacer un hombre de nuevo, siendo viejo?’ es la pregunta que se hace Nicodemo ante lo que Jesús le ha dicho que hay que nacer de nuevo. Pero, en cierto modo, ¿no será lo que quizá alguna vez hemos oído o hasta hemos dicho algo así como que a burro viejo no le entran letras nuevas? ¿Qué me van a enseñar a mí a estas alturas? ¿Qué puedo hacer yo a mis años o en qué voy a cambiar? Actitudes bien conservadoras y cerradas que se nos meten muchas veces en el alma.
A Nicodemo le costaba entender lo que Jesús le estaba diciendo, nosotros decimos que sí lo sabemos y nos damos muchas explicaciones, pero en el fondo en la práctica tenemos las mismas dudas o las mismas actitudes. En fin de cuentas lo que Jesús nos está diciendo en estas palabras a Nicodemo en el casi inicio del evangelio de Juan es lo que en los otros evangelistas se nos propone como mensaje inicial. ‘Convertios y creed en el evangelio… convertios que el Reino de Dios está cerca’.
Nacer de nuevo es comenzar con una nueva vida, es una transformación grande que hay que hacer en nosotros. Pero no será algo que hagamos solo por nosotros mismos. Jesús en la respuesta explicación que le da a Nicodemo nos está diciendo que poniendo toda nuestra voluntad sin embargo es algo que solo podemos realizar por la fuerza de lo alto. Jesús le dirá que hay que nacer del agua y del Espíritu.
Siempre en estas palabras estamos viendo una alusión y un anuncio del Bautismo, es cierto. Pero el Bautismo no es una cosa mecánica que realicemos y ya está. Presupone la fe, el querer adherirnos a Jesús y a su evangelio, a su nuevo estilo y sentido de vivir que es el Evangelio, y que por la fuerza del Espíritu del Señor podemos realizar en nosotros. Es el agua que nos purifica y nos da nueva vida, pero no es el agua en sí sino la acción del Espíritu de Dios en nosotros.
Pero ese nacer de nuevo, ese bautismo en el agua y en el Espíritu no se queda reducido a un rito que hayamos realizado en un momento determinado, sino que ha de ser una actitud nueva que ha de envolver toda nuestra vida y en todo momento. Ese nacer de nuevo es algo que tenemos que ir realizando en el día a día de nuestra vida, porque siempre estaremos abiertos a la gracia del Señor, siempre estaremos con oídos atentos a su Palabra para ir descubriendo aquello nuevo que en cada momento el Señor nos pida y hemos de realizar. Seremos nuevos o viejos en edad pero siempre tenemos que estar abiertos a ser ese hombre nuevo de la gracia que se ha dejado, se va dejando transformar por el Espíritu cada día.
Hemos celebrado la Pascua haciendo una renovación de nuestro bautismo; seguimos viviendo el tiempo pascual, el sentido pascual de nuestra vida. Hemos de estar atentos a eso nuevo a lo que ahora, en este momento, en estas circunstancias de mi vida, me pueda estar pidiendo el Señor.

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