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viernes, 17 de abril de 2015

No tenemos doscientos denarios, pero sí los cinco panes de cebada de nuestra pobreza, con ello daremos gloria al Señor

No tenemos doscientos denarios, pero sí los cinco panes de cebada de nuestra pobreza, con ello daremos gloria al Señor

Hechos,  5, 34-42; Sal 26; Juan 6, 1-15
Mucha gente seguía a Jesús; hasta cuando se iba a lugares apartados al otro lado del lago allí se encontraba con aquellas multitudes que lo seguían, aunque solo fuera porque habían visto sus signos y milagros y cómo curaba a sus enfermos. Pero era algo más lo que buscaban en Jesús aunque muchas veces quizá no lo tuvieran claro; era mucho más lo que Jesús quería ofrecerles; era mucho más el camino que Jesús quería que emprendieran.
Cuando Jesús levantó los ojos y vio toda aquella multitud que acudía hasta El sintió lástima de ellos, como dirá el evangelio en otra cosa ocasión, porque parecían ovejas que andaban sin pastor. Ahora Jesús quiere alimentar a toda aquella multitud; pone a prueba a sus discípulos más cercanos, pues El sabía bien lo que iba a hacer, como dice el evangelista. Doscientos denarios de pan no bastarán para alimentar a toda aquella gente, dirá uno de los discípulos; otro vendrá diciendo que por allí hay un muchacho que comparte lo que tiene, ‘cinco panes de cebada y un par de peces, pero ¿qué es eso para tantos?’
Al final toda aquella multitud quedará saciada. Se multiplicarán los panes, comerán hasta saciarse, sobrarán doce canastas de pan. Jesús nos está ofreciendo mucho. Jesús nos está queriendo poner en un camino nuevo a todos frente a esa multitud hambrienta que nos rodea. Y no son solo las carencias materiales que puedan sufrir tantos en estos momentos de crisis; hay muchas carencias en el corazón de los hombres; hay muchas cosas, sin embargo, que podemos compartir y con lo que podríamos hacer un mundo mejor; hay que tener una mirada distinta, una mirada hacia lo alto, para llenar nuestro espíritu de valores nuevos. Hay una vida nueva y mejor que podemos vivir y que podemos ofrecer. ‘No solo de pan vive el hombre…’ que se nos dirá en otro momento. No nos podemos quedar con los brazos cruzados.
Ya nos gustaría tener los ‘doscientos denarios’ con los que nos parecería que todos o casi todos los problemas se resolverían. Pero no tenemos sino los ‘cinco panes de cebada’ de nuestra pobreza. Dios no  nos pide más. Desde nuestra pequeñez, pero con esos valores que nosotros podemos tener siempre hay mucho que podemos hacer. Será quizá calladamente, en silencio, pasando desapercibidos, pero ahí tiene que estar nuestra disponibilidad, nuestra generosidad para poner lo que somos. Con ello, aunque nos parezca pequeño, podemos dar gloria a Dios. Todo menos cruzarnos de brazos.
Que el Señor, su Espíritu, nos ayude a descubrir el valor de nuestra vida aunque nos consideremos pequeños y nos parezca que pocas cosas podemos hacer. Hagamos eso pequeño de cada día, en silencio, con amor, poniéndonos en las manos del Señor, como aquel muchacho puso sus panes de cebada en las manos de Jesús. El Señor hará maravillas. Serán muchos los que quedarán saciados, como contemplamos hoy en el Evangelio.

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