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sábado, 22 de noviembre de 2014

La fe que tenemos en Jesús nos lleva a que en la hora de nuestra muerte lo hagamos siempre en la esperanza de la resurrección

La fe que tenemos en Jesús nos lleva a que en la hora de nuestra muerte lo hagamos siempre en la esperanza de la resurrección

Apoc. 11, 4-12; Sal. 143; Lc. 20, 27-40
Ahora son los saduceos los que vienen con sus intrigas y sus preguntas capciosas a Jesús tratando de confundir y desprestigiar. Eran grupos de cariz religioso que hacían sus propias interpretaciones de la Escritura y creaban tendencias y divisiones en la vida social y religiosa de los judíos. Ya el evangelista nos recuerda que los saduceos niegan la resurrección; y es por ahí por donde plantean las cuestiones a Jesús.
Muy dados a la casuística plantean la cuestión desde normas y leyes que regían las costumbres y la vida del pueblo de Israel. Según la ley del Levítico una mujer debía de tener descendencia, pero si el marido moría sin darle esa descendencia un hermano del marido estaba obligado a casarse con ella para darle esa descendencia. Ahora lo plantean desde el hecho de que hasta siete hermanos se casan con aquella mujer porque todos van muriendo sin descendencia y su pregunta, como ellos negaban la resurrección, eran que si había resurrección cual de todos aquellos maridos era en verdad el marido de la mujer.
Jesús un poco pasa de esas cuestiones, pero sí les dice que ‘en esta vida los hombres y mujeres se casan, pero quienes sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán… son hijos de Dios que participan de la resurrección’. No es la vida futura, la vida eterna un calcar nuestra vida terrena a la manera como los hombres nos manejamos en este mundo. Entramos en otra dimensión, otro sentido de plenitud, es una vida nueva y de distinta condición.
Pero el mensaje del evangelio de hoy no se nos puede quedar en resolver esas casuísticas, sino en lo que finalmente Jesús viene a decirnos: ‘No es un Dios de muertos, sino de vivos’, porque es el Dios de la vida, y de esa vida quiere hacernos en partícipes en plenitud. No se trata, pues, de ponernos a imaginar como será esa vida, sino que si pensamos que vamos a vivir en Dios, vamos a vivir en plenitud y en felicidad total.
Pero estamos comentando este evangelio en que se comenzaba diciendo que los saduceos no creían en la resurrección. Me pregunta si en verdad nosotros creemos en la resurrección y en la vida eterna. Muchas veces cuando participo en unas exequias - cuántas veces en mi vida sacerdotal he tenido que presidir la celebración de las exequias en un entierro - me pregunto si todos los que estamos allí llorando por aquel difunto, rezando por aquel difunto, en verdad creemos en la vida eterna y en la resurrección. ¿Qué es lo que pasa en esos momentos por nuestra mente? Lo que expresamos en nuestras oraciones, ¿formará parte de verdad del sentido de nuestra vida? ‘Acuérdate de nuestros hermanos que murieron en la esperanza de la resurrección’, decimos en la oración, pero ¿en verdad a la hora de nuestra muerte lo haremos en esa esperanza de resurrección?
Creo que son unos artículos de nuestra fe que tendríamos que repasar mucho para hacer que en verdad formen parte de nuestra fe y en consecuencia eso repercuta en nuestra forma de actuar, en nuestra forma de vivir. Hemos de reconocer que vivimos pensando solamente la mayoría de las veces en este mundo terreno que ahora vivimos y lo menos que pensamos es en la trascendencia que hemos de darle a nuestra vida, pensando en la resurrección y en la vida eterna. Seguro que si pensáramos más en ellos nuestra forma de vivir sería otra; los afanes y agobios de la vida presente los viviríamos de otra manera; pensaríamos más en ese tesoro que hemos de guardar en el cielo, como nos dice Jesús; nos costaría menos arrancarnos de este mundo, de esta vida; le tendríamos menos miedo a la muerte y nos enfrentaríamos a ella con menos angustia.
Como decimos en uno de los prefacios de las misas de difuntos, ‘te damos gracias porque, al redimirnos con la muerte de tu Hijo Jesucristo, por tu voluntad salvadora nos llevas a nueva vida para que tengamos parte en su gloriosa resurrección’. Cristo resucitó, es un artículo fundamental de nuestra fe; pues nosotros con Cristo estamos llamados también a la resurrección. Que en verdad porque creemos y esperamos en Cristo, seamos dignos, tengamos el gozo de participar de la vida eterna para siempre.

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