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martes, 3 de junio de 2014

La oración del Pontífice y Sacerdote que hace la ofrenda del sacrificio de su vida para dar gloria a Dios



La oración del Pontífice y Sacerdote que hace la ofrenda del sacrificio de su vida para dar gloria a Dios

Hechos, 20, 17-27; Sal. 67; Jn. 17, 1-11
Comenzamos a escuchar en el evangelio la llamada oración sacerdotal de Jesús. Viene a ser la conclusión de la cena pascual con toda aquella conversación y diálogo que sostuvo Jesús con sus discípulos donde les iba revelando lo más profundo de su corazón.
Situada esta oración entre la cena pascual donde había instituido el memorial de la nueva y eterna Alianza y el inicio de su pasión viene a ser como el ofertorio del Sacrificio de la Cruz que se iba a consumar y la oración en la que quiere hacer la ofrenda por todos y en la que quiere tenernos presentes a todos, y en especial a los discípulos que tanto ama y a los que quiere ver unidos en su mismo amor.
Todo siempre para la gloria de Dios, de quien El ha venido a hacer en todo su voluntad. Era su alimento y su sentido de vivir, como era la ofrenda que desde su entrada en el mundo había hecho al Padre: ‘Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad’.
Había llegado la hora, que tantas veces antes había dicho que no era el momento; era la hora de la ofrenda, del sacrificio. Así había comenzado también el evangelista Juan a relatarnos la cena pascual. ‘Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo que había llegado la hora de dejar este mundo para ir al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo’.
Había llegado la hora el amor infinito y total. Había llegado la hora en que había de ser glorificado el Hijo con lo que al mismo tiempo se glorificaba también al Padre, Jesús lo quiere para nosotros es que alcancemos la vida eterna. En eso se va a manifestar la gloria de Dios, en la vida eterna; pero esa vida eterna es que ‘te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo’.  Y es que conociendo a Dios, reconociendo su amor, entramos en la órbita de una vida nueva y distinta; conociendo a Jesucristo y descubriendo en El todo lo que es el amor eterno que Dios nos tiene nos llenamos de su vida, de su gracia y de su santidad. Así podremos cantar para siempre la gloria del Señor.
Es lo que Jesús ha querido realizar en nosotros, lo que nos ha ido descubriendo en su evangelio, en su mensaje de salvación. Nuestra respuesta es creer en esa Palabra de Jesús, creer que Jesús ha venido de Dios pero para llevarnos a Dios; nuestra repuesta ha de ser comenzar a vivir esa vida nueva que Jesús nos ofrece y que nos hace partícipes de la vida de Dios. Creyendo en Jesús y viviendo en su amor estaremos en verdad glorificando al Señor, cantando la gloria de Dios con toda nuestra vida. Cuando creemos en Jesús y queremos vivir en su amor lo que estaremos buscando siempre es el bien, lo bueno, lo justo, la verdad, y eso es realizar la gloria del Señor.
Y Jesús el Sumo Sacerdote que hace la ofrenda del Sacrificio de su vida en la entrega de su amor, el Pontífice y Sacerdote que está puesto entre nosotros y Dios, ora por nosotros; es la función del Sacerdote, del Pontífice, orar por su pueblo porque se convierte en intercesor de su pueblo ante Dios. Así contemplamos a Cristo en su oración sacerdotal por nosotros y por el mundo.
Vamos a dejarnos inundar por el gozo de esa oración de Jesús que así ora por nosotros; vamos nosotros también a ponernos en ese mismo espíritu de oración, pidiéndole que nos dé la fuerza de su Espíritu para que en verdad con toda nuestra vida siempre cantemos la gloria del Señor, porque siempre le reconozcamos a El y a su enviado Jesucristo.
Es la oración sacerdotal que Jesús hace por nosotros, pero nos sentimos impulsados a unirnos a esa oración y también surja nuestra oración por nuestra Iglesia y por nuestro mundo. Que el Espíritu divino inspire y sostenga nuestra oración. Es el Espíritu divino el que gime en nuestro interior para que podamos presentar la mejor oración al Padre; pensemos que solo desde el Espíritu podemos llamar a Dios Padre y reconocer que Jesús es el Señor.

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