Miramos a lo alto de la cruz de Jesús para reconocer al Hijo de Dios que muere por nosotros y nos regala la salvación
Núm. 21, 4-9; Sal. 101; Jn. 8, 21-30
‘¿Quién eres tú?’, le preguntaban los judíos a Jesús
confundidos y muchas veces llenos de dudas. Veían sus obras, escuchaban sus enseñanzas,
había cosas que les llenaban de esperanza el corazón, pero había momentos en
que les costaba entenderle y se les hacía difícil poner su fe en El.
Ahora les habla de su marcha y de una búsqueda; les
dice que adonde va no pueden seguirle; les habla de su origen divino, pero como
no quieren aceptarlo morirán a causa de su pecado. Finalmente les habla de que
va a ser levantado en alto y entonces sí podrán entender quién es El. ‘Cuando levantéis al Hijo del hombre en alto,
sabréis quien soy…’ Algunos lo van a aceptar y creer, pero otros se
resistirán. Pero al mismo tiempo Jesús les habla de su seguridad y confianza
porque no se sentirá abandonado por quien lo ha enviado. ‘El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo, porque yo hago
siempre lo que le agrada’. Manifiesta una vez más que El viene a hacer la
voluntad del Padre.
También en nuestro interior algunas veces podemos
llenarnos de dudas y nuestra fe se puede debilitar. También nosotros somos
invitados a mirar hacia lo alto para contemplarle a El, levantado en lo alto de
la cruz, como le vamos a contemplar de manera especial en los próximos días de
pasión que se acercan. Pero tenemos que saber acercarnos a la cruz de Jesús con
verdadera fe. Vamos a contemplar y celebrar un misterio de salvación. No vamos
a contemplar meramente un espectáculo; si fuera así y nos quedáramos en eso denotaría
nuestra pobreza espiritual y empobreceríamos lo que vamos a celebrar.
Nos ayuda a comprender el misterio de salvación que
vamos a celebrar lo que también hemos escuchado en la primera lectura. Refleja
nuestras dudas y rebeldías, pero nos enseña a descubrir el signo con su
significado verdadero de la cruz salvadora de Jesús.
Nos hablaba la lectura del duro peregrinar del pueblo de
Dios por el desierto en su camino hacia la tierra prometida; pero se les hacía
duro el camino y se llenaban de dudas y de rebeldías en su interior. Es lo que
sucede en el relato escuchado. Las serpientes venenosas los atacan - ¿un
castigo divino? ¿una prueba? - y Moisés levanta en alto en medio del campamento
como un estandarte una serpiente de bronce. Quienes contemplen el signo y sean
capaces de reconocer su rebeldía y su pecado, se salvarán.
No vamos nosotros a mirar un estandarte de este tipo,
porque no será una serpiente de bronce nuestra salvación. Pero Jesús nos dice
que el Hijo del Hombre de ser levantado en algo, como Moisés levantó la serpiente en el desierto.
Ahora nosotros miramos a Jesús clavado en la cruz, levantado en alto, porque en
Jesús sí está la salvación. A El vamos a acudir desde nuestro pecado, desde
nuestras dudas y hasta desde nuestra falta de fe, desde nuestras rebeldías pero
para reconocer que solo en Jesús es donde podemos encontrar la salvación. A El
vamos a acudir humildes como el único Salvador de nuestra vida. Levantado en lo
alto de la cruz por amor se va a entregar por nosotros para ser nuestro
Redentor. De esa salvación nosotros queremos llenar nuestra vida.
Es el misterio que vamos a celebrar que no es un
misterio cualquiera. No es un espectáculo lo que vamos a contemplar sino
el amor infinito de Dios que se nos
manifiesta en Jesús que nos salva, que nos redime, que nos alcanza el perdón,
que nos llena de paz, que nos inunda con su salvación. Queremos nosotros acudir
con fe a Jesús; queremos hacer florecer todo nuestro amor, porque nos
alimentamos de su amor y así crecerá nuestra fe.
Acudimos a Jesús y sabemos que en los Sacramentos
tenemos toda esa gracia redentora de
Cristo, porque queremos llenarnos de su gracia, alcanzar su perdón y acudimos
humildes al sacramento de la Penitencia que nos reconcilie con Dios en virtud
de la Sangre redentora de Cristo. Con verdaderos deseos de paz y de salvación
acudimos humildes a confesar nuestros pecados, sabiendo que tenemos asegurada
la misericordia del Señor. En El ponemos toda nuestra fe, porque sabemos bien
quién es, es nuestra vida y nuestra salvación. Miramos a lo alto de la cruz de
Jesús y reconocemos en El al Hijo de Dios que muere por nosotros para
regalarnos la salvación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario