Ver y descubrir las semillas del Reino de Dios que con sus cosas buenas tantos siembran en nuestro mundo
Sant. 4, 13-17; Sal. 48;
Mc. 9, 37-39
Nunca la luz de la verdad de Jesús que ilumina nuestra
vida y que da sentido a nuestro vivir tendría ni que encerrarnos en nosotros
mismos como si nosotros fuéramos los únicos que hemos encontrado esa luz, ni
cegarnos de tal manera que no veamos las semillas de bien y de bondad que
podemos descubrir en tantos a nuestro alrededor.
Es cierto que para nosotros es un gozo grande el haber
descubierto esa luz del Reino de Dios y nos hemos de sentir agradecidos por
cuantas maravillas Dios realiza en nosotros llenándonos de su salvación; y ese
gozo y alegría de nuestra fe nos tiene que hacer, digámoslo así, contagiosos y
contagiadores de esa alegría y de esa fe con cuantos están a nuestro lado.
No podemos, es cierto, guardarnos la luz para nosotros
solos, sino que hemos de saber ser
trasmisores de esa luz a cuantos rodean, porque además bien sabemos que el
mundo necesita de esa luz y hay muchos hambrientos y sedientos de algo que
llene en plenitud sus vidas; si nosotros
no somos capaces de trasmitírselo, quizá no la van a encontrar y no podrán
saciarse. Nunca podremos ser unos fanáticos que tratemos de imponer a los demás
lo bueno que nosotros hemos encontrado, porque siempre hemos de saber respetar
la libertad de los otros.
Pero eso no podemos hacernos tan fanáticos que
apabullemos a los demás con lo que nosotros vivimos o hemos encontrado, ni tan
cegatos que no seamos capaces de ver lo bueno que hay en los demás, que son
también semillas del Reino de Dios. No hacemos concesiones en lo que es la
verdad de nuestra vida que hemos encontrado en Jesús y que nos lleva a vivir también
conforme a unos principios, pero tampoco podemos hacer sincretismos donde todo
nos parezca igualmente bueno mezclando unas cosas con otras. Hemos de saber
descubrir las semillas del Reino de Dios en las cosas buenas que también hacen
los demás.
Con buena voluntad y con buenos deseos cosas así le
están pasando a los discípulos de Jesús cuando vienen contando que han
encontrado a uno que echa demonios en el nombre de Jesús, sin ser del grupo de
los discípulos, y ellos se lo han querido impedir. Es cuando Jesús nos deja la
sentencia y la lección para que respetemos lo bueno de los demás, porque ‘el que no está contra nosotros está
a favor nuestro’, les dice.
Algunas veces somos injustos en nuestras apreciaciones
y juicios que hacemos en relación a los demás. Nos creemos que únicamente somos
nosotros los buenos y que los demás no son capaces de hacer cosas buenas. Bien
nos encontramos en muchas ocasiones que la gente sencilla y humilde, que nos
puede parecer que no saben nada o que no valen para nada, sin embargo nos dan
ejemplo de actitudes y posturas evangélicas muy hermosas, más hermosas muchas
de veces que las cosas que nosotros que nos creemos tan buenos podemos hacer.
Si uno va con los ojos de la fe y de la humilde
comprensión por la vida podrá descubrir todas esas cosas hermosas que hacen los
demás y que quizá sin conocer mucho del evangelio están, sin embargo, en mucha
consonancia con el evangelio. Confieso que en muchas ocasiones cuando he sabido
tener bien abiertos los ojos y los oídos de la fe, he podido apreciar esas
actitudes y posturas verdaderamente evangélicas en muchas personas.
Siempre recuerdo cuando en una ocasión en una de las
parroquias en las que he estado, haciendo unas experiencias apostólicas con un
grupo de seminaristas, queríamos decir Misa, celebrar la Eucaristía en un lugar
muy apartado donde pocas veces quizá había llegado un sacerdote. Cuando le
pedíamos a una persona mayor que si nos dejaba celebrar en su casa, porque
tenía una salita más grande donde podía caber mejor aquel pequeño grupo de
vecinos, su respuesta fue la del Evangelio: Yo no soy digna de que en mi casa
se celebre la Misa, nos decía, y nos recordaba al centurión que no se sentía
digno de que Jesús fuese a su casa o la de Isabel que proclamaba quién era ella
para que la visitara la Madre de su Señor.
Pero no será solo eso, sino que serán tantas cosas en
un hermoso compartir desde la pobreza lo poco que se tiene, o será la alegría y
la esperanza que llena los corazones de tantos a pesar de los problemas o de
las dificultades que van encontrando en la vida.
Abramos bien los ojos y oídos del alma para ver, para
descubrir todo eso bueno que tantas personas hacen y que son realmente semillas
del Reino de Dios que se está sembrando en nuestro mundo.
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