Nuestra tristeza se convertirá en gozo porque vemos a Cristo Jesús de una forma nueva con la fe
Hechos, 18, 1-8; Sal. 97; Jn. 16, 16-20
‘Estáis preocupados por el sentido de mis palabras: dentro de poco
dejaréis de verme, pero dentro de otro poco volveréis a verme’, les dice
Jesús. Y trata de explicarles. Nosotros también podríamos sentirnos confusos
con las palabras de Jesús, pero tratemos de situarlas en el contexto concreto
en que fueron dichas.
Estamos en lo que
podríamos llamar la sobremesa de la última cena; va a comenzar la pasión que le
llevaría a la cruz y a la muerte. Pero bien sabemos que Jesús tras su muerte
anuncia siempre su resurrección; era lo que continuamente les venía anunciando.
Ahora llega el momento de la pascua que era algo más que aquella cena del
cordero pascual que estaban comiendo, porque se iba a realizar la verdadera
pascua, la definitiva y eterna en su entrega hasta la muerte; pero nosotros no
contemplamos solamente a Jesús muerto, sino que siempre hablamos también de su resurrección.
¿Podemos entender ahora
mejor las palabras de Jesús ‘dentro de
poco no me veréis y dentro de otro poco volveréis a verme’? Podríamos decir
que una vez más nos está hablando de su muerte y su resurrección. Ahora le
veremos de forma nueva, porque ahora sí que le veremos auténticamente como
nuestro Salvador y Redentor.
Les habla también de su
vuelta al Padre. Recordemos que el evangelista Juan - es el evangelio que ahora
estamos también escuchando y comentando - cuando va a comenzar la pasión de
Jesús que El introduce con la cena del Cordero Pascual nos había dicho: ‘Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo
Jesús que había llegado la hora de dejar este mundo para ir al Padre, habiendo
amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo…’ Es la
hora de dejar este mundo, es la vuelta al Padre.
Precisamente dentro de
unos días con la liturgia vamos a celebrar la Ascensión del Señor al cielo.
Escucharemos en el evangelio de Marcos ‘el
Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios’. Es
también lo que confesamos en el Credo: ‘subió
al cielo y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso’.
Hoy nos dice: ‘dentro de poco dejaréis de verme, y dentro
de otro poco volveréis a verme’, pero ahora le veremos de forma nueva.
Hubiéramos deseado, como lo hubieran deseado los discípulos de entonces, seguir
viéndolo físicamente como le veían caminar por los caminos de Palestina. Pero
ahora hemos de aprender a verle de otra manera; ya no nos fiamos de los ojos
físicos de la carne para ver a Jesús, sino que desde los ojos de la fe tenemos
que aprender a verle y a reconocerle; y le tendremos en los sacramentos real y
verdaderamente presente Jesús en medio nuestro con su gracia y con su vida,
como tenemos que aprender a verle en el hermano, en el prójimo, porque sabemos,
porque El nos lo ha dicho, que todo lo que le hagamos al hermano a El se lo
estamos haciendo.
Claro que eso sólo lo podremos
descubrir desde los ojos de la fe. Quienes no tienen esa mirada de la fe, los
que no tienen fe en su corazón nunca podrán descubrirle ni verle. Por eso para
los no creyentes la vida de Jesús podría aparecer como un fracaso y un fracaso
para nosotros, porque les parece que nosotros podríamos sentirnos solos y
tristes. Nos dice Jesús: ‘Vosotros
lloraréis y gemiréis, mientras que el mundo se sentirá satisfecho’, o
creerá sentirse satisfecho y vencedor porque piensan que han derrotado a Jesús
porque ya no lo pueden ver; pero Jesús nos sigue diciendo ‘pero vuestra tristeza se convertirá en gozo’.
Efectivamente con la
luz de la fe no se nos sobrepondrá esa tristeza, sino que seremos capaces de
sacar la alegría de la fe desde lo hondo de nuestro corazón. No nos sentiremos
abandonados ni derrotados nunca, porque tenemos la certeza, la certeza que nos
da nuestra fe, de que Jesús es el vencedor, que Jesús es el resucitado y que
nosotros somos vencedores con El, estamos llamados a la victoria final.
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