El dará testimonio de mi y vosotros también daréis testimonio
Hechos, 16, 11-15; Sal. 149; Jn. 15, 26-16, 4
‘Cuando venga el
Defensor… el Espíritu de la verdad… El dará testimonio de mi… y también
vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo…’ Las palabras de despedida de Jesús
en la última cena embargan de pena y tristeza a los discípulos en el cenáculo,
porque todo lo que iba a suceder lo había anunciado repetidamente sin embargo
ellos no acaban de comprender. Cuando se nos anuncia algo que es penoso, pero
además no terminamos de entender el significado pleno de lo que va a suceder,
ese anuncio se nos hace especialmente doloroso. Sin embargo las palabras de
Jesús son de aliento, de esperanza, de ánimo para que nos falte la fortaleza
necesario.
Les habla del testimonio que han de dar de Jesús a
partir de su ausencia, pero les promete una fuerza especial, un Defensor, el
Espíritu de la verdad que el Padre enviará en su nombre, que también da
testimonio. Les dice además que les ha
hablado de todo esto ‘para que no se
tambalee su fe’.
Nosotros que ya conocemos en mayor plenitud los hechos
y todo lo que posteriormente sucedería en los comienzos de la Iglesia, y lo que
ha sido la vida de la Iglesia a través de los siglos si hacemos una lectura con
ojos de fe, comprendemos mejor todo lo que les está anunciando Jesús. Los
momentos de la pasión y la cruz fueron especialmente duros para los discípulos
por la ausencia de Jesús y por todo lo que iba sucediendo; posteriormente se
sentirían fortalecidos en la Pascua al contemplarle resucitado. Pero luego la
historia de los cristianos estuvo siempre llena de persecusiones y amenazas. Pero
ya nosotros vemos la asistencia del Espíritu Santo que les fortalecía y animaba
hasta el punto de salir contentos de la presencia del sanedrín cuando les
prohibían hablar del nombre de Jesús y eran castigados por ese motivo.
Pero nosotros miramos nuestra historia y lo que es el
momento presente en la vida de la Iglesia repartida por todo el mundo. No serán
ya en nuestro caso las sinagogas como dice Jesús, pero sí somos conscientes de
las dificultades que encontramos de todos lados en el anuncio de evangelio y en
el desarrollo de nuestra misión. Contratiempos y dificultades que no siempre viene de fuera, de enemigos de la
religión que también, sino desde dentro mismo del seno de la iglesia, del grupo
de los creyentes en los que no siempre encontramos los suficientes ánimos para
seguir haciendo ese anuncio del evangelio. La frialdad y la desgana de tantos,
la falta de compromiso y ese dejarse arrastrar en una vida anodina y sin
vitalidad muchas veces son peores enemigos del anuncio del evangelio para que
sea creible por parte de los que nos escuchan, que esos mismos enemigos declarados.
En todo tiempo hemos de dar testimonio, manifestarnos
como testigos de nuestra fe con nuestras obras y con nuestra vida. pero sabemos
donde está nuestra fuerza porque nunca nos faltará la asistencia del Espíritu
Santo. Y hemos de seguir haciendo el bien, luchando y trabajando por lo bueno,
dando nuestro testimonio porque somos nos testigos que no podemos ocultar
nuestra fe. Con nosotros está la fuerza del Espíritu, el que nos lo enseñará
todo y nos recordará cuando Jesús nos ha
enseñado; perel Espiritu que nos dará fortaleza frente a aquellos que se nos
opongan, pero también fuerza frente a esos enemigos que tenemos dentro de
nosotros mismos que tantas veces nos sentimos tentados de mil manera a
olvidarnos de ese testimonio que hemos de dar.
Que no nos falte ese espíritu misionero y apostólico.
Eso tiene que ser algo intrinseco al ser cristiano. No nos podemos adormecer ni
nos podemos acobardar porque podamos encontrar dificultades. Ese espíritu sería
señal de la vitalidad de nuestro cristianismo, de nuestras comunidades. Cuando
oramos al Señor pidiendo el aumento de vocaciones, en el fondo estamos pidiendo
ayuda al Señor también para que se fortalezca nuestra fe y se revitalice
nuestra vida cristiana.
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