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jueves, 21 de febrero de 2013


Tantas veces hemos experimentado que el Señor nos escucha

Esther, 14, 1.3-5.12-14; Sal. 137; Mt. 7, 7-12
‘Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor’. Con qué seguridad y con qué gozo se expresa el salmista. El gozo y la seguridad que sentimos nosotros también porque sabemos que el Señor siempre nos escucha. Parece como que da saltos de alegría el salmista y quiere contar a todos y quiere hacer sonar todos los instrumentos para que todos sepan y todos canten con él la gloria del Señor.
‘Te doy gracias de todo corazón, delante de los ángeles tañeré para ti… acreciste el valor en mi alma… el Señor completará sus favores conmigo porque tu misericordia es eterna…’ Quiere expresar cómo en la situación difícil no le falto la respuesta del Señor que le dio fortaleza a su alma - ‘acreciste el valor en mi alma’ -  para emprender la tarea que tenía que realizar o salir del peligro en que se encontraba porque el Señor nunca nos abandona.
Es lo que finalmente sentiría en su alma la reina Esther cuando se van sucediendo las cosas y al final podrá librar a su pueblo de la condena que pesaba sobre él. Por distintas circunstancias, Esther, una doncella judía, ha llegado a ser la esposa del rey. Pero ahora por las maquinaciones de Amán el pueblo está en peligro de ser exterminado. Mardoqueo le hace ver a la reina Esther que si ella está junto al rey será porque el Señor la ha puesto allí providencialmente para que sea salvación para su pueblo. Pero se siente sin fuerzas para interceder ante el rey porque no puede presentarse ante él si no es llamada. Es lo que provoca la oración que hoy escuchamos en el texto de la primera lectura; oración que va acompañada también por las súplicas y ayunos de todo su pueblo para que ella encuentre valor para realizar su misión.
Hermosa oración de confianza total puesta en el Señor con la certeza de que Dios va a poner las palabras adecuadas en sus labios para poder interceder ante el rey. ‘Pon en mi boca un discurso acertado cuando tenga que hablar ante el león’, pide Esther a Dios. Nos recuerda cómo Simón Pedro poniendo toda su confianza en el Señor se pone manos a la obra y echa las redes al lago cuando pensaba que allí no habría pesca posible; pero en el nombre del Señor los hace - ‘por tu palabra echaré las redes’ - y ya sabemos lo grande que fue la redada.
Una hermosa lección y un profundo mensaje. Cuántas veces nos vemos débiles o incapaces de realizar la obra que quizá se nos ha confiado; cuántas veces nos sentimos indefensos en nuestra lucha por ser mejores, en nuestro esfuerzo por superar situaciones difíciles, en el empeño que cada día queremos poner en nuestro trabajo por los demás o el cumplimiento de nuestras responsabilidades.
No tenemos por qué sentirnos débiles, incapaces o indefensos, porque con nosotros está el Señor. Lo que hemos de saber hacer es invocar el nombre del Señor, impetrar esa gracia que necesitamos que tenemos la certeza de que el Señor nos la dará. Nos sucede muchas veces que a pesar de que decimos que somos cristianos, personas creyentes, sin embargo actuamos como si no lo fuéramos porque no sabemos acudir a la gracia del Señor.
Hoy nos lo repite Jesús en el evangelio. ‘Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre’. Y nos pone ejemplos Jesús de lo que hará un padre con su hijo para decirnos cómo actuará el Señor con nosotros. Pedir, buscar, llamar; no sabemos cómo hacer, no nos sentimos con fuerzas, estamos desorientados, busquemos en el Señor, invoquemos a Dios; en El encontraremos siempre esa luz y esa fuerza que necesitamos. Siempre el Señor estará a nuestro lado con la luz y la fuerza de su gracia.
Podemos decir con toda razón tal como hemos repetido en el salmo: ‘Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor’. Y seguro que ahí en el corazón tenemos tantos recuerdos de tantas experiencias de haber sentido cómo el Señor nos ayudaba, cómo en tantos momentos casi sin saber por qué surgieron en nuestros labios palabras que parecían que no eran nuestras, o realizamos tantas cosas que nos parecía que éramos incapaces de hacerlas. El Señor nos escuchó y estuvo a nuestro lado con su gracia. Démosle gracias al Señor.

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