Rebosamos de alegría porque nos ha nacido un Salvador
Is. 9, 1-3.5-6; Sal. 95; Tito, 2, 11-14; Lc. 2, 1-14
Confieso que siento ganas de comenzar esta reflexión
cantando. ¿No tienen ganas ustedes también de cantar? ‘Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor’, como les
anunciaba el ángel a los pastores, como repetimos muchas veces nosotros en esta
noche santa y luminosa del nacimiento del Señor.
Todo es una invitación a la alegría, ‘porque un niño nos ha nacido, un hijo se
nos ha dado’. La noche se ha llenado de resplandor y en el cielo brillan
con un brillo especial las estrellas y es que ‘el sol nace de lo alto nos ha visitado para iluminar a los que viven
en tinieblas y en sombras de muerte’, como había proclamado Zacarías
proféticamente. ‘Ha aparecido la gracia
de Dios que trae la salvación a todos los hombres’. Las promesas se han
cumplido. ‘Lo que te ha dicho el Señor se
cumplirá’, le había dicho Isabel a María. Y aquí está su cumplimiento. ¿No
tenemos mil motivos para cantar y para rebosar de alegría?
La gloria del Señor nos envuelve a nosotros también de
claridad. Y aunque nos sobrecogen las maravillas del Señor, la grandeza del
momento que vivimos ya de nosotros desaparece el temor, porque ha llegado el
que nos viene a traer la paz, el que derrama el amor infinito de Dios en
nuestros corazones y nos viene a llenar de nueva vida.
Es grande el misterio que esta noche contemplamos. Pero
mira cómo son las cosas de Dios, este misterio no se manifiesta ni se realiza
en medio de grandezas humanas. Así son las cosas de Dios. No es en las riquezas
de los palacios, ni en el esplendor de los magníficos templos que los hombres
levantar para dar culto al Creador, sino en un lugar pequeño y humilde, como
fue Belén, como fue aquel establo, como es en aquel pesebre donde está
recostado el niño envuelto en pañales, como les anuncia el ángel a los pastores,
donde se realiza el misterio.
La página del evangelio no puede ser más sencilla, pero
nos está señalando el misterio maravilloso de la Encarnación de Dios que nace
hecho hombre como un niño en medio de la más absoluta pobreza para ser el
Emmanuel, Dios con nosotros. Cuando los profetas anunciaban como hemos venido
escuchando en el Adviento y nos invitaban a la alegría ‘porque el Señor ha cancelado tu condena y el Señor será el Rey de
Israel en medio de ti, es un guerrero que salva’, quizá podíamos haber
pensado en palacios reales o en ejércitos victoriosos.
Pero aquí está el misterio maravilloso de Dios. Ahí
contemplamos a ese niño recién nacido envuelto en pañales y recostado en un
pesebre, en medio de la pobreza de quien nada tiene, ni había sitio para él en
la posada de Belén y allá aquel pequeño establo se tuvieron que ir sus padres
María y José, que es el Mesías de Dios, que es el Hijo de Dios, que es nuestro
Salvador.
Quizá hemos llenado de demasiada poesía el lugar de
Belén y del nacimiento de Jesús y no terminamos de captar la maravilla y la
grandeza del amor de Dios que se manifiesta, sí, en lo pequeño y en la pobreza,
que por otra parte nos estará enseñando muchas cosas. Miremos, pues, ese mundo
de pobreza que nos rodea y tratemos también de descubrir a Cristo en él; ahí
también tenemos que encontrar a Cristo, ahí tiene que resplandecer la luz de
Cristo. El nacimiento de Jesús en Belén nos tiene que hacer tener una mirada
nueva a cuanto nos rodea. Nos enseñará también a hacer una lectura con ojos de
fe de cuanto nos sucede o de la realidad de la vida de cada día.
¿Quién es ese niño que contemplamos envuelto en pañales
y recostado en un pesebre? ¿Quién es el que viene y que con tanta esperanza estábamos
esperando? Es el Señor y es el Salvador; es el Mesías anunciado y con tantas
ansias esperado. Es quien viene a traernos la salvación, y cuando decimos que
viene a traernos la salvación no es como cosa del pasado, sino que esa
salvación se hace presente hoy y ahora en nuestra vida y para nuestro mundo.
Hemos repetido muchas veces que teníamos que sentirnos
necesitados de salvación. Pues ha llegado nuestro salvador que cancela la deuda
de nuestro pecado porque nos trae la gracia y el perdón. Ha llegado quien viene
a iluminar nuestra vida, porque cuando hablamos esta noche de resplandores y de
luz no lo hacemos como palabras bonitas y llenas de poesía sino como una
realidad de auténtica salvación para nuestra vida, para nuestro mundo.
En Jesús encontramos la fuerza y la gracia para esa
lucha de nuestra vida de cada día en muchas ocasiones tan dura; en El se
despiertan todas nuestras esperanzas para nuestro corazón tan desilusionado y
lleno de tinieblas en muchas ocasiones; en El comenzamos a vislumbrar que de
verdad podemos hacer un mundo nuevo y mejor; en El sentimos que podemos
ponernos de pie para vivir con un corazón libre y con un corazón siempre
dispuesto a amar y hacer lo bueno.
Ese gozo de esa esperanza renacida en nuestros
corazones con el nacimiento de Jesús es algo que hemos de también llevar a los
demás; tenemos que contagiar de esa esperanza a tantos corazones que tienen
rotas sus ilusiones y desesperanzas. Es el Salvador de todos los hombres; es una
salvación que a todos los hombres ha de alcanzar. Tenemos que ser portadores de
la Buena Noticia que trasmitieron los ángeles a los pastores, tenemos que ser
nosotros evangelio para el mundo que nos rodea porque tenemos que anunciarle y
hacerlo con nuestra propia vida además de con nuestras palabras que Jesús es en
quien de verdad encontramos la salvación.
Tenemos que ser luz para los demás, luz que refleje a
Cristo. Estos días todo se llena de luz porque celebramos la navidad, pero
quizá muchos se sienten confundidos porque se quedan en las luces externas y
efímeras y no han encontrado la verdadera luz que nos trae Cristo, la verdadera
luz que es Cristo y su evangelio. No nos quedemos en luces de adorno sino
vayamos en búsqueda de la verdadera luz. Celebramos la navidad pero no nos
dejamos iluminar por la luz de Jesús, esa es la incongruencia grande en que
vivimos. Y frente a todo eso nosotros los que creemos en Jesús tenemos que ser
un signo auténtico de esa verdadera luz. Así hemos de manifestar y proclamar
nuestra fe.
También quisiera en esta noche santa del nacimiento del
Señor quisiera dar gracias a Dios porque aun en medio de tantas oscuridades que
amenazan nuestro mundo, sin embargo podemos percibir destellos de luz en muchas
personas buenas, en muchas personas generosas y solidarias, en muchas personas
de buena voluntad que hacen el bien, pero en muchas personas que viven un
compromiso por los demás y son capaces de compartir y trabajar seriamente por
remediar necesidades, o por hacer un mundo mejor. No todo es oscuridad, también
hay resplandores de fe y de amor. Son semillas de luz, son semillas del
evangelio que van aflorando y por lo que tenemos que dar gracias al Señor.
‘Hoy nos ha nacido un
Salvador, el Mesías, el Señor’,
queremos, sí, cantar porque estamos llenos de gozo y alegría grande en esta
noche en que celebramos el nacimiento del Señor. Sentimos que nace una nueva
vida en nosotros. Vivamos esta navidad con toda intensidad conscientes de que
en verdad podemos hacer un mundo mejor. Hagamos resplandecer en medio de
nuestro mundo la luz verdadera que ilumina nuestra vida. Que así hagamos en
verdad una navidad más feliz para todo nuestro mundo.
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