Nos ha amanecido un día sagrado, una
gran luz ha bajado a la tierra
‘Nos amanecido un día
sagrado; venid, naciones, adorad al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a
la tierra’. El
amanecer de este día es distinto. El Sol no se ha quedado en lo alto del cielo,
sino que ha bajado hasta la tierra para darle a todo un nuevo resplandor. La
noche se había convertido en día y en el amanecer de este nuevo día tenemos al
Sol en medio de nosotros.
Escuchábamos en la misma víspera del nacimiento del
Señor que así lo cantaba Zacarías en el nacimiento del Bautista. Dios ha
visitado a su pueblo, el sol que nace de lo alto nos ha visitado para iluminar
a los viven en tinieblas y en sombra de muerte. Es un día nuevo; es un día
distinto. Es navidad, es el día del nacimiento de Jesús en Belén, que es el día
en que Dios quiso poner su tienda entre nosotros. Venid, adoremos al Señor
porque una gran luz, la única luz que nos ilumina de verdad, ha bajado a la
tierra, como decíamos en la antífona.
En medio de la noche cuando todo se llenó de resplandor
en el nacimiento de Jesús - ¿cómo no iba a llenarse de resplandor si allí
estaba la luz del mundo? - los ángeles entonaron el cántico de toda la creación
para anunciar a los pastores que había nacido el Salvador. ‘Os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo,
proclamaban: hoy en la ciudad de David os ha nacido un Salvador, el Mesías, el
Señor’. Y les dio las señales de cómo lo iban a encontrar. No tenían que ir
a palacios ni a lugares importantes. Habían de buscar un pesebre y un niño
recostado en él envuelto en pañales.
Y los pastores creyeron. Los pobres y sencillos tienen
un especial olfato para las cosas de Dios y sus maravillas. Los poderosos, los
sabios y los entendidos les cuesta más; cuando llegaron los magos a Jerusalén
preguntando por el recién nacido tuvieron que ponerse a estudiar en las
Escrituras. Y es cierto que las Escrituras los condujeron a Belén. Pero ahora
los pastores, los sencillos, se fían de las palabras del ángel. ‘Vayamos derechos a Belén, a ver eso que
nos ha pasado y nos ha comunicado el ángel’. Ya ellos estaban viviendo el
acontecimiento, ‘a ver eso que ha pasado’ comentan.
Y se van corriendo derechos a Belén siguiendo las
indicaciones del ángel y allí encontraron todo como les habían dicho. ‘Fueron corriendo y encontraron a María, a
José y al Niño acostado en el pesebre’. Todo será admiración y alabanzas.
Contaban una y otra vez todo lo sucedido. Los pobres se alegran en el Señor
porque a ellos se les ha comunicado la Buena Noticia. ¿No nos recordará lo que
Jesús luego nos dirá con los profetas en la sinagoga de Nazaret?
Nosotros en esta mañana también hemos venido a Belén,
también hemos venido al encuentro con el Señor. También creemos y también
queremos adorar. Queremos proclamar bien alto
y bien fuerte nuestra fe. Lo que nos han contando, lo que los profetas
nos habían anunciado, lo que en la tradición de la Iglesia se nos ha ido
comunicando y enseñando a través de los siglos, para lo que nos hemos ido
preparando a lo largo del Adviento lo vemos cumplido delante de nuestros ojos.
Abrimos los ojos de la fe. Aquí está el Señor. Este
niño recién nacido envuelto en pañales y recostado en el pesebre es nuestro
Salvador. ¿No decíamos que estamos necesitados de salvación? ¿No hemos venido
reconociendo que en nuestra vida hay oscuridades, que nos llenamos de dudas en
ocasiones, que algunas veces parece que hemos pedido la esperanza, que nos
desalentamos tantas veces en nuestras luchas porque parece que el mal puede más
que nosotros? Aquí tenemos nuestro
Salvador. Sí, nuestro Salvador, porque solo en Jesús vamos a encontrar la
verdadera luz; solo en Jesús encontramos el aliento que nos anime en nuestros
desalientos, solo en Jesús encontramos el perdón para tantas veces que hemos
caído, que hemos errado el camino o por nosotros hemos querido tomar otro
alejándonos de los caminos del Señor; solo en Jesús vamos a tener la fuerza
para esa lucha de cada día por hacer un mundo mejor, solo en Jesús vamos a
encontrar esa gracia que nos da nueva vida. Es quien nos ha redimido y dado
nueva vida con el perdón de nuestros pecados.
Os ha nacido un
Salvador, el Mesías, el Señor.
Este Jesús es el Ungido del Señor, el Mesías de Dios anunciado por los
profetas, el Cristo en quien encontramos nuestra Salvación. Es el Señor, es
quien, como diría después de Pentecostés Pedro, a quien Dios había constituido Señor y Mesías, resucitándolo de entre
los muertos. Lo reconocemos como nuestro Señor, como el Hijo de Dios que el
Padre ha enviado para ser nuestro Salvador. Tanto nos amo Dios que nos envió a
su Hijo. Ahora nosotros lo reconocemos, ahora nosotros confesamos nuestra fe.
Es la noticia que nos ha convocado para venir hasta Belén,
para venir al encuentro con Jesús en esta fiesta grande de su nacimiento. Pero
es la noticia de la que nosotros también tenemos que hablar, tenemos que
comunicar a los demás. Lo que ahora estamos viviendo no se puede quedar
encerrado en estas cuatro paredes, lo que
hemos visto y oído no lo podemos callar, como dirían mas tarde los apóstoles.
Lo que es hoy nuestra alegría porque en Jesús se satisfacen todas nuestras esperanzas,
en El encontramos todo el sentido y la alegría de nuestra vida no lo podemos
callar.
Y no es solamente que estos días nos felicitemos o nos
digamos feliz navidad, sino que tiene que ser algo mucho mas hondo que unas
palabras lo que tenemos que trasmitir. Nuestra vida ha de ser signo en medio de
los demás, como unas estrellas bien puestas en lo alto, que anuncien a la
humanidad la salvación que nos trae Jesús.
No todos a nuestro alrededor viven de igual manera la
navidad. Para algunos son solamente unas fiestas que aprovechan para el
descanso o la diversión o para el encuentro de los amigos o las familias. Quizás
andan a oscuras porque la fe se les ha debilitado o la han perdido. Y es ahí
donde tenemos que llevar nuestra luz, o menor, la luz de Jesús.
Es la fe que tenemos que despertar en los demás para
que también vayan al encuentro con Jesús, para que todos se dejen iluminar por
esa luz. Nuestra vida, nuestros comportamientos, nuestra manera de vivir la
navidad, como la forma como nos enfrentamos a los problemas o nos comprometemos
con nuestro mundo por hacerlo mejor, tiene que ser una luz que ilumina, una
estrella que guié, un ángel anunciador que les conduzca a Belén, que les haga
encontrarse con Jesús. Ese tendría que ser nuestro compromiso de navidad.
Nos ha amanecido un día
sagrado. Ha aparecido la gracia y la bondad de Dios. Llega el Salvador, llega la salvación
para nuestro mundo. Ha brillado bien alta la luz que nos anuncia el nacimiento
de Jesús. Seamos luz que ilumine y conduzca a nuestro mundo a ese encuentro con
Jesús.
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