Unas parábolas que nos hablan de lo que es lo primero en la vida
Jer. 15, 10.16-21; Sal. 58; Mt. 13, 44-46
Ojalá llegáramos a descubrir de verdad que creer en Jesús y seguirle es el más preciado tesoro que nosotros podamos alcanzar. Nos decimos cristianos, que tenemos fe en Jesús pero quizá no siempre en nuestra vida con lo que hacemos, en la manera de comportarnos, expresamos realmente la radicalidad que tendría que significar el seguimiento de Jesús, que en verdad la fe que tenemos en Jesús es el tesoro más grandioso que tenemos. ¿Seremos capaces de dejarlo todo por seguir a Jesús?
Como nos dicen las parábolas escuchadas en el evangelio el que encuentra un tesoro hará todo lo posible por obtenerlo. Como dice la parábola vende todo lo que tiene para poder comprar aquel tesoro, o aquella perla preciosa que ha encontrado. En las cosas materiales somos interesados y ponemos todos nuestros empeños, pero ¿será así en el seguimiento de Jesús?
Pero es necesario, para comenzar, que estemos convencidos del valor de nuestra fe y de nuestro seguimiento de Jesús? Creer no es un barniz que le damos a nuestra vida como si fuera un adorno, lo hemos reflexionado en muchas ocasiones. Creer en Jesús para seguirle y llegar a llamarnos cristianos de verdad no es simplemente dejarnos llevar por unos sentimientos primarios de religiosidad con los que quisiéramos contentar a Dios para que El nos ayude y nos salgan las cosas bien en nuestra vida.
Es por eso, quizá, por lo que esa fe no está empapando totalmente nuestra vida para que todo nuestro actuar y nuestro vivir sea conforme al evangelio; es por lo que los comportamientos de nuestra vida cristiana los volvemos ocasionales y como decimos muchas veces, primero está la obligación que la devoción, como si la fe fuera solo una cosa de devoción; es por lo que nuestro compromiso es poco firme y nos contentamos simplemente con unas migajas de nuestra vida; es por eso por lo que somos poco generosos en nuestra entrega, en nuestro darnos en nuestra vida cristiana; es por lo que incluso la expresión religiosa de nuestra fe, en nuestros rezos y oraciones y también en nuestras celebraciones y devociones, se vuelve en ocasiones tan superficial sin llegar a lo hondo de nuestra vida.
Las parábolas nos hablan de la radicalidad del seguimiento de Jesús. Jesús y su reino es lo más importante de nuestra vida. Como nos dirá en otra ocasión ‘el que no está conmigo, está contra mí, el que no recoge conmigo, desparrama’. Jesús en verdad tiene que ser el centro de nuestra vida y nuestra razón de ser. Buscar el Reino de Dios y su justicia, nos dirá, ha de ser lo primero, que lo demás se nos dará por añadidura. Por eso siempre hemos de estar buscando lo que es la voluntad de Dios. Descubrir desde Dios el verdadero valor de la vida, de las cosas; descubrir los valores del evangelio para convertirlos en fundamento de nuestro actuar. Buscar en todo momento lo que es la gloria del Señor ha de ser siempre nuestra tarea.
¿De qué me vale ganar el mundo entero si pierdo lo que es más fundamental? Así nos dirá Jesús en otros momentos. Es lo que nos viene a decir en cierto modo con estas parábolas; vendemos todo por alcanzar la perla preciosa, por obtener ese tesoro. Por eso, por seguir a Jesús dejamos todo atrás, nada nos puede restar ni retener en ese camino de su seguimiento. En alguna ocasión nos habla de dejar atrás padre, madre, hermano, mujer, hijos, casa para seguirle, porque el que no es capaz de negarse a si mismo no es digno del Reino de Dios. Para eso Jesús nos ha liberado, para eso nos redimido y salvado, para eso nos da su gracia que nos fortalece en ese camino de fe y de amor que hemos de recorrer.
Que el Señor ponga generosidad y valentía en nuestro corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario