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jueves, 26 de julio de 2012

San Joaquín y Santa Ana y el homenaje de nuestro amor a nuestros mayores

Eclesiástico, 44, 1.10-18; Sal. 131; Mt. 13, 16-17

La liturgia nos invita a celebrar en este día a san Joaquín y Santa Ana, los padres de la Virgen María. Desde los primeros siglos del cristianismo, cuando la Iglesia comenzó a honrar a aquellos que habían vivido una vida santa para la gloria del Señor, y cuando comenzó a hacer memoria también de los mártires que habían dado su vida y derramado su sangre por el nombre del Señor, comenzó a surgir también la devoción y el culto a la fue la madre de la Virgen, santa Ana. El culto a san Joaquín se introduciría en la Iglesia siglos más tarde.

San Joaquín y Santa Ana fueron los padres de María, la Madre del Señor, en consecuencia los abuelos de Jesús. Su vida y el nacimiento de María, fruto de este santo matrimonio, está unido a bellas tradiciones que no tienen ningún fundamento en el evangelio, pero en las que se contempla el eslabón entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento a través de la había de ser escogida por el Señor para ser la Madre de Jesús, la Madre de Dios que nos regalaría también Jesús como nuestra madre. En san Joaquín y Santa Ana los padres antiguos contemplan la anunciada raíz de Jesé que había de florecer, dejándonos el hermoso fruto de María de la que había de nacernos el Salvador.

Como decíamos, en el evangelio no encontramos ninguna referencia a los padres de María, pero si nos habla el evangelio de san Lucas de otros santos ancianos, Simeón, hombre justo y piadoso que esperaba el futuro consuelo de Israel, y Ana, aquella viuda profetisa que no se apartaba del templo día y noche con ayunos y oraciones en la esperanza cierta de la llegada del Salvador que traería la liberación a Jerusalén. En ellos podemos ver personificados en el evangelio las esperanzas del corazón de Joaquín y Ana, como decíamos, eslabones necesarios entre el Antiguo y Nuevo Testamento, porque de su descendencia había de nacer el Mesías esperado.

Por eso san Juan Damasceno en sus sermones podrá hablar en estos términos de Joaquín y de Ana: ‘¡feliz pareja! La creación entera os es deudora; por vosotros ofreció ella al Creador el don más excelente entre todos los dones: una madre venerable, la única digna de Aquel que la creó… conseguisteis por la gracia de Dios, un fruto superior a la ley natural ya que engendrasteis para el mundo a la que fue la madre de Dios sin conocer varón… una hija superior a los ángeles, que es ahora la reina de los ángeles…’

Es a quienes estamos celebrando en este día, con la particularidad hoy de que al hacer memoria y fiesta en su honor reconocemos en ellos a los que fueron los abuelos de Jesús. Es por eso, por lo que este día queremos convertirlo en el día de todos los abuelos. Personas mayores, ya muchos quizá en el ocaso de sus vidas, aunque el ser abuelo no tenga que significar necesariamente el tener mucha edad, pero sí queremos convertir este día en homenaje y reconocimiento a todos vosotros, mayores, que nos habéis precedido en el camino de la vida y que nos habéis dejado muchas cosas hermosas que tendríamos que saber reconocer y valorar.

Muchos quizá piensan o sólo se fijan en la debilidad de vuestros cuerpos llenos de años y en los que aparecen numerosos achaques y enfermedades, pero sin pensar quizá que ha sido el desgaste de vuestra vida en los trabajos duros que habéis realizado siempre pensando en lo mejor que deseabais dejarnos como herencia. No era siempre la búsqueda de riquezas y ganancias materiales, aunque sí la búsqueda de lo necesario para ofrecernos una vida digna; pero cuántos valores espirituales, de altruismo, de generosidad, de sacrificio, de entrega nos habéis dejado como la más hermosa riqueza.

No importan los achaques y debilidades físicas, sino la riqueza envidiable de vuestro corazón generoso que se ha desgastado por los hijos, por los que os rodeaban, en fin de cuentas para hacer un mundo mejor para todos. A vuestra manera, según vuestros criterios, pero siempre ansiosos de bien y de verdad, cuántas cosas hermosas podemos aprender de vosotros.

En esas historias que nos contáis, que algunas veces en nuestro egoísmo nos puedan resultar cansinas y repetitivas, si abriéramos bien los ojos y los oídos del corazón, serían muchas las cosas que podríamos aprender y que si siguiéramos vuestros consejos e intuiciones seguro que estaríamos trabajando por un mundo mejor. En nuestra autosuficiencia nos creemos a veces que nada nos podéis enseñar. No serán conocimientos científicos, pero sí será una sabiduría de la vida que es la que en verdad nos hará ricos desde lo más profundo.

Queremos aprender de vosotros; queremos escuchamos; queremos contemplar vuestras vidas, vuestros corazones atormentados que son siempre por el amor que hay en ellos, vuestras manos encallecidos o vuestros rostros llenos de arrugas, pues cada una de esas arrugas, de esos callos, o de esos sufrimientos han sido unos actos de amor porque queríais dejarnos de verdad un mundo mejor.

Sois vosotros también un eslabón importante en el camino de la fe; ha sido quizá una fe sencilla y sin demasiadas profundidades de conocimientos teológicos, pero seguramente tenéis más conocimiento de Dios del que nosotros podemos imaginar, tenéis un sentido de Dios y de la fe que ya quisiéramos para nosotros que nos decimos conocer tantas cosas. Seguid manifestándonos el testimonio y el ejemplo de vuestra fe. En la medida en que la vais compartiendo con nosotros también vuestra fe irá creciendo y alcanzando esa hondura que os hace estar cerca de Dios.

Sí os queremos decir que os queremos y hacemos todo lo que está en nuestras manos desde nuestras posibilidades que a veces son escasas, para haceros más felices, que nada os falte, y que al menos no os falte nunca el cariño de quienes os atendemos y queremos hacer mucho por vosotros aunque algunas veces no acertemos a hacerlo todo bien. Pero no os faltará nuestro cariño que queremos recibáis hoy de manera especial en esta celebración en la que con vosotros oramos, con vosotros queremos dar gracias a Dios por vuestra vida, por todo lo que recibís de quienes os atienden y por todo lo que también nosotros recibimos de vosotros.

No os olvidéis de nosotros en vuestras oraciones, que con todo cariño queremos atenderos y ofreceros todo lo mejor. Gracias, queridos abuelos y abuelas.

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