Preocupémonos de tener limpio el corazón…
1Reyes, 8, 22-23.27-30; Sal. 83; Mc. 7, 1-13
¿Nos lavamos las manos restregando bien o nos
preocupamos de tener limpio el corazón? Algunas veces nos preocupamos más de lo
que aparece por fuera, que de lo que realmente tenemos dentro del corazón. Es
el primer pensamiento que surge al escuchar hoy el evangelio con la pregunta
que le hacen los fariseos a Jesús. Y es en lo que Jesús quiere hacerles pensar,
quiere hacernos pensar.
‘¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no
siguen tus discípulos la tradición de los mayores?’, vienen a preguntarle unos
fariseos y unos escribas de Jerusalén a Jesús. El evangelista nos explica lo
que eran las tradiciones de los judíos, sobre todo de los fariseos, a este
respecto.
Nos puede suceder que cosas que son buenas en si mismas
pero que no tienen una gran trascendencia las convertimos en fundamentales y
esenciales de manera que si no las
hacemos, parecería que estamos haciendo un gran delito. El tema de lavarse o no
lavarse las manos antes de comer lo podemos ver necesario desde el punto de
vista higiénico. En un momento determinado quizá se quiso ver como una imagen o
un signo de la pureza interior de la persona, pero se podía tener el peligro al
final de darle más importancia al gesto higiénico que a la propia pureza
interior. Por eso nos hacíamos la pregunta del principio. Y así, como dice
Jesús, en muchas cosas.
Jesús les recuerda lo dicho por el profeta: ‘Este
pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que
me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejáis
a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres’.
Bueno es hacer una ofrenda al templo como una forma de
honrar al Señor procurando tener un lugar digno para su culto o para el
encuentro o la reunión de los creyentes. Pero llegar a la práctica de lo que
Jesús les denuncia que por hacer una ofrenda al templo de sus bienes abandonar,
en este caso, a los padres o a los seres queridos, creo que nos damos cuenta de
que no es eso lo que quiere el Señor.
¿Qué es lo que el Señor realmente quiere o nos pide?
Misericordia quiero y no sacrificios, nos dirá Jesús en otro lugar recordando
también a los profetas. Es importante ese amor con el que llenemos nuestro
corazón. Es importante esa pureza interior, alejando de nosotros toda maldad y
todo pecado. Vayamos con un corazón puro al Señor que es lo importante.
No nos quedemos en el rito externo; no nos quedemos en
la apariencia; no busquemos encandilar a los demás con las cosas externa que
nosotros hagamos por muy hermosas que sean, porque si las manchamos con la
vanidad, la apariencia y el orgullo, de nada nos sirven. Ya nos dirá Jesús que
lo que haga tu mano derecha que no lo sepa la izquierda, para que no hagamos
nunca ostentación de las cosas buenas que hagamos. Lo importante no es nuestra
gloria sino la gloria del Señor.
Por eso tenemos que revisar muchas actitudes y nuestra
manera de hacer las cosas. Algunas veces nos cuesta esa revisión de posturas y
maneras de hacer, porque de entrada nos pensamos que siempre lo hacemos bien.
Pero el evangelio nos hace confrontar continuamente lo que hacemos para que
busquemos la mayor gloria de Dios en todas nuestras obras. Y en referencia, por
ejemplo, a lo que antes mencionábamos de nuestras ofrendas, pensemos si no
damos mayor gloria a Dios cuando compartimos con el hermano necesitado que
cuando hacemos una obra donde busquemos un lucimiento personal por esos regalos
hermosos que podamos hacer en nuestras promesas o exvotos que ofrecemos en
nuestros templos.
San Juan Crisóstomo era muy fuerte hablando contra
aquellos que se preocupaban de tener unos templos llenos de riquezas y
adornados con bellas joyas, mientras, como él decía, el cuerpo del Señor en los
pobres y necesitados pasaba hambre y pasaba frío porque no tenía qué comer o
con qué abrigarse.
Preocupémonos, entonces, de la pureza interior y del
verdadero adorno de nuestro corazón que tienen que ser nuestras obras de amor.
Es en lo que siempre tenemos que resplandecer.
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