Contemplamos la gloria del Señor para llenarnos de vida eterna
1Jn. 2, 22-28; Sal. 97; Jn. 1, 19-28
‘Los confines de la tierra han contemplado la victoria
de nuestro Dios’, hemos repetido en el salmo. Con
todo sentido lo hemos rezado en el salmo, porque es lo que estos días estamos
viviendo, celebrando, sintiendo en lo más hondo de nosotros mismos. Todos
podemos contemplar la gloria del Señor.
El
resplandor de Belén en el nacimiento de Jesús ha de llegar a todos porque para
todos llega la salvación. Primero serían los pastores a los que los ángeles
entre resplandores de cielo anuncian el nacimiento de un Salvador. Un
responsorio que decimos con todo sentido precisamente cuando estamos iniciando
esta semana en la que vamos a celebrar la Epifanía del Señor dentro de unos
días.
La luz de
la estrella que conduce a Belén será anuncio de salvación para todos los
pueblos porque ‘el Señor da a conocer su
victoria, revela a las naciones su justicia’. En la Epifanía vamos a
contemplar a aquellos hombres que vienen de lejos guiados por la estrella para
adorar a Jesús. Nos sentimos invitados a cantar al Señor, a darle gracias por
la salvación que llega a nuestra vida, justicia y salvación para todos los
pueblos.
En el
evangelio en estos días que preceden a la celebración de la Epifanía iremos
escuchando diversos testimonios que nos conducen a nuestra fe en Jesús.
Escucharemos el testimonio del Bautista que señala a sus discípulos el paso de
Jesús para que le sigan.
Hoy hemos
escuchado cómo vienen de Jerusalén hasta el Bautista en el desierto pidiéndole
explicaciones de lo que hace y anuncia allá junto al Jordán. ‘Tú, ¿quién eres?... ¿eres el Mesías? ¿Eres
el profeta? ¿Qué dices de ti mismo?...’ No es ni el Mesías, ni Elías, ni el
profeta pero si bautiza con agua es porque ha venido como precursor para
preparar los caminos del Señor. Pero ‘en
medio de vosotros hay uno que vosotros no conocéis’, les dice. El no se
siente digno ni de desatarla la correa de su sandalia. Ya hemos comentado este
texto no hace muchos días.
En medio
de nosotros está. Nosotros ya lo estamos celebrando. Hemos de reconocer en ese
Niño recién nacido en Belén al Mesías de Dios, al Salvador de nuestra vida, a
nuestro Redentor. Todo tiene que llevarnos a esa confesión de fe en Jesús.
Hemos de hacer crecer nuestra fe. Tenemos que saber reconocerle, pero también
que cada día le conozcamos más para que así alcancemos la vida eterna. Es
importante esto, el conocimiento de Jesús, el conocimiento de su evangelio, de
su mensaje de salvación. Es importante ir profundizando cada vez más en ello.
Cómo tendríamos que tener la inquietud de escuchar profundamente su palabra, de
leer el evangelio.
Es
necesaria esa fortaleza de la fe para que no dudemos ni nos echemos para detrás
y así podamos alcanzar la salvación, la vida eterna. Como nos indicaba Juan en su carta, que estamos
leyendo en la primera lectura ‘lo que
habéis oído desde el principio que permanezca en vosotros. Si permanece en
vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis
en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que El mismo os hizo: la vida
eterna’.
No
perdamos nunca de vista esta esperanza de vida eterna que anima nuestra vida.
Nuestro gozo y nuestro premio lo tendremos siempre en el Señor.
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