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martes, 18 de octubre de 2011

San Lucas, el cantor de la mansedumbre y la misericordia de Cristo

2Tim. 4, 9-17;

Sal. 144;

Lc. 10, 1-9

‘San Lucas, al darnos su evangelio, nos anunció el Sol que nace de lo alto, Cristo, nuestro Señor’. Así se proclama en una antífona de la Liturgia de las Horas en Laúdes en esta fiesta de san Lucas evangelista que hoy celebramos.

Efectivamente, casi en las primeras páginas del evangelio, en el cántico de Zacarías por el nacimiento de Juan así se nos dice: ‘Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte’. En medio de resplandores de luz nos describirá precisamente el evangelista san Lucas el nacimiento de Jesús. Y el anciano Simeón, también nos lo narra este evangelista, da gracias a Dios por sus ojos han visto al Salvador ‘a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel’.

‘El cantor de la mansedumbre de Cristo’, llama Dante a san Lucas, porque en su evangelio como en ninguno se nos habla de la misericordia de Dios. Ya lo mencionábamos en el cantico de Zacarías ‘por la entrañable misericordia de nuestro Dios’, será igualmente en el cántico de María que bendice al Señor ‘cuya misericordia llega a sus fieles de generación en generación…’ Pero será sobre todo en las parábolas que nos hablan de la misericordia de Dios que nos trasmite de manera especial este evangelista – el hijo pródigo, la oveja perdida, la moneda extraviada, por ejemplo -, o todos los signos, milagros, que nos describe para manifestarnos así cómo es el rostro misericordioso de Dios que se nos manifiesta en Jesús.

O, como hemos pedido en la oración litúrgica de esta fiesta ‘elegiste a san Lucas para que nos revelara tu amor a los pobres’; por eso le pedíamos también lo que ya san Lucas nos describirá en los Hechos de los Apóstoles sobre el espíritu de aquellas primeras comunidades cristianas que ‘a cuantos se glorían en Cristo, vivir con un mismo corazón y un mismo espíritu para atraer a todos los hombres a la salvación’.

Quien nos trasmite la Buena Nueva, el Evangelio, de la misericordia, del amor a los pobres nos está enseñando también cómo ha de ser ese amor en nuestro corazón para todos, pero en especial para con los pobres y los que sufren. La Parábola del Buen Samaritano, única en este evangelio, nos enseña quién es nuestro prójimo y cómo hemos de acoger y tratar a todo prójimo, con amor y misericordia.

‘Para atraer a todos los hombres a la salvación’, decíamos antes que pedíamos y el evangelio de Lucas es lo que nos está enseñando. Primero serán los pobres, los pastores de Belén, a los que se les anuncia la Buena Nueva del nacimiento de Jesús; y serán los magos de oriente, venidos de lejos, los que vienen buscando al recién nacido rey de los judíos porque han visto surgir su estrella en el cielo – el Sol que nace de lo alto – y al que le ofrecerán oro, incienso y mira, reconociendo no solo su humanidad, sino tambien su condición divina de Hijo de Dios que trae la salvación a todos los hombres.

Antes de Pentecostés, ya en el libro de los Hechos, Lucas nos trasladará las palabras de Jesús que anuncian la presencia y la fuerza del Espiritu para que sean testigos no sólo en jerusalén y Judea, sino en Samaría y hasta los confines de la tierra. Pedro, nos narrará Lucas, bautizará al centurión Cornelio en Cesarea y Pablo se dedicará al anuncio de la Buena Nueva del Evangelio a los gentiles.

Cuando estamos celebrando la fiesta de este evangelista, he querido fijarme en algunas de las características del evangelio de Lucas y de los Hechos de los Apóstoles, de los que también es autor, porque quizá son aspectos que necesitamos resaltar en la vivencia de nuestra fe y en el testimonio de nuestra vida cristiana. Ese amor y misericordia de Dios manifestado para con todos, especialmente los pobres y los pecadores, que ha de ser también nuestro anuncio, el anuncio y el testimonio de la Iglesia hoy y que con nuestra vida hemos de proclamar manifestándonos así como verdaderos testigos de Jesús.

Que la intercesión de san Lucas nos ayude a vivir con ese mismo corazón y ese mismo espíritu para atraer a todos por nuestro testimonio a los caminos de la fe y de la salvación.

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