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miércoles, 29 de junio de 2011

Tú eres Simón, hijo de Juan, pero te llamarás Cefas…

rezad por mi que es aniversario de mi ordenación. gracias

Hechos, 12, 1-11;

Sal. 33;

2Tim. 4, 6-8.17-18;

Mt. 16, 13-19

Hay ocasiones en que por circunstancias de la vida nos presentan a una persona con la que luego vamos a tener una intensa relación y que en cierto modo va a influir mucho en nuestra vida. Podíamos decir que esto es lo que le sucedió a Simón con la presentación que le hizo su hermano Andrés.

‘Hemos encontrado al Mesías… aquel de quien hablaron los profetas’, le dijo a Simón tan pronto se lo encontró. ‘Y lo llevó hasta Jesús’, dice sencillamente el evangelista. Se lo presentó a Jesús, de manera que ‘Jesús se le quedó mirando y le dijo: Tú eres Simón, hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro)’.

Fue su primer encuentro con Jesús a instancias de su hermano que desde allá desde el Jordán se había ido tras Jesús. Y ahora comenzaría un camino para Pedro, como ya le llama Jesús desde el primer momento. Le escuchará seguramente cuando habla Jesús en la Sinagoga o cuando se reúne en grupos por los caminos o allá junto a la orilla del lago. Pronto Jesús irá a su casa y la suegra de Pedro será beneficiaria de las primeros de los milagros de Jesús.

Más tarde, será Jesús el que lo invite a seguirle de forma concreta cuando está allá remendando las redes en la playa y comenzará a seguir con más insistencia a Jesús. ‘Venid conmigo y os haré pescadores de hombres’. Se sentía cautivado por Jesús de manera que él y su hermano Andrés y luego Santiago y Juan que reciben la misma invitación ‘dejaron las redes y lo siguieron’.

Comenzará Pedro a sentir algo especial dentro de sí de manera que cuando echa las redes porque Jesús se lo pide, lo hará sencillamente ante la petición de Jesús; ‘en tu nombre echaré la red,’ y al ver la redada de peces tan grande ya sentirá que no es digno de estar ante Jesús en el que comienza a descubrir el misterio de Dios: ‘Apártate de mi, que soy un hombre pecador’.

Será de los escogidos y llamados de forma especial por Jesús para formar parte del grupo de los doce. Allí irá aprendiendo lo que Jesús habla del amor y del servicio, de hacerse el último y ser el servidor de todos. Irá vislumbrando que merece la pena seguir a Jesús porque hay algo en Jesús que lo cautiva por dentro. Y pronto Jesús irá manifestando una predilección especial porque lo llevará a la resurrección de la hija de Jairo o lo subirá hasta el Tabor. ‘¡Qué bien se está aquí!, exclamará, hagamos tres tiendas…’ aunque como dice el evangelista no sabía lo que se decía. Esstaba vislumbrando ya la gloria del Señor que se manifestaba en Jesús.

Ya Jesús comenzaba a ser importante para él, porque lo habían dejado todo por seguirle y aunque a veces aún no comprendían todo lo que les decía, o cuando les hablaba de su subida a Jerusalén donde sería entregado en manos de los gentiles, o cuando les hablaba del pan de vida que era su carne y que había que comer para tener vida, sin embargo, ¿a dónde iban a ir, si Jesús tenía palabras de vida eterna?

Por eso cuando Jesús pregunte ya más directamente que piensan de El, lo que opina la gente, o lo que opinan ellos mismos, los discípulos que siempre están con El, será Pedro quien se adelante a hacer su profesión de fe en Jesús. ‘Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo’. Si un día Jesús lo había llamado Pedro ahora se entiende el por qué de ese nombre. ‘Dichoso, Simón, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y ahora yo te digo, tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’.

Allí estaba la promesa del primado, por el que tendría que ser el primero en servir a sus hermanos. ‘Mantente firme para que cuando te recobres confirmes en la fe a mis hermanos’. Pero habrá de pasar también por la prueba, la duda, la negación y la purificación. ‘Iré contigo a donde quiera que vayas… por ti daré mi vida’, y se llevará espada colgada al cinto para defender a Jesús, pero tras el prendimiento de Jesús en el huerto, donde se caía de sueño y no había sido capaz de velar en oración ni una hora con Jesús, vendrían la huída, las negaciones, y el encerrarse en el Cenáculo.

Contemplaría con Juan avisado por Magdalena el sepulcro vacío, y cuánto le seguiría doliendo en el alma su triple negación ahora que no sabía ni siquiera donde estaba su cuerpo, pero será uno de los primeros a quienes se manifieste Jesús resucitado. Más tarde, allá en Galilea, junto al lago, porfiará de nuevo su amor por Jesús y se le confirmará la misión que un día se le había prometido. ‘Apacienta mis ovejas, apaciente mis corderos’.

Ahí están unos retazos de la vida de Pedro y de su amor por Jesús. El Pedro que hoy celebramos y que lo hacemos junto con san Pablo también. El Pedro que luego lo proclamará valientemente tras la venida del Espíritu como el Señor a quien Dios había resucitado de entre los muertos. El Pedro que veremos en el nombre del Señor dirigiendo la Iglesia, pastoreando el pueblo de Dios y que sigue haciéndolo en sus sucesores los Papas de todos los tiempos a través de toda la historia de la Iglesia.

El Pedro que hizo un recorrido de seguimiento de Jesús que ha de ser imagen del recorrido que nosotros vamos haciendo en nuestro camino de fe y que con el hermoso testimonio de Pedro nos sentimos alentados en el Señor. Todo esto que hemos ido reflexionando el camino de Pedro hemos de rumiarlo dentro de nosotros porque mucho nos ayudará para nuestro camino de fe, para nuestra vida cristiana de seguimiento de Jesús. Queremos nosotros también seguir a Jesús, conocer a Jesús, estar con Jesús, decir que a dónde vamos a ir si en Jesús encontramos la vida eterna.

En comunión con Pedro nos sentimos Iglesia, ese nuevo pueblo de Dios congregado en el nombre de Jesús. Y con toda la Iglesia en este día al celebrar la fiesta de san Pedro queremos sentirnos en honda comunión con el sucesor de Pedro, hoy Benedicto XVI, con la misma misión de Pedro de guiar por los caminos del Espíritu y del Evangelio al pueblo de Dios.

Oramos hoy por la Iglesia; oramos por el Papa, en el día del Papa, además en esta conmemoración especial que hace Benedicto XVI de sus sesenta años de sacerdocio. Recordamos lo que nos decía el texto de los Hechos de los Apóstoles como, mientras Pedro estaba en la cárcel por dar testimonio del nombre de Jesús, toda la Iglesia oraba por él.

Que con la intercesión de Pedro el Señor nos conceda el don de seguir los caminos de la fe, los caminos de la Iglesia. Que con la fuerza del Espíritu también nos presentemos como testigos en medio del mundo para anunciar también a todos los hombres, en Cristo Jesús tenemos la salvación.

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