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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Yo envío mi mensajero delante de ti…


Is. 54, 1-10;

Sal. 29;

Lc. 7, 24-30

‘Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti’. Era lo anunciado por los profetas que el evangelista recuerda a partir de las palabras de Jesús que habla de Juan de alguien que es más que profeta.

Lo podemos considerar como el último de los profetas del Antiguo Testamento, pero hemos de reconocer que está como con un pie ya en el Nuevo Testamento porque es el que viene inmediatamente antes que el Mesías. Por eso lo llamamos el Precursor, el que viene antes y viene señalando. Así lo señalará a los que van a ser los primeros discípulos de Jesús: ‘Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’.

Pero Jesús dirá más, porque ‘entre los nacidos de mujer os digo que nadie es más grande que Juan’. Hermosa alabanza, como hermoso es el testimonio que nos ofrece de su humildad para desaparecer y para dar paso a aquel a quien El anuncia.

Hermosa alabanza, sí, a quien veremos desaparecer cuando señala el camino. El no es el camino sino quien ha venido a preparar los caminos. Cuando viene una embajada de Jerusalén preguntando si es el Mesías, si es un profeta, por qué bautiza si no es Elías ni el profeta ni el Mesias, él responderá: ‘Yo soy la voz del que clama en el desierto; allanad el camino del Señor’.

No es sino la voz que señala donde está verdaderamente la Palabra. ‘La Palabra es la luz verdadera que con su venida al mundo ilumina a todo hombre’. No es Juan la luz sino el que viene a dar testimonio de la luz. ‘Vino un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan, nos dice el principio del evangelio de Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran en él. No era él la luz sino testigo de la luz’.

Es el testigo pero que se siente pequeño, porque su misión no es crecer sino anunciar y dar paso. ‘Yo no soy el Mesías, dirá, sino que he sido enviado como Precursor… El amigo del esposo que está junto a él y lo escucha, se alegra mucho al oir la voz del esposo, por eso mi alegría se ha hecho plena. El debe crecer, ser más importante, yo debo menguar…’

Por eso nos dirá: ‘detrás de mi viene uno que ha sido colocado delante de mí, porque existía antes que yo. Yo mismo no lo conocía; pero la razón de mi bautismo era que El se manifestara a Israel… no soy digno de llevarle las sandalias’, terminará diciendo en su humildad. Por eso nos dirá: ‘Yo bautizo con agua pero El os bautizará con Espíritu Santo y fuego…’

¡Qué hermosa la humildad del Bautista! ¡Qué manera más hermosa nos está dando para que preparemos nosotros los caminos del Señor! Caminos de humildad, caminos de sencillez, caminos de servicio. Será lo que luego nos enseñe Jesús en el Evangelio.

Muchas más cosas podríamos decir de la Palabra hoy proclamada, porque es hermoso también lo que nos dice Isaías con esa llamada a la conversión y ese recuerdo que nos hace la misericordia del Señor dispuesto siempre a perdonarnos porque nos ama. ‘Con misericordia eterna te quiero, dice el Señor, tu redentor… Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no se retirará de ti mi misericordia, ni mi alianza de paz vacilará, dice el Señor que te quiere’.

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