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domingo, 1 de agosto de 2010

¿Vanidad y vacío o responsabilidad y trascendencia?


Eclesiastés, 1, 2; 2, 21-23;
Sal. 89;
Col. 3, 1-5.9-11;
Lc. 12, 13-21

Si nos colocamos en un punto de mira alto podemos ver claramente la perspectiva de todo lo que nos rodea; subimos a una montaña alta y desde allí podemos contemplar el paisaje en su conjunto y nos daremos cuenta mejor de la situación en conjunto del lugar que contemplamos. Si estamos en un momento trascendental de la existencia y miramos la vida con suficiente perspectiva y serenidad, nos daremos cuenta de lo que realmente ha merecido la pena o no de lo que hemos hecho o vivido. Si queremos vivir la vida no desde la superficialidad del que simplemente se deja llevar por ella sino con sentido de responsabilidad hemos de ponernos en ese punto de mira alto con unos buenos criterios de perspectiva para saber darle a las cosas su justo valor.
En la parábola que Jesús nos propone hoy en el evangelio ese momento podría ser cuando ‘Dios le dice: Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?’ Se había afanado en sus trabajos para obtener grandes ganancias y ahora sólo quería disfrutar, pero quizá le había faltado la perspectiva verdadera para su vida, pero que ahora será demasiado tarde. Pero es una parábola que Jesús nos propone para que aprendamos la lección.
Hemos de detenernos en la vida, subirnos a ese punto de mira de buena perspectiva y no será demasiado tarde si descubrimos el mensaje que nos dé verdadero valor a la vida.
Vivimos en medio de las realidades temporales que van conformando nuestra vida en nuestros trabajos, en nuestras responsabilidades, en nuestros deseos de ser felices también; queremos disfrutar de la vida y de lo que tenemos, lo que en sí mismo no podemos decir que sea malo. Tenemos una familia de la que no nos podemos sentir ajenos de ninguna manera porque es parte importante de nuestra vida y en consecuencia de nuestras responsabilidades. Hay unas responsabilidades también en relación a esa sociedad en la que vivimos que entre todos hemos de construir mejor cada día. Y tenemos que usar de unos medios materiales y económicos también porque los necesitamos en nuestras mutuas relaciones y en la atención a nuestras necesidades.
Pero, ¿cuál es la perspectiva desde la que hemos de mirar toda esa realidad de nuestra vida y que nos hará que nos esforcemos por lo verdaderamente importante?
Creo que nos damos cuenta que no podemos quedarnos en la materialidad de las cosas y del momento presente. Tenemos que buscar lo que le dé verdadera profundidad, sentido y trascendencia a lo que vivimos y hacemos. De lo contrario todo podría convertírsenos en vanidad y vacío. Lo que nos decía el sabio del Eclesiastés. Agobios y más agobios en la vida y algunas veces podríamos pensar que no tienen salida ni fin. O no conseguimos todo a lo que aspiramos o nos vienen contratiempos y problemas que pueden destruir todo eso que hemos intentando construir.
Vanidad cuando todo lo hacemos pensando sólo en nosotros mismos, sólo por nuestro disfrute terreno, o con la vaciedad de cuando vivimos un puro materialismo. Tantos que contemplamos derrotados y destrozados, vacíos y desorientados cuando viven la vida en un sinsentido, en materialismo paralizante y en un pura sensualidad del momento presente que al final termina esclavizándonos de nuestros sentidos y nuestros deseos.
‘Enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato…’ pedíamos en el salmo. ¿Qué es nuestra vida? ¿Cuántos son nuestros días o nuestros años? ‘Mil años en tu presencia son como un ayer que pasó… como hierba que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca…’ Nuestra vida no se consume con los días que aquí vivimos y todo es lo que ahora podamos sufrir o disfrutar. Hay algo que da una trascendencia a nuestra vida y que sólo en el Señor podemos encontrar. ‘Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos’, seguimos diciendo con el salmo.
Vivamos con responsabilidad la vida no encerrados en nosotros mismos o en el disfrute egoísta de nuestras cosas. No podemos, por otra parte, vivir ajenos a aislados de los demás. Tenemos una responsabilidad con la sociedad en la que vivimos, empezando por la familia de la que formamos parte, o aquel lugar concreto donde convivimos con los demás y hacemos nuestra vida.
¿Con que vamos a contribuir? No es sólo lo material lo que podemos ofrecer, hay algo más que podemos ofrecer de la riqueza que es nuestra propia vida. Todos hemos de contribuir a esa armonía, a esa paz, a esa buena convivencia, a ese sentido nuevo de fraternidad con aquellos que nos rodean, poniendo el granito de arena de nuestros valores y cualidades. No vamos a construir graneros para nosotros solos sino que hemos de abrirnos a los demás, pensar en los otros que formamos todos este mismo mundo como una gran familia.
Vivimos en medio del mundo y hacemos uso de las realidades de nuestro mundo, pero como cristianos nosotros tenemos otro sentido que darle a todo eso, tenemos otros valores que nacen de nuestra fe en Jesús y su evangelio al que hemos convertido nuestro corazón.
La Palabra nos invita a no engañarnos a nosotros mismos y a renovarnos de verdad cuando nos hemos decidido a seguir a Jesús. ‘Despojaos del hombre viejo con sus obras… dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros… y revestíos del hombre nuevo…’ nos dice san Pablo. Y nos habla de las idolatrías que pudiera haber en nuestra vida, impurezas y malas pasiones, codicias y avaricias. Lo que nos decía Jesús en el evangelio. ‘Guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes’.
Una perspectiva nueva que nos hace mirar las cosas en su justo valor y sentido, una perspectiva que nos hace sentir la trascendencia que tiene nuestra vida. La plenitud sólo podremos tenerla en el Señor y la plenitud que el nos ofrece es vida eterna, es felicidad eterna. ¿Para qué andar agobiados entonces por las cosas terrenas y materiales? Que no sea vacío y vanidad nuestra vida, sino que sepamos llenarla de lo verdaderamente importante.

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