1Rey. 17, 7-16;
Sal. 4;
Mt. 5, 13-16
La sal nunca la niega un buen vecino. Entre las cosas que se comparten entre buenos vecinos existe la bonita costumbre de que nunca se le niega la sal a nadie. Todos habremos oído hablar cómo en algunas culturas una señal de acogida y hospitalidad a quien viene a tu pueblo o entra en tu casa, además de ofrecer agua y pan también se le ofrece sal como señal de amistad y de hospitalidad. Y no nos vamos a entretener ahora en subrayar las cualidades de la sal.
Hoy Jesús nos dice en el Evangelio que tenemos que ser la sal de la tierra y que no podemos permitir que la sal se vuelva sosa porque no serviría para nada. ¿Qué querrá decirnos Jesús? En el relato de Mateo estas palabras de Jesús están inmediatamente después de que nos propusiera las Bienaventuranzas. Y decíamos que con ellas nos está manifestando ese nuevo sentido de vivir de quienes creemos en el Evangelio y queremos vivir el Reino de Dios anunciado por Jesús. Nos sentimos dichosos y alegres por la fe que tenemos en Jesús y comprometidos a vivir el Reino de Dios que se va a manifestar en ese nuevo estilo de vida que nos enseña el Evangelio.
Si hemos impregnado nuestra vida de ese nuevo estilo, de ese Reino de Dios necesariamente no nos lo podemos quedar sólo para nosotros. Ese nuevo sabor de la vida que nos da nuestra fe en Jesus tenemos que trasmitirlo a los demás, con él debemos impregnar nuestro mundo, nuestra sociedad. ‘Vosotros sois la sal de la tierra’, nos dice Jesús. Si queremos que todos conozcan y vivan ese Reino de Dios que Jesús nos anuncia y quiere instaurar en nuestro mundo, tenemos que ser esa sal y esa luz con nuestra propia vida que contagie a los demás de esos nuevos valores del Evangelio.
¿Qué cosa mejor podemos ofrecer a los demás que esa fe que nosotros vivimos, esa salvación que hemos recibido, ese mensaje del Evangelio que se nos ha anunciado? Será, pues, nuestra vida esa sal que dé sabor a nuestro mundo; que no será nuestro sabor sino el sabor y el sentido de Cristo.
Y los mismo que nos dice Jesús de la sal nos lo dice también de la luz. Bellas imágenes que nos propone Jesús para explicarnos lo que tiene que ser nuestra vida para los demás una vez que le hayamos conocido a El. ‘Vosotros sois la luz del mundo’. Y la luz no se oculta, la luz tiene que alumbrar. Con la luz tienen que desaparecer las tinieblas. La luz tiene que estar colocada en el lugar oportuno para que pueda iluminar a todos. Y eso es una exigencia muy grande para nuestra vida a partir de nuestra fe. ‘Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo’.
Es ese nuevo estilo de vivir que hemos de tener quienes creemos en Jesús; es ese amor que tenemos que poner en nuestra vida; es ese testimonio que hemos de dar con nuestras obras y también con nuestra palabra valiente; es ese ejemplo que tiene que ser nuestra vida para los demás; es ese esfuerzo de superación y de crecimiento espiritual que hemos de tener cada día de nuestra vida; es esa lucha contra la tentación y el mal en la que tenemos que estar empeñados siempre; es ese espíritu de oración que tiene que haber en nuestra vida; es ese dejarnos conducir por el Espíritu del Señor que nos conducirá siempre a las obras buenas.
No podemos negarnos a ofrecerle nuestra sal al mundo que nos rodea. ¡Qué hermoso sería que así lo hiciéramos siempre porque ofrezcamos ese don de la fe con valentía a todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario