Is. 50, 1-9
Sal. 50
Mt. 9, 14-15
Sal. 50
Mt. 9, 14-15
Le plantean a Jesús la cuestión del ayuno. ¿Ayuno, sí? ¿Ayuno, no? Los discípulos de Juan, los fariseos ayunan, ‘¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?’
El sentido del ayuno va unido a una ofrenda al Señor, un sacrificio, un acto penitencial al reconocerse pecadores, en cierto modo como Jesús lo llamará un acto de luto o de dolor, en el fondo un acto de piedad para con Dios. ‘¿Es que pueden guardar luto los amigos del novio mientras el novio está con ellos’ celebrando el banquete de bodas? Jesús quiere ayudarnos a dar un hondo sentido a ese sacrificio del ayuno.
Este texto del evangelio está íntimamente relacionado con el texto de Isaías que se nos ha proclamado en la primera lectura. La liturgia sabiamente nos va proponiendo en este camino de cuaresma unos textos que nos ayuden a profundizar en distintos aspectos de nuestra vida cristiana y los dos textos de cada día tienen una estrecha relación.
Lo que nos está pidiendo el profeta en dicho texto es autenticidad en lo que hacemos, y congruencia entre el resto de nuestra vida y el culto que queremos ofrecer a Dios. No podemos andar por dos caminos contrarios a la vez. Sería una contradicción en nuestra vida. No podemos separar nuestra piedad y nuestra relación con Dios del resto de lo que hacemos en nuestra vida.
Decimos que queremos escuchar a Dios y amarlo, que queremos seguir sus caminos y llamarnos cristianos, venimos a dar culto a Dios y queremos participar en la celebración del culto y los sacramentos – es lo que ahora por ejemplo queremos intensificar en este tiempo de Cuaresma en ese sentido tan hermoso que tiene y nos ayuda para nuestro caminar cristiano -, pero según salimos a la calle, a nuestro vivir ordinario de cada día, ahí estamos llenos de violencias e impaciencias, endurecemos el corazón con nuestros orgullos, somos insensibles ante el hermano que sufre, nos encerramos en nosotros mismos y nos volvemos insolidarios. ¿Es éste el culto que el Señor quiere?
El profeta nos advierte. ‘Mirad: el día de ayuno buscáis vuestro interés y apremiáis a vuestros servidores… ayunáis entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad… no ayunéis como ahora haciendo oír vuestras voces. ¿Es ése el ayuno que el Señor desea para el día en que el hombre se mortifica? ¿a eso llamáis ayuno, día agradable al Señor? El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne’.
Son claras las palabras del profeta porque esas situaciones las tenemos bien claras a nuestro lado. Ayunaremos, nos privaremos de alimentos, eso está bien. Es una forma de unirnos al sufrimiento de Jesús en el camino del Calvario y en la Cruz. Es una forma de hacernos solidarios con los que ayunan y pasan hambre por que no tienen, y contemplamos y recordamos tantos sufrimientos de hombres y mujeres a lo largo de toda la humanidad.
Pero es algo más lo que tenemos que hacer porque esa solidaridad tendrá que mostrarse en hechos concretos comenzando por esa delicadeza y amor en el trato con los demás teniendo en cuenta quizá a los que tenemos más cerca de nosotros. Quizá venimos a Misa todos los días, pero también todos los días estamos de malhumor con el que se siente a nuestro lado… ¡Cuántas cosas concretas podríamos recordar aquí! ¡Cuántas cosas buenas, cuántos detalles de cercanía y amistad, de amor sincero y generoso podremos tener por los demás empezando por esos con los que convivimos! Hemos de reconocer que esos detalles a veces nos cuestan más que quedarnos sin desayunar o privarnos de unas golosinas que eso también lo hacen los que quieren conservar la línea.
Ese compartir con el hermano, el hambriento, el sediento o el desnudo, el enfermo o el que sufre de soledad en su corazón será un verdadero acto de amor que a Cristo le estaremos ofreciendo ‘porque lo que hicisteis con ese hermano humilde, a mí me lo hicísteis’.
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