1Mac. 1, 11-16.43-45.57-60.65-67
Sal. 118
Lc. 18, 35-43
Sal. 118
Lc. 18, 35-43
En el camino de la vida muchas veces suceden cosas ante nuestros y vamos tan absortos en lo nuestro que no nos enteramos o quizá muchas veces no nos queramos enterar; quizá nos quedamos como espectadores pero sin querer ni implicarnos ni complicarnos; pudiera haber allí que nosotros podamos hacer, o puede ser también como una llamada a nuestra vida para algo.
Algo que vemos reflejado en el evangelio de hoy y desde el que podemos ser iluminados. Jesús pasaba por Jericó y ‘había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna’. Pregunta el ciego que es el alboroto de gente que siente pasar y le responden: ‘Pasa Jesús Nazareno’.
Mucha gente en Jericó quizá ni se enteró que pasaba Jesús. Estaban quizá acostumbrados a grupos galileos que dirigiéndose a Jerusalén pasaban por allí, que no prestaban atención. Otros, curiosos, se asomarían a las puertas de las casas o a sus patios para verlos pasar. Les dirían quizá que era Jesús de Nazaret que pasaba, pero aquello no les decía nada.
Pero el ciego del camino sí quiso saber quien era el que pasaba y no quería que se paso fuese en balde. Por eso gritaba ‘¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!’, una y otra vez. Se lo quieren impedir, porque les molesta; ‘los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte’.
Me recuerda otro hecho acaecido también en Jericó al paso de Jesús. Recordamos a Zaqueo. Con curiosidad quería ver a Jesús y se sube a una higuera para desde allí verlo pasar. Era sólo curiosidad, aunque como luego sabemos sucederían muchas cosas de manera que la salvación llegaría a la casa de Zaqueo. Pero también ese hombre tuvo sus dificultades. ‘Era pequeño de estatura’, y con la gente no podía verlo. Pero quizá estaba también el rechazo de la gente porque era un publicano, un pecador. Barreras para llegar a Jesús como en el ciego al que quieren hacer callar.
Y nosotros ¿cómo nos acercamos a Jesús? ¿Sólo por curiosidad? ¿también tenemos barreras?
También hoy nos encontramos con personas que no se inmutan ante el hecho religioso, a los que las fe no les dice nada. Pasan de todo, como se dice hoy. Están los que por curiosidad, o porque es una costumbre o una tradición se acercan a la Iglesia, ‘van a ver la procesión o a ver los santos’, tienen quizá una religiosidad muy elemental, pero de ahí no pasan. Pero están también las barreras del qué dirán, de los que quizá nos hacen la guerra y quieren desterrar el hecho religiosa de la vida y de la sociedad, de los que quizá su vida sea un contra-testimonio y hasta escándalo y puedan ser impedimento para los que demás se acerquen a la fe. En muchas barreras podemos pensar que ponemos nosotros mismos con nuestras malas costumbres o con nuestro pecado.
El ciego de Jericó se interesó por Jesús que pasaba a su lado, supo superar las barreras, no dejó que el paso de Jesús fuera en vano, y llegó a alcanzar no sólo la luz de sus ojos sino la salvación. Tiene que ser nuestro camino. Interesarnos, buscarle, despertar nuestra fe que no se quede en mera tradición o costumbre ni sólo en curiosidad. Tenemos que llegar hasta Jesús para conocerlo de verdad, para que en verdad llegue su salvación a nosotros. Clamamos y suplicamos desde nuestra ceguera, nuestra situación, nos pecados, los obstáculos que podamos encontrar, pero queremos llegar a Jesús.
‘Recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios’. Sintiendo su salvación tenemos glorificar a Dios y seguirle. Es lo que tiene que provocar la fe en nosotros. Nos sentimos iluminados, salvados, llenos de nueva vida y todo siempre para la gloria de Dios. Y nos ponemos a seguirle, y seguirle desinteresadamente. Porque por Jesús merece la pena dejarlo todo. ‘Pasa Jesús de Nazareno’ y tiene que ser para nosotros un paso de vida y de salvación.
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