- San Simón y San Judas -
Sal. 18
Lc. 6, 12-19
Celebramos hoy la fiesta de los Apóstoles san Simón y san Judas. Juntos aparecen siempre en las listas del Colegio Apostólico que nos ofrecen los evangelistas sinópticos y también en los Hechos de los Apóstoles. Hemos tenido la oportunidad de escuchar cómo Jesús después de pasar la noche en oración escogió a Doce y los nombró Apóstoles.
Poco sabemos de estos apóstoles porque el Evangelio es bien parco acerca de ellos. Simón, apodado el Celotes o el Cananeo, como dice san Marcos, perteneció antes de formar parte del grupo de los discípulos de aquellos partidos extremistas, celosos de la identidad judía y de su independencia del poder romano. De ahí que se le apode como el Celotes.
Judas, que no el Iscariote, es llamado el hijo de Santiago y también con el sobrenombre de Tadeo. Aparece en el evangelio de san Juan preguntando a Jesús en la última cena ‘¿qué ha sucedido para que te manifiestes a nosotros y no al mundo?’ Una pregunta interesante, porque vemos cómo Jesús al grupo de los Doce les manifiesta más la intimidad de su persona y a ellos les explica cosas que a la gente en general no le explica.
No responde Jesús directamente a la pregunta pero sí hay una respuesta bien hermosa. ‘Si alguno me ama, guardará mi palabra, mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él’. Y terminará Jesús anunciando el envío del Espíritu Santo ‘que os enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho’.
Como muchas veces hemos reflexionado la fiesta de los Apóstoles tiene mucha importancia en el devenir de la Iglesia. Como nos dirá Pablo en la carta a los Efesios ‘sois ciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la familia de Dios… estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo es la piedra angular…’
Formamos ese entramado del edificio de la Iglesia, donde cada uno ocupa su lugar y tiene su función; precisamente por esa comunión de fe que recibimos de los apóstoles llegamos a estar profundamente unidos a Cristo que es la piedra angular, el verdadero fundamento.
Esto tiene sus consecuencias para nosotros. Esto nos exige comunión en una misma fe y una comunión especial en el amor entre los unos y los otros. No vamos viviendo nuestra fe por libre, cada uno por su lado. Tenemos que estar ensamblados en ese edificio que es la Iglesia, que somos todos los que creemos en Jesús. Comunión eclesial que es comunión apostólica, con el sucesor de Pedro pero también con toda la Iglesia con sus obispos verdaderos sucesores de los apóstoles.
Comunión es amor, es cercanía, es caminar juntos, es poner cada uno su granito de arena que nunca nos puede parecer pequeño ni innecesario, sino siempre fundamental para crear esa unidad y esa comunión. Es importante lo que cada uno es y lo que cada uno hace. Lo que puedo y tengo que hacer ya nadie lo hará por mí. Lo que yo deje de hacer será pobreza para la comunidad y para la Iglesia. De ahí la seriedad del compromiso de nuestra fe y lo importante de nuestra comunión.
Que la celebración de la fiesta de estos dos apóstoles enriquezca nuestra comunión y la haga crecer. Que escuchemos y guardemos en lo hondo de nuestro corazón la Palabra de Dios que se nos dice, para que amados de Dios nos sintamos amados por el Padre e inhabitados por su presencia misteriosa y maravillosa.
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