Hechos, 15, 22-31
Sal. 56
Jn. 15, 12-17
Sal. 56
Jn. 15, 12-17
Una cosa hermosa que vamos viendo en el libro de los Hechos de los Apóstoles que vamos leyendo en este tiempo de Pascua es que vamos conociendo cómo es la vida de las primeras comunidades cristianas con sus logros y con sus problemas y cómo iban viviendo y expresando su fe en toda situación. Nos vale como un estímulo para nuestro caminar cristiano, además del ejemplo que podemos tomar para nuestra propia vida.
La Iglesia había ido creciendo y extendiéndose por todas partes y con la predicación de los Apóstoles el Evangelio se había ido anunciando también a los pueblos gentiles que habían abrazado así la fe. Surgen problemas que poco a poco se van solucionando, por ejemplo, de cómo acoger a los que provenían del mundo pagano y si era necesario hacerles pasar previamente por los ritos de incorporación y pertenencia al judaísmo.
Ante esos problemas Pablo y Bernabé suben de Antioquia a Jerusalén y allí la comunidad se reúne. Es el texto que hubiéramos leído ayer y que no hicimos al celebrar la fiesta del apóstol san Matías. Esa reunión de la comunidad, los apóstoles y los miembros de la comunidad de Jerusalén es lo que solemos llamar el primer concilio de Jerusalén. Se dialoga y se discute algunas veces incluso de forma apasionada porque hay distintas posturas, pero sienten la fuerza y la presencia del Espíritu Santo que les llena de paz, incluso esos momentos difíciles y de tensión y les conduce a una solución.
Es hermoso el mensaje que terminada la reunión envían a las otras comunidades. ‘Los apóstoles y presbíteros con toda la Iglesia acordaron elegir a algunos de ellos y mandarlos a Antioquia con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas Barsabá y a Silas, miembros eminentes de la comunidad…’
Y hermosa es la fórmula empleada para señalar las decisiones tomadas: ‘Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros…’ Los hombres discuten y tratan de llegar a un acuerdo de solución, pero el Espíritu Santo que está dentro de nosotros, en nuestro corazón, decide. Y se dejan conducir por el Espíritu Santo. De manera que las decisiones sienten que son obra del Espíritu Santo que obra en ellos.
Ojalá nosotros hoy tuviéramos tan clara la presencia del Espíritu Santo en el actuar en nuestra vida personal, en nuestros grupos, en nuestras comunidades y en lo que es la vida de toda la Iglesia.
Pareciera algunas veces que no creyéramos en la acción del Espíritu Santo que está guiando y fortaleciendo tanto nuestra vida como a la Iglesia. No sabemos a veces aceptar las decisiones de la Iglesia. Algunas veces la miramos como si se tratara de un simple organismo humano que se rige solo por leyes humanas y hablamos de nuestros pastores viendo en ellos más tendencias de uno u otro bando como si fueran simplemente seguidores de ideologías políticas o a la manera de cómo se actúa en el ámbito civil y político.
Tenemos que aceptar un sano pluralismo en la forma de ver las cosas, pero sabiendo descubrir que detrás de todo está el Espíritu Santo que es el que en verdad nos guía, contando sí con esos medios humanos que somos nosotros también con sus limitaciones y debilidades. Creo que nos da una hermosa lección este texto del libro de los Hechos que estamos escuchando en estos días.
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