Hechos, 14, 5-17
Sal. 113
Jn. 14, 21-26
Sal. 113
Jn. 14, 21-26
Es totalmente humano y justo que seamos reconocidos e incluso que se nos pueda mostrar agradecimiento por aquello bueno que hacemos. Todo ser humano necesita ser valorado y tenido en cuenta. Y es la actitud que a la recíproca uno ha de saber tener siempre para con los demás. Valorar lo que hacen, reconocer lo bueno que tienen en su vida, tener en cuentas sus cualidades y valores.
No es que en ese reconociendo vayamos buscando medallas y aplausos, porque eso sería vanagloria. Pero sí hemos de pensar en la responsabilidad que significa para uno esos valores que Dios ha puesto en nuestra vida. Y como nos enseña Jesús en tantos lugares del evangelio, no pueden ser enterrados, sino todo lo contrario ponerlos en juego, desarrollarlos, porque además son siempre en beneficio de los demás y no sólo de aquel que posee dichos valores. Lo que sí tenemos que evitar es ponernos sobre pedestales y buscar glorias humanas que siempre pasan.
Hoy en el salmo con el responsorio hemos repetido: ‘No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria’. La gloria para el Señor. Lo que nos proponía san Ignacio de Loyola ‘ad maiorem Dei gloriam… todo para la mayor gloria del Señor’. Gloria al Señor porque lo que somos o lo que podemos hacer se lo debemos a El. Gloria para el Señor, porque todo lo que hacemos, toda nuestra vida ha de ser una alabanza al Señor.
El salmo se hace eco de lo escuchado en el texto de los Hechos de los Apóstoles. (Quería decir a los que leen estas reflexiones en ‘la semilla de cada día - http://la-semilla-de-cada-dia.blogspot.com/ -’, que es conveniente leer previamente a la reflexión que os ofrezco, los texto de la Escritura citados, que son los propios de la Eucaristía del día, porque estas reflexiones no hacen sino comentar dichos textos, fijándonos en alguno de los aspectos que nos puede sugerir la Palabra del Señor).
Seguimos en los Hechos de los Apóstoles haciendo el recorrido del primer viaje apostólico de san Pablo. Tuvo dificultades en Antioquia de Pisidia y en Iconio, a pesar de las perspectivas halagadoras de la acogida en un principio. Vemos ahora que en Iconio trataron incluso de apedrear a Pablo y Bernabé. Es así como llegan a la región de Licaonia y hoy los vemos en Listra.
‘Había en Listra un hombre lisiado y cojo de nacimiento, que nunca había podido andar y estaba siempre sentado… escuchaba las palabras de Pablo’. Pablo lo cura y le manda levantarse de su invalidez; ‘Levántate y ponte derecho’. Y el hombre se curó. La gente admirada por el suceso creen ver a los dioses en forma humana entre ellos y hasta quieren ofrecerles sacrificios, cual si fueran dioses. Ya sabemos cómo en el mundo pagano, griego y romano, había muchos dioses, dioses para todo: el amor, la guerra, el vino, el mar, las tempestades, etc… No era extraño que ahora los vieran a ellos con el poder de curar al lisiado, como si fueran unos dioses. ‘El gentío exclamó en lengua de Licaonia: Dios en figura de hombres han bajado a visitarnos’.
¿Podían haber aprovechado aquel éxito y fama en provecho propio? Eran grandes los honores al considerarlos dioses en figura humana. Se hubieran convertido en unos ídolos más. La gloria quieren que sea para el Señor. ‘Nosotros somos mortales igual que vosotros…’ Sí aprovechan la ocasión para proclamar la Buena Noticia de Jesús. Invitan a abandonar aquellos ídolos y dioses y a creer en el Dios que hizo cielo y tierra. Es el nombre del Señor todopoderoso al que hay que glorificar. Hermosa lección.
Brevemente apuntar algo de lo que nos dice el evangelio que necesitaría una reflexión más amplia. Cómo tenemos que sentirnos amados de Dios. Y cómo ese amor de Dios en nosotros hará que el mismo Dios venga a habitar dentro de nosotros. ‘El que sabe mis mandamientos y los guarda, ese me ama, y al que me ama lo amará mi Padre y lo amaré yo, y me mostraré a él… y vendremos a él y haremos morada en él…’ Dios que nos ama y quiere morar en nosotros.
Terminará Jesús anunciándonos la venida del Espíritu Santo. Nos vamos acercando ya a la fiesta de Pentecostés e iremos escuchando textos en los que Jesús nos anuncia que nos enviará un Defensor, el Paráclito, el Espíritu de la verdad ‘que enviará el Padre en mi nombre, que será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho’.
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