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miércoles, 22 de abril de 2009

Signos de Pascua con nuestra luz para los demás

Hechos, 5, 17-26
Sal.33
Jn. 3, 16-21
Donde hay amor no hay condena. Donde hay amor todo es luz y todo es vida. El que experimenta el amor en su vida no querrá saber nada de las tinieblas. Así me atrevo a resumir el mensaje que hoy nos propone el evangelio.
No viene Cristo a condenar sino a salvar. El es luz y salvación, Es vida y es gracia. Es amor. 'Porque Dios nos mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por El'. ¿No es un Dios que es Amor y vida? Cristo es la prueba más grande, la señal más grande de lo que es el amor de Dios, el amor del Padre.
Lo hemos repetido muchas veces pero una vez más tenemos que repetirlo para que se quede bien grabado en el alma. 'Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno, sino que tengan vida eterna'. Por eso no condena, por eso en El todo es luz y salvación.
Si estamos con Cristo porque creemos en El, hacemos siempre las obras de la luz. Jesús nos dice: 'Yo soy la luz del mundo... el que me sigue no camina en tinieblas'. Y hoy nos ha dicho: 'El que realiza la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras son según Dios'. No tememos la luz, sino que nos acercamos a la luz. Queremos que esa luz de Cristo nos ilumine, para que así siempre sepamos hacer las obras de la luz, las obras del amor.
Seguimos celebrando la Pascua. La luz de Cristo resucitado sigue iluminándonos. Presente está en el centro de nuestra celebración el Cirio Pascual como signo de la luz de Cristo resucitado. Seguimos celebrando la Pascua porque seguimos queriendo que haya pascua en nosotros; en nosotros se siga realizando ese paso de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz.
Pero es que además tenemos que ser signos de Pascua para los demás. Porque manifestemos que en nuestra vida se ha realizado esa transformación pascual. Porque queremos iluminar con esa luz de Cristo a los demás. Porque tenemos que ser por nuestros actos y nuestras actitudes portadores de luz para los que nos rodean. Porque tenemos que ser evangelizadores, transmisores del Evangelio.
No es fácil. Porque tenemos el peligro de dejar apagar la luz. El cristiano siempre tiene que estar vigilante, atento para que no se le apague su luz. El cristiano siempre está en actitud de superación, de crecimiento. Al principio podemos tenemos momentos de intenso fervor, pero a medida que pasan los días ese fervor puede decaer, podemos llegar a acostumbrarnos, a la rutina de todos los días, y es la mejor manera, el mejor camino para que pronto decaigamos y abandonemos.
Pero están también los vientos impetuosos de las tinieblas que quieren ahogar esa luz y apagarla. Una imagen, recuerdo cuando celebraba en la parroquia la vigilia pascual y encendíamos el cirio en una hoguera en la plaza, al ir con el cirio recién encendido camino de la Iglesia, habíamos de ir con cuidado a las corrientes de aire que podían apagarnos aquella luz, y ya procurábamos la manera de poner algo como pantalla que no dejara llegar aquellos aires que lo apagaran. Así tenemos que hacer con esa luz de Cristo encendida en nuestro corazón y que queremos llevar a los demás. Cuidarla, protegerla, mantenerla siempre encendida.
No es fácil, porque nos sentimos débiles e impotentes muchas veces. Pero no estamos solos. Jesús resucitado nos ha dado su Espíritu que nos fortalece y que nos envía. En la primera lectura escuchábamos como el ángel del Señor liberó a los apóstoles que estaban en la cárcel pero los envió a predicar con valentía el evangelio. 'Id al templo y explicad allí este modo de vida'. Id al templo, id al mundo nos dice a nosotros también para que vayamos a la vida a hacer ese anuncio de Jesús y de su evangelio de salvación.

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