Lev. 19, 1-2.11-16
Sal. 94
Mt. 25, 31-45
¿Qué pensaría ustedes de un estudiante que por el medio que fuera pudiera conocer de antemano la pregunta clave que el profesor va a poner en el examen pero que no se preparara ni estudiara y llegado el examen no supiera responderla y suspendiera? Creo que no hacen falta comentarios
pero algo así nos pasa a nosotros los cristianos. San Juan de la Cruz he recogido en una hermosa frase, que seguramente todos conoceremos, y que compendia y resumen lo que el Señor quiere decirnos hoy en el Evangelio. ‘En el atardecer de la vida seremos examinados de amor’.
Esa es la pregunta esencial que Jesús nos hará cuando nos presentemos ante El para el juicio final. No nos preguntará por las grandes obras que hayamos hecho y que puedan hacer memorable nuestro nombre sobre toda la tierra, sino que nos preguntará por nuestro amor. Es lo que nos enseña Jesús hoy en el Evangelio. Jesús nos reconocerá si nosotros lo hemos reconocido a El en el amor que le tengamos a los demás. ‘Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis… porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era forastero y me hospedasteis…’
Hay un canto que hemos utilizado muchas veces en nuestras celebraciones que nos viene a decir lo mismo. ‘Con vosotros está y no le conocéis, con vosotros está… su nombre es el Señor… y pasa hambre… y tiene sed…’ pero como dice el canto quizá teníamos prisa por llegar temprano al templo y no fuimos capaces de reconocerlo. Como el sacerdote y el levita de la parábola del Samaritano. ‘Dieron un rodeo y pasaron de largo…’
Y El está a la vera del camino y nos tiende la mano, y espera una mirada o una sonrisa, que nos detengamos a saludarle o a escucharle, que levantemos su esperanza y creemos ilusión en su corazón… Cuántas cosas sencillas podemos hacer cada día con el hermano con el que nos encontramos.
Leí hace unos días en una revista que una persona había comenzado una campaña, que quizá alguien podría llamar quijotesca, para que la gente se salude por la calle aunque solo fuera con un hola o unos buenos días. Dicha persona contaba que caminaba por las calles de la gran ciudad e iba saludando a todo el mundo, pero la mayoría de la gente iban tan abstraída en sus cosas o sus preocupaciones que ni se enteraban del saludo, mientras otras miraban con cara de extrañeza al que les saludaba porque no lo conocían de nada, mientras algunos, unos pocos, respondían con una sonrisa.
Vamos abstraídos por la vida, demasiado absortos en nuestras cosas que no vemos al prójimo que pasa a nuestro lado y que no nos pediría quizá sino una mirada o una sonrisa.
El libro del levítico hoy nos ha dicho: ‘Seréis santos porque yo el Señor, vuestro Dios, soy santo’. Santos porque Dios es Santo. Santo imitando a Dios y queriendo copiar en nosotros su santidad. Pero quiero unir a este texto lo que san Juan nos dice en su primera carta cuando nos define a Dios: ‘Dios es Amor’. Concluyo, seremos santos si nos parecemos a Dios que es Amor. Seremos santos cuando como Dios nos hagamos amor.
Hazte amor para los demás y Jesús te reconocerá.
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