1Jn. 2, 22-28
Sal.97
Jn. 1, 19-28
Querían saber si Juan era el Mesías. Había venido una embajada de sacerdotes y levitas desde Jerusalén. Querían conocer al Mesías. Y como Juan estaba predicando allá en el desierto, bautizando a la gente para que se convirtiera y vivía un estilo de vida bien austero, podrían darse en él las señales del Mesías prometido. Era el ansia del corazón de todo buen Judío. Su esperanza.
Juan también había querido saber y conocer. Más tarde, estando ya preso en la cárcel, enviaría a sus discípulos a preguntar a Jesús. ‘¿Eres tú que había de venir o hemos de esperar a otro?’ Eran las preguntas de Juan o eran las preguntas de sus discípulos ante la obra de Jesús, sus predicación, sus milagros.
Un día también en Jerusalén unos gentiles se habían acercado a Felipe y a Andrés para pedirles. ‘Queremos conocer a Jesús’. Y ellos se los habían llevado a Jesús.
Este texto hoy proclamado lo hemos escuchado y reflexionado no hace mucho en el tiempo del Adviento. Pero sigue manifestando una inquietud del corazón de todo hombre. Querer conocer a Dios. Aunque algunas veces tratemos de acallarlo. Pero hay unos deseos de plenitud en el corazón y eso lleva a una búsqueda de Dios. Tenemos que buscar a Dios, querer conocerlo.
‘En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas; ahora, en esta etapa final, nos ha hablado con el Hijo’. Así aclamábamos con el aleluya y tomando un texto de la carta a los Hebreos. De mucha maneras nos habla el Señor, se hace presente el Señor; viene ahora en Cristo Jesús.
El Bautista, después de decirles que él sólo era la voz que grita en el desierto para preparar el camino del Señor, les había dicho: ‘En medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, pero que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia’. Mañana seguiremos escuchando la Palabra de Juan y aún nos dirá más. Viene detrás de Juan, porque Juan es el precursor; incluso cronológicamente nació seis meses antes. Pero existía antes que él, lo que nos está diciendo de la eternidad de Dios y de su inmensidad que está en Jesús. Nos está ayudando a descubrir, a conocer todo el misterio de Jesús, el Hijo de Dios.
En medio de nosotros, a nuestro lado, caminando nuestro mundo camino, dentro de nosotros. Ahí está el Señor. No lo conocemos, pero tenemos que buscarlo y descubrirlo. Esas ansias de Dios que El quiere colmar. Esa plenitud que en Cristo podemos alcanzar. Escuchémosle en su Palabra. Escuchémosle allá en lo más hondo de nuestro corazón.
En estos días de Navidad lo estamos contemplando en ese Niño nacido en Belén. No nos quedamos en un niño porque bien sabemos quién es. Es Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, el Emmanuel, el Salvador. Es la Palabra viva de Dios que nos habla, que nos revela a Dios, que nos llena e inunda de Dios.
El quiere estar con nosotros. Estar tanto en nuestra vida que se nos mete en nuestra vida para que nosotros nos metamos en su vida. Tanto quiere meterse en nuestra vida que nos la da para que nosotros podamos ser también hijos, hijos de Dios.
Démosle gracias y dejémonos penetrar por su vida, inundar por su vida. Que así le conozcamos que nos hagamos una cosa con El.
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