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lunes, 26 de enero de 2009

Fe sincera alimentada en la transmisión familiar

2Tim. 1, 1-8

Sal. 95

Mc. 3, 22-30

En este día siguiente a la conversión de san Pablo la liturgia nos invita a conmemorar a dos discípulos y compañeros de Pablo en sus actividad apostólica, Timoteo y Tito, y a los que Pablo dejaría al frente de dos comunidades fundadas por él. A Timoteo lo dejó al frente de la comunidad de Ëfeso, mientras a Tito lo envió a Creta. Por otra parte en el canon de los libros del Nuevo Testamento tres cartas, llamadas pastorales, les dirigió, dos a Timoteo y una a Tito.

Hoy hemos escuchado el inicio de la segunda carta a Timoteo. Tras los saludos iniciales, como son habituales en Pablo, ‘apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios’, deseando ‘a su hijo querido… la gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro’, comienza el apóstol dando gracias a Dios y recuerda ‘la fe sincera’ de Timoteo, ‘esa fe que tuvieron primero tu abuela Loida y tu madre Eunice’ y que concluye el apóstol, ‘que estoy seguro, tienes también tú’.

Quiero fijarme en este aspecto, porque me parece importante. Es cierto que la fe en Cristo Jesús se debió a la predicación de Pablo al predicar en Derbe, Listra e Iconio en sus primeros viajes, pero había algo profundo en la fe en el único Dios verdadero que animaba a aquella familia y que fue trasmitida de padres a hijos. La transmisión de la fe desde la familia que educa y que trasmite unos valores y unos principios.

Algo que hoy estamos constatando que se está perdiendo. Falta esa transmisión familiar. Cuando en la familia ya no se viven unos valores religiosos y cristianos, porque Dios se ha dejado a un lado en la vida, esa transmisión no se puede realizar. Se rompe la cadena. Es algo preocupante. Se constata en la actividad pastoral. Y es algo que habrá que recuperar y hay que descubrir el modo de hacerlo. Tenemos que provocar un despertar religioso de nuevo en nuestras familias, para que luego puedan provocar ese despertar religioso en nuestros niños que sea un buen pie y principio para una auténtica catequesis.

Y es que muchas veces los cristianos también nos dormimos y no damos ese testimonio cristiano que tendríamos que dar. O nos dejamos seducir por los cantos de sirena de los que en medios de comunicación y desde otras ideologías nos dicen y quiere reducir todo la vivencia religiosa al ámbito de lo privado. Y los cristianos tendremos que saber levantar nuestra voz y dar un testimonio público y claro de nuestra fe.

Hoy le decía Pablo a Timoteo: ‘No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del evangelio, según la fuerza que Dios te dé’. Tenemos que escucharlo como dicho a nosotros, porque necesitamos tener esa valentía para testimoniar nuestra fe y hacer ese anuncio del evangelio en toda ocasión.

También el apóstol hace referencia a la misión que le ha encomendado a Timoteo al dejarlo como Obispo de la Iglesia de Efeso. ‘Aviva el fuego de la gracia de Dios que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y bien juicio’. Está haciendo mención al rito de la ordenación que vemos que ya desde los primeros tiempos se realizaba: la imposición de las manos.

Esto creo que nos tendría que motivar hoy por una parte a esa oración que la comunidad cristiana tiene que saber hacer por sus pastores. Para que no se apague ese don y gracia de Dios en el corazón del pastor para realizar fielmente su misión. La comunidad siempre tiene que estar al lado de sus pastores, y lo mejor que le puede ofrecer es su oración. No sabéis cuánto conforta a un pastor el saber que sus feligreses oran por él en todo momento. Es sentir la gracia y el amor del Señor que así se manifiesta también, y eso además crea unos lazos de comunión y afecto entre la comunidad y el pastor. Nunca así se podrá sentir solo.

Y por otra parte es la oración por las vocaciones. Orar para que el Señor llame a muchos. ‘La mies es mucha y los operarios son pocos. Rogad al dueño de la mies para que envíe operarios a su mies’, nos dice Jesús. Algo que siempre tiene que estar presente también en la oración de los cristianos. Orar por las vocaciones, a la vida sacerdotal, a la vida religiosa o de especial consagración, a la vida apostólica. Que el Señor llame, pero que acompañe la gracia para que los llamados den respuesta firme y valiente a esa llamada del Señor, frente a tantas otras voces que tratan de distraernos y llevarnos por otros caminos.

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