Navidad celebración de un misterio de fe
‘Reunidos en comunión con toda la Iglesia para celebrar la noche santa en que la Virgen María, conservando intacta su virginidad, dio a luz al Salvador del mundo…’ Es lo que estamos haciendo en esta noche. Noche de luz y de alegría. Noche en que se ven colmadas nuestras esperanzas. Noche grande y la más hermosa porque celebramos el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre.
Lo cantan y lo anuncian los ángeles. Nosotros queremos unirnos a sus voces y a su alegría. Nosotros queremos cantarlo y anunciarlo también. ‘Os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor’. Lo anunciaron a los pastores. Lo cantan los ángeles del cielo. ‘Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor’.
Nos ha nacido el Salvador. Es la gloria de Dios. Es la paz para los hombres, porque nos ama Dios y nos trae la paz. ‘Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres…’ Es tiempo de gracia. Es un regalo del cielo. Es la alegría que tiene que inundar nuestros corazones y que se tiene que desparramar por toda la tierra.
Por todas partes suena la alegría y la fiesta. Hoy todos hacen fiesta porque es navidad. Las familias se reúnen. Los amigos se reencuentran. Surgen los buenos deseos y la buena voluntad. Queremos con buen deseo que se apaguen los rones de la guerra y de la violencia. Lloramos quizá porque quizá no todos tienen esa paz. Nos sentimos apenados cuando vemos que a muchos quizá les cuesta reconciliarse aunque sea sólo por un día. Todos buscamos y deseamos lo mejor. Todos queremos celebrar Navidad. Pero tenemos que intentar celebrar navidad desde lo más hondo, desde su más profundo sentido.
Pero ¿qué es celebrar la Navidad? Tenemos que decir que navidad no son simplemente unos días de fiesta o de vacaciones, ni unos buenos deseos que tengamos los unos con otros y la buena voluntad que podamos poner, sino que tiene que ser una realidad que vivamos en el hoy y ahora de nuestra vida. Pero esa realidad parte de una fe. Es una realidad divina. Parte de una fe porque al querer celebrar la navidad estamos introduciéndonos en un misterio de salvación que sólo puede tener sentido desde la fe. Estamos introduciéndonos en el misterio del amor de Dios que es tan grande que se hace hombre por nosotros. Ya sé que esa dimensión divina, sobrenatural, religiosa muchos quieren desterrarla de la navidad, pero es algo que nosotros los creyentes no podemos permitir.
Cuando los cristianos decimos navidad estamos diciendo natividad o lo que es lo mismo nacimiento. Nacimiento de Dios que ha querido hacerse hombre, que ha querido encarnarse en el seno de María para ser nuestra Salvación; para ser Emmanuel, ser Dios con nosotros; Dios que camina a nuestra lado, vive nuestra misma vida, pero para realizar un maravilloso intercambio que es el hacernos a nosotros partícipes de su vida. Como decimos en una de las oraciones de la liturgia de este día, hacernos ‘partícpes de la divinidad de tu Hijo que al asumir nuestra naturaleza humana nos ha unido a la tuya de modo admirable’. Esto sólo lo podemos comprender y vivir desde la fe.
Navidad, pues, es la celebración de un Misterio de fe; es una apertura del corazón a la trascendencia de un Dios que se ha hecho hombre para salvarnos; es, entonces, el inicio de un camino, por parte de Dios que viene a nosotros, y por parte nuestra que vamos al encuentro de Dios, para vivir una vida nueva, la salvación; para un compromiso de una vida distinta, vivir como hijos de Dios; para una aceptación del Evangelio, de la Buena Noticia que nos viene a proclamar Jesús, como sentido, norma y valor para nuestra vida.
Navidad no es cosa de un día. Navidad tiene que ser cada día de nuestra vida, porque cada día experimentemos en nosotros ese misterio de amor de Dios que nos transforma y nos llena de nueva vida. Hoy celebramos un inicio, pero que tiene que tener una continuidad y una realización en el día a día de toda nuestra existencia. Igual que en el nacimiento de un niño, una nueva vida, no está ya toda la vida, sino que es el inicio, el comienzo de esa vida, que tiene que ser luego crecimiento y maduración, así tenemos que hacer de cada día Navidad, porque cada día nos dejemos iluminar por esa luz que nos trae Jesús, que nos haga crecer y madurar en esa vida y en esa vida cristiana y que nos vaya renovando día a día.
Seguramente los cristianos de aquellas primera comunidades que vivían en un mundo adverso y donde no se entendía el mensaje del evangelio, tras la contemplación del misterio de la Navidad y su celebración, salían tan iluminados por la Luz de Cristo que no sólo empapaban y envolvían en esa luz su propia vida, sino que además trataban de reflejar y contagiar de esa luz al mundo que les rodeaba.
¿Seremos capaces nosotros de empapar y contagiar en esta celebración de la navidad al mundo que nos rodea de la luz de Cristo y su evangelio? Es cierto que encendemos muchas luces y nuestras casas, nuestras plazas y calles están todas iluminadas por esos adornos luminosos que colocamos. Pero no son esas luces externas las que tienen que iluminar nuestro mundo. Somos nosotros iluminados por Cristo en esta noche santa los que tenemos que ser luz para nuestro mundo.
Llevemos la Buena Noticia de la Luz; llevemos la alegría de habernos encontrado con Cristo; los que creemos en Cristo y queremos celebrar una verdadera navidad tenemos que ser como aquellos ángeles que llevaron su anuncio a los pastores, ángeles que llevemos ese anuncio de la Buena Noticia de Jesús a los demás, a nuestro mundo.
Celebrar la Navidad auténticamente nos compromete. Y cuando llevemos de verdad ese anuncio de Jesús a los otros, ya no serán buenos deseos o bonitas palabras lo que nos trasmitamos, sino un compromiso serio por hacer un mundo mejor, un mundo de amor, de paz, de armonía, de fraternidad, de solidaridad. Y así nuestra alegría será completa.
Que sea una feliz navidad para todos porque nos dejemos envolver por esa luz de Cristo que hoy vemos brillar en Belén.
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