2 Sam. 7, 1-5.8-11.16
Sal. 88
Lc. 1, 67-79
‘Ya se cumple el tiempo en el que Dios envió a su Hijo a la tierra’, así comienza la liturgia de la Eucaristía en este 24 de diciembre. También en la liturgia de las Horas distintas antífonas vienen a expresarnos el mismo sentido. ‘Hoy sabréis que viene el Señor y mañana contemplaréis su gloria… será el día de vuestra salvación… quedará borrada la iniquidad de la tierra’. La esperanza la palpamos ya con las manos en la cercanía de la Navidad del Señor.
En el Evangelio viene a concluir la lectura continuada del primer capítulo de san Lucas, que nos ha ido preparando para la celebración del Misterio de la Navidad. Hoy es Zacarías el que prorrumpe en cántico de bendición y a alabanza a Dios tras el nacimiento de su hijo tan deseado.
Y, aunque pudiera parecer que fuera una acción de gracias por el nacimiento de su hijo, su cántico de alabanza y bendición va más allá del mero hecho de que le haya nacido un hijo para entrever el misterio de salvación que se acerca y del que Juan Bautista va a su precursor. ‘A ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor, a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de los pecados’. Juan sólo será la voz del profeta que prepara, que predispone al pueblo para recibir al Salvador. Es el anuncio de lo que ya llega, de la salvación que pronto va a producir sus frutos de justicia y santidad.
Por eso el cántico de Zacarías en bendición a Dios porque nos llega la salvación. ‘Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo…’ da por supuesto que ya el Señor ha visitado a su pueblo, ya está ahí la salvación y la redención. ‘Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto…’ Es la visita de Dios con su luz, con su salvación, con el perdón de los pecados. Bendecir a Dios porque así viene a nosotros, porque así se derrama su misericordia entrañable en nuestra vida y en nuestro mundo.
Zacarías, sacerdote del templo de Jerusalén, hombre avezado en el conocimiento de las escrituras, sabe que todo no es sino cumplimiento de lo anunciado por los profetas. ‘Según lo había predicho desde antiguo por boca de los santos profetas’. Es el cumplimiento de la promesa de Dios, que se hizo más solemne en la promesa a Abrahán el padre de nuestra fe. ‘Realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán’.
Llega la salvación que nos libera de las sombras de la muerte y del pecado. Con Cristo nos sentiremos liberados y lejos de nosotros todo temor, porque con nosotros está el Señor. Con El tenemos la luz que disipa toda tiniebla. Con El tendremos la gracia y la fuerza para caminar siempre por los caminos de la salvación y de la paz. ‘Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian… para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos en santidad y justicia en su presencia todos nuestros días… para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte; para guiar nuestros pasos por el camino de la paz’.
Que nos impregnemos del espíritu de este cántico de Zacarías. Que podamos de esa manera bendecir al Señor en todo momento. Que así dispongamos nuestro corazón para recibir al Señor con su salvación.
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