Vistas de página en total

martes, 29 de julio de 2008

A los que aman se les abren las puertas para Dios

A los que aman se les abren las puertas para Dios

1Jn. 4, 7,-16
Sal. 33
Jn. 11, 19-27

A los que aman se les abren las puertas para Dios. Esto nos viene a decir la Palabra de Dios que hoy se nos ha proclamado y quisiera dejar como mensaje resumen en esta fiesta de santa Marta que hoy estamos celebrando.
El amor nos abre las puertas a Dios. Cuando amamos y amamos de verdad entramos en la onda de la sintonía de Dios. Es la mejor manera. Queremos conocer a Dios, queremos entrar en su sintonía, e igual que nos pasa cuando queremos sintonizar una emisora sea de radio o televisión, que hemos de buscar la onda exacta donde nos trasmite la señal, así cuando queremos llegar a Dios, o cuando queremos que Dios llegue a nuestra vida, entremos en la onda del amor. Entrando en esa onda de amor, llegaremos a Dios y llegaremos a conocer lo que es el amor verdadero, el más puro y el que nos dará mayor plenitud en nuestra vida.
Ya nos lo decía san Juan en este hermoso texto de su primera carta que se nos ha proclamado. ‘Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor’. Por eso más adelante nos seguía diciendo el apóstol. ‘Si nosotros nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su perfección’. Por eso decía que desde el amor sintonizamos con Dios, se nos abren las puertas de nuestra vida a Dios. ‘Si nos amamos... Dios permanece en nosotros...’, podremos conocer a Dios, podremos llenarnos de Dios.
Podremos sintonizar con Dios porque Dios es amor. Podremos llegar a descubrir el amor más grande y más perfecto, porque entonces descubriremos todo lo que es el amor que Dios nos tiene. Porque aunque nos parezca que somos nosotros los que hemos empezado a amar, es Dios el que nos ha amado primero. Porque como nos dice el apóstol ‘el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y nos envió a su hijo para librarnos de nuestros pecados’. Un amor generoso, sin límites, un amor altruista, un amor fiel del Señor aunque nosotros no le correspondamos.
Y entonces amaremos con amor como el suyo. Un amor primero, un amor sin límites, y un amor sin esperar recompensa. Eso lo podremos descubrir y podremos luego vivirlo desde El y con El, cuando nos sentimos amados así por El. Esa es una característica del amor cristiano. Que amamos siempre aunque no seamos amados ni recompensados por aquellos a los que amamos, porque amamos generosamente. Amamos sin poner límites a nuestro amor, con amor generoso y universal.
Me estoy haciendo esta reflexión en esta fiesta de santa Marta que estamos celebrando porque este texto de la primera carta de san Juan que estamos comentando es el que nos ofrece la liturgia como primera lectura en nuestra celebración. Y es que además podemos verlo reflejado perfectamente en la vida de santa Marta, en esa virtud de la hospitalidad que resalta sobre todo en lo que el evangelio nos reseña de su vida.
Miramos hoy a santa Marta, la mujer de las puertas abiertas, la mujer que resplandece por su hospitalidad, la mujer que resplandeció por su amor. Es lo que nos cuenta el evangelio de ella. Una mujer de su tiempo dedicada por entero a las tareas del hogar, pero una mujer de un corazón grande para acoger y amar con la mejor de las hospitalidades. Por eso sus puertas estaban abiertas para Dios.
Con qué gusto, podríamos decir, llegaba Jesús a aquel hogar de Betania donde tan maravillosamente se sentía acogido. Betania era y sigue significando un remanso de paz y de amor. En el camino que conducía a Jerusalén, se convertiría en lugar de parada obligatoria, porque allí estaban siempre aquellos hermanos, Lázaro, Marta y María, con las puertas abiertas; allí estaban aquellos corazones generosos y llenos de amor para acoger. Iba y venía seguramente Jesús y sus discípulos de Jerusalén a Betania y de Betania a Jerusalén en sus estancias en la ciudad santa. En algun momento determinado nos lo da a entender el evangelio. Y desde el camino de Betania bajaba Jesús por el monte de los Olivos cuando su entrada en Jerusalén, camino de la Pascua, de su Pascua definitiva y eterna.
Desde su amor Marta conoció a Jesús y creció su fe en El. Marta suplica confiada a Jesús cuando Lázaro está enfermo: ‘el que amas está enfermo’, le manda a decir. Como sigue confiando en Jesús aunque su hermano hubiera muerto, ‘porque sé que todo lo que le pidas a Dios te lo concederá’. Y Marta terminará haciendo una hermosa profesión de fe, tras el anuncio de resurrección y de vida para quienes creen en Jesús. ‘¿Crees esto?’, le preguntaba Jesús, y ella respondía: ‘Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir’.
El Señor nos ofrece el ejemplo de su vida, la ayuda de su intercesión y la participación en su destino, como cantamos en uno de los prefacios de los santos. Aquí tenemos hoy el ejemplo de santa Marta, ejemplo de fe y ejemplo de amor. Queremos copiar su fe, para reconocer a Jesús, el Mesías de Dios, el Hijo de Dios que tenía que venir al mundo, pero para reconocer a Jesús también nuestros hermanos porque todo lo que le hagamos a uno de estos pequeños a mí me lo hicisteis, que nos enseñaría Jesús. y queremos imitarla también en su amor generoso y hospitalario.
Que Santa Marta nos alcance del Señor ese don del amor, para que así siempre le abramos las puertas para Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario