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jueves, 13 de noviembre de 2025

Sembremos el corazón de actitudes nuevas que nos hagan cercanos unos a otros aprendiendo a amarnos más y estaremos dando señales inequívocas del Reino de Dios

 


Sembremos el corazón de actitudes nuevas que nos hagan cercanos unos a otros aprendiendo a amarnos más y estaremos dando señales inequívocas del Reino de Dios

Sabiduría 7, 22 – 8,1; Salmo 118; Lucas 17, 20-25

Somos amigos de cosas espectaculares y grandiosas, donde nos sentimos pequeños y anonadados en medio de esa inmensidad, pero aun así seguimos buscando un efecto más, algo aun más llamativo porque por lo que hayamos pasado ya nos parece pequeño. ¿No nos damos cuenta que en nuestras películas de ficción cada día se buscan efectos más especiales y más espectaculares? Son fantasías o sueños, pero son cosas que buscamos y nos creemos más fácilmente esas cosas grandiosas aunque sean realmente fantasiosas que las cosas pequeñas y sencillas que si fuéramos capaces de detenernos a contemplarlas descubriríamos cosas más maravillosas que esas fantasías en las que de una forma o de otra vamos envolviendo la vida.

Son las carreras locas de un lado para otro también cuando nos dicen que ha sucedido algo extraordinario; todos nos queremos enterar porque parece que solo eso es lo que nos da fe en la vida, pero pronto quizás también nos desinflamos y ya no nos llama la atención. Hablo de muchas cosas en lo humano que hacemos y por las que corremos de un lado para otro muchas veces tan enfervorizados que parece una locura.

¿Nos sucederá así en al ámbito de la religioso y espiritual, en el ámbito de la trascendencia? Sí, andamos pidiendo cosas milagrosas todos los días y decimos que lo necesitamos para creer. Quizás en muchos momentos a lo largo de nuestra vida nos han sorprendido hablándonos de cosas poco menos que milagrosas que hayan podido suceder en nuestro entorno y quizás nos hayamos quedado encandilados por esas cosas y por esos milagros. Pero ¿será así en verdad cómo vamos a encontrar a Dios o cómo Dios quiere manifestársenos? Una buena pregunta que nos tiene que hacer reflexionar.

En las expectativas que vivían en el pueblo de Israel en los tiempos de la presencia de Jesús ante la posible llegada inminente del Mesías que tanto deseaban, contemplando los signos que Jesús va realizando y también desde lo que habían escuchado al Bautista allá en el desierto se preguntan por el tiempo y la forma de la llegada del Reino de Dios que Jesús anunciaba. Unas expectativas que no solo se quedaban en lo religioso sino que abarcaban todos los ámbitos de vida social de aquel pueblo que se veía de alguna manera sometido y sin esperanza. Por eso las preguntas que le hacen a Jesús.

‘¿Cuándo va a llegar el Reino de Dios?’, le preguntan. Recordamos que aun los discípulos más cercanos seguían con esa pregunta en su interior, porque en el camino hacia el monte de los Olivos para la Ascensión, después de la resurrección, aun le preguntan si es en aquel momento cuando se va a restaurar la soberanía de Israel.

Jesús responde claro. No pueden andar a la expectativa de sucesos extraordinarios para que se manifieste el Reino de Dios. Y les dice claramente  ‘el Reino de Dios está en medio de vosotros’. Seguramente la respuesta de Jesús les dejara con más interrogantes en su interior por lo que ellos pensaban que iba a ser ese Reinado de Dios. Les costaba entender a Jesús y darse cuenta de los signos que iba realizando de ese Reino de Dios en medio de ellos. ¿Nos sucederá de alguna manera a nosotros lo mismo?

El Reino de Dios está en nosotros, en esas nuevas actitudes y valores con los que tenemos que ir construyendo nuestra vida, en la medida en que comencemos a aceptarnos todos y a respetarnos, a amarnos mutuamente y a sentir ese interés que nace del amor de los unos por los otros, en la medida en que vamos siendo más auténticos en nuestra vida viviendo en la verdad y en la sinceridad, quitando fastuosidades y desterrando de nuestra vida la vanidad, en la medida en que buscamos el bien, luchamos por la justicia, vivimos con mayor solidaridad haciendo que nuestro corazón se desparrame en la generosidad, en la medida en que aprendemos a colaborar los unos con los otros y a valorar lo que los otros hacen; estaremos sintiendo que todos somos hijos de Dios y como hermanos tenemos que amarnos, estaremos haciendo presente a Dios en nuestra vida como centro de nuestro corazón y de todo nuestro actuar. Ahí estamos manifestando la presencia del Reino de Dios en nosotros y haciéndolo presente para nuestro mundo.

Allí donde vemos que dos personas se aman, digamos que está el Reino de Dios; allí donde hay gente comprometida por la paz y porque nadie sufra, tenemos que decir que se está haciendo presente el Reino de Dios; allí donde vivimos con sencillez y en la humildad sabiendo valorar las cosas pequeñas, estaremos haciendo florecer el Reino de Dios.

¿Lo tendremos de verdad en nuestro corazón porque lo tengamos sembrado con esas actitudes nuevas?

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