La
alegría de Dios es perdonar, que nos contagiemos de esa alegría del cielo en la
búsqueda de la oveja perdida o la moneda extraviada
Romanos 14, 7- 12; Salmo 26; Lucas 15, 1-10
Nos encontramos a aquella persona, ¿un
amigo? ¿Un familiar?, revolviéndolo todo como un loco. ¿Qué buscas? ¿Qué has
perdido? Algo muy importante para mi; y daba vueltas y vueltas. Ya lo
encontrarás, le decíamos; ¿qué es eso tan importante? Algun recuerdo pensamos,
alguna cosa que compró un día y que significa mucho para él; por más que le
decimos que ya podrá comprar otras cosas, que nada merece tanto esfuerzo y
tanta locura, él nos sigue diciendo que sí es muy importante para él porque es
algo único. No lo entendemos quizás y lo dejamos con lo que consideramos sus
locuras.
Es de la locura que nos está hablando
el evangelio. La locura de amor de un Dios por nosotros que nos envió y entregó
a su Hijo. No siempre llegamos a entender en toda su hondura las parábolas que
nos propone Jesús. Nos parece que aquella moneda que perdió la mujer en su casa
en fin de cuentas no es de tanto valor; o nos parece que una oveja entre cien
no significa gran cosa como que el pastor arriesgue su vida descolgándose
incluso por barrancos para ir en búsqueda de aquella oveja perdida.
Pero la moneda era única para aquella
mujer que barría la casa por todas partes; la oveja era única aunque tuviera
noventa y nueve más en el redil para aquel pastor que así con tanto afán va a
buscarla. Por eso su alegría, tanto de la mujer cuando encuentra la moneda
extraviada, como el pastor cuando encuentra la oveja perdida; llamará a sus
amigos y vecinos para decirle que la ha encontrado. No olvidemos que somos
únicos para Dios.
¿Qué nos está queriendo decir Jesús?
Somos únicos para El y siempre querrá nuestra salvación. Nos ama con un amor único
e irrepetible. Aunque seamos lo que seamos, aunque seamos los pecadores más
horribles del mundo, Dios sigue amándonos y buscándonos, sigue ofreciéndonos su
perdón y su amor, quiere cargarnos sobre sus hombros como hace el pastor con la
oveja herida.
Aquí podríamos preguntarnos muchas
cosas, empezando por si nos gozamos en esa búsqueda de Dios y en ese nuevo
encuentro con El. El padre hace fiesta cuando le hijo que se ha marchado y
gastado todo de mala manera vuelve a casa. ¿Nos sentimos nosotros disfrutando
de esa fiesta del amor y del perdón del Señor? Aquí nos preguntaríamos con qué
sentido de fiesta celebramos el sacramento de la reconciliación y del perdón.
¿Saldremos con cara de fiesta tras ese encuentro de perdón? ¿Nos sentimos en
verdad amados del Señor?
Pero a partir de esta reflexión que nos
hacemos en torno a estas parábolas muchas más cosas tendríamos que
preguntarnos. La motivación directa podemos decir por la cual Jesús nos propone
estas parábolas son las criticas y comentarios de algunos porque Jesús se
mezcla con aquellos que consideraban pecadores; les parecía que Jesús tenía que
mostrarse con otro talante de dignidad. Pero Jesús con estas parábolas nos está
diciendo que El va allí donde se ha extraviado el pecador y nos invita además a
que nos alegremos por esas ovejas extraviadas que vuelve a traer al redil. ¿Serán esas nuestras actitudes? ¿Nos
alegramos con el pecador arrepentido? ¿Sentimos que su gozo en el reencuentro
con el Señor es también nuestro gozo? ¿Seremos capaces de copiar en nosotros la
alegría del cielo por un pecador que se arrepiente como nos dice Jesús hoy en
el evangelio?
Y nosotros que seguimos pensando que
hay personas que ya no tienen remedio, que no tenemos que perder tiempo con
ellos porque nada vamos a sacar en limpio, que están tan llenos de pecado que
tienen como una coraza que ya no atravesará la gracia divina. Porque esas cosas
las seguimos pensando, porque en esas discriminaciones andamos, porque cargamos
al pecador con su culpa al que dejamos marcado para toda la vida.
Qué lejos estamos a veces del espíritu
del Evangelio. Pero no podemos olvidar que con nuestras actitudes y nuestra
manera de acoger a los demás tenemos que ser signos de la misericordia de Dios
para nuestro mundo. Sepamos disfrutar del amor del Señor que tan misericordioso
es con nosotros y que esa sea la forma cómo nosotros nos manifestemos con los
demás. No olvidemos que la alegría de Dios consiste en perdonar y esa debe ser
siempre también nuestra alegría. Es la buena noticia que recibimos y la buena
noticia, el evangelio, que hemos de trasmitir para transformar nuestro mundo.
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