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sábado, 16 de noviembre de 2024

Ojalá aprendamos a saborear desde la primera palabra o desde el primer momento que hacemos oración porque estamos saboreando a Dios

 


Ojalá aprendamos a saborear desde la primera palabra o desde el primer momento que hacemos oración porque estamos saboreando a Dios

3Juan 5-8; Salmo 111; Lucas 18, 1-8

Mientras algunos tienen a gala el tener grandes amigos, poderosos e influyentes, a los que pueden acudir porque siempre estarán dispuestos a mover los hilos que sea para que nosotros logremos nuestras aspiraciones, o consigamos todo aquello que necesitamos, otros sin embargo andarán resabiados por la vida porque no estarán dispuestos a pedirle nada a nadie, o piensan que a determinadas personas nada le pedirán porque siempre les van a dar largas o el no por respuesta. ¿Qué confianza podemos tener para solicitar una ayuda o pedir algo perentorio que necesitamos? ¿Qué vamos a encontrar? Claro que por detrás también tenemos que pensar cuales son las respuestas que nosotros damos a quien nos pide. Algo muy complejo, que no lo podemos delimitar tan fácilmente. ¿Qué encontramos o qué ofrecemos?

¿Es verdad que necesitamos de esas influencias, o de esas instancias para ablandar el corazón de aquel a quien le pedimos? Claro que también tendríamos que pensar que nuestras mutuas relaciones no se reducen a un pedir o a un dar; alguna otra comunicación tendríamos que tener entre unos y otros, porque de lo contrario eso significaría que son muy pobres nuestras relaciones, que nos falta cordialidad y confianza, que nos falta cercanía para compartir que no solo son cosas sino algo más de nuestra vida.

¿No tendríamos que pensar en algo de todo esto en lo que es nuestra relación con Dios? Y es aquí donde tenemos que plantearnos qué son y cómo son nuestras oraciones. Es cierto que muchas veces parece que las convertimos solo en un reclamo o en pedir cosas. ¿No nos estará faltando esa comunicación que tiene que ser comunión en todo lo que es nuestra relación con Dios? Muchas veces también lo reducimos a algo formal, a lo ritual, y porque hacemos unos ritos, muchas veces mecánicamente, ya parece que lo hemos hecho todo, ya hemos hecho oración, pero quizá en lo hondo del corazón no hemos terminado de llegar a sentir esa presencia de Dios en nuestra vida. Qué pobreza entonces, tenemos que reconocer, en nuestra oración.

El evangelista nos dice que para enseñarnos Jesús cómo tenemos que ser perseverantes en nuestra oración nos propone una parábola. No dice solo perseverantes en nuestras peticiones, que también, sino perseverantes en la oración. Claro que el ejemplo nos habla de la viuda que pedía justicia a aquel juez que se portaba de manera injusta y no la escucha.

Pero me quiero quedar en unas palabras que pueden tener su significado para lo que estamos diciendo; aquella mujer quiere ser escuchada, aquel juez no la escucha, aunque al final terminará escuchándola. ¿No tendríamos que emplear esta expresión en lo que tiene que ser nuestra relación con Dios? Una escucha mutua, que de Dios tenemos garantizada, pero una escucha que nosotros también tenemos que saber hacer a lo que Dios nos dice o nos ofrece. Y escucha es ese querer entrar en comunicación, es llegar a esa comunión con Dios. Y no somos perseverantes, no es Dios el que se cansa de nuestras peticiones, sino que somos nosotros los que nos cansamos de escuchar a Dios, no nos ponemos en sintonía con Dios. Creo que es un aspecto muy importante que hemos de tener en cuenta.

Por eso nos dirá Jesús en otro momento cuando nos enseñe a orar que no tenemos que estar pensando en muchas cosas que tenemos que pedirle a Dios, que Dios conoce nuestras necesidades; como nos dice cuando nos enseña el padrenuestro como forma, que no fórmula, de oración nos dice que no necesitamos muchas palabras. Claro que nosotros lo hemos convertido en una fórmula que entonces nos parece que tenemos que repetir muchas veces para que Dios nos escuche. Ojalá aprendamos a saborear el padre nuestro desde la primera palabra de esa oración. Sí, digo saborear. Eso tiene que ser nuestra oración, saborear el que estamos con Dios.

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