Allí
donde estamos o con la responsabilidad que tenemos muchas cosas tendríamos que
cambiar en nosotros mismos para gestionar nuestra vida y lo que hacemos
2Juan 4-9; Salmo 118; Lucas 17, 26-37
La vida no siempre es fácil, todos lo
sabemos. Exige esfuerzo y deseos de superación, nos pide muchas veces estar en
pie de lucha ante las dificultades que van apareciendo, muchas veces nos
suceden cosas que nos lo pueden trastocar todo y quedarnos como con las manos
vacías sin saber que hacer, pero siempre podemos encontrar el ánimo, la fuerza
de voluntad, el apoyo que necesitamos en ese camino. Son las luchas y los
trabajos de cada día, familia, responsabilidades, crecimiento personal, que
muchas veces desde nosotros mismos nos encontramos con tropiezos, por nuestros
cansancios y nuestra falta de constancia, por nuestras propias pasiones que en
ocasiones nos hacen perder el sentido más profundo, por cuanto nos sucede a
nuestro alrededor. Pero yo diría que no podemos sentirnos derrotados.
Tiene que aparecer toda la madurez de
nuestra propia persona, para reflexionar y para discernir, para saber encontrar
el camino y no perder la esperanza, para mantenernos fieles a nuestros valores
y a nuestros principios, para sentir también que la mano de Dios está detrás de
todo eso y quizás a través de esas mismas cosas que nos suceden El quiere
hablarnos al corazón, como al mismo tiempo abrirnos a nuevos horizontes. Aquí
tiene que aparecer el discernimiento de nuestra fe, para no confundirnos, para
saber que siempre hay una luz, que no nos faltará el amor de Dios, aunque el
camino nos parezca oscuro. En cañadas oscuras El nos conduce como rezamos en
alguno de los salmos.
El evangelio de hoy nos puede parecer
un tanto enigmático y difícil de comprender. Jesús está en el camino de su subida
a Jerusalén para la pascua y sabe bien cuál es la pascua que allí ha de vivir.
En su entorno aunque los discípulos más fieles están siempre con El, alguno
fallará sin embargo, comienza también a notarse el rechazo de algunos
principales y que más tarde en Jerusalén se hará bien patente. Las palabras de
Jesús de alguna manera tienen este trasfondo.
En los próximos días también vamos a
escuchar mucho que Jesús hablará de los tiempos finales, de los últimos
tiempos, como también anunciará proféticamente lo que va a suceder en medio de
su pueblo, aunque a la gente le cueste entender las palabras de Jesús. Pero ahí
han quedado en el evangelio y son palabras iluminadoras en todos los tiempos en
que siempre los cristianos o nos vamos a encontrar con momentos difíciles, o
vivimos también en la expectación de los últimos días. Por eso las palabras de
Jesús siguen siempre palabras que iluminan, palabras de esperanza para los
hombres de todos los tiempos.
Hemos hablado de nuestras luchas y de
lo difícil que se nos pone la vida de muchas maneras, pero también hemos
insinuado la necesidad de que reflexionemos sobre la vida y cuanto nos sucede,
y seamos capaces de hacer un discernimiento para encontrar lo que tiene que ser
nuestro camino, nuestro camino precisamente iluminado por esa fe que ponemos en
Jesús.
En todo momento de la vida tenemos que
descubrir esa luz que no nos falta, porque Dios estará siempre con nosotros
aunque tengamos que pasar por momentos negros en la vida. Cuanto sucede a
nuestro alrededor nos ha de servir de lección, de toque de atención, de
plantearnos que es lo que de verdad estamos haciendo que la vida, qué estamos
haciendo nuestro mundo, qué respuesta tenemos que ir dando.
En nuestra tierra hemos pasado – sobre
todo en aquellas regiones más afectadas aunque todos queremos sentirlo como
algo que nos ha sucedido a nosotros, como algo nuestro – unos momentos
difíciles donde ha aparecido la destrucción y la muerte. ¿Todo esto no nos
tendría que hacer pensar? ¿Cuáles han de ser los verdaderos afanes que hemos de
tener en la vida? ¿Qué estamos haciendo allí donde estamos, allí donde vivimos,
allí donde ejercemos nuestras responsabilidades por hacer que nuestro mundo sea
mejor?
En medio de tanto dolor y oscuridad
siempre podemos encontrar una luz, como siempre tenemos que sentir una llamada
del Señor. Se ha despertado la solidaridad de muchos, hemos roto esa cadena de
insensibilidad en que a veces parece que caminamos en la vida, ha habido una
respuesta hermosa en tantos y tantos que han sentido como propios los
sufrimientos de esas personas y de tantos que de una forma o de otra se han
movilizado para ayudar.
¿No tendría que hacernos pensar en que
sería de otra manera como gestionáramos nuestro mundo? Incluso desde nuestra
vida personal, allí donde estemos o con la responsabilidad que tengamos, ¿no
nos daremos cuenta que quizás haya muchas cosas que tendríamos que cambiar en
nosotros mismos, en nuestra manera de hacer las cosas o donde empleamos lo que
somos y lo que tenemos? Pueden ser llamadas que Dios está haciendo a nuestro
corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario