Un
momento para hacernos una reflexión seria de lo que tendría que significar la
celebración del Misterio Pascual de la Semana Santa y el compromiso que tendría
que surgir
Jeremías 20, 10-13; Salmo 17; Juan 10, 31-42
Estamos ya casi a las puertas de la semana
santa y según las expectativas de muchos para estos días, parece como si los
textos que se nos están ofreciendo en el evangelio en estos días no terminaran
de conectar con lo que esperamos o con lo que pensamos que ha de ser la semana
santa.
Y no pienso en las expectativas de los
que piensan en este día como unas vacaciones como a fuera de época antes de
llegar el verano y como una recuperación de fuerzas para seguir luego en la
batalla de siempre. Pienso en los que religiosamente queremos vivir la semana
santa un poco también como nos la hemos montado que ahora sí tendríamos que
preguntarnos si en verdad es lo que tendría que ser esta semana de pasión y de
pascua.
Estos días los textos de la Palabra de
Dios y sobre todo del evangelio nos han ido presentando lo que fueron también
las vísperas de aquella pascua de Jesús y los discípulos en aquel momento
concreto. Y es que, tendríamos que reconocerlo así, se estaba desarrollando un
drama muy sangriento y cruel que luego ahora nosotros revestimos de ropajes de
ricos tejidos y esplendorosos adornos como si de alguna manera quisiéramos
disimular lo que realmente celebramos. También nos hemos hecho, y perdónenme la
palabra, unos montajes que no sé, lo digo con miedo pero también con
sinceridad, si realmente nos ayudarán a vivir con profundidad el misterio que
celebramos.
Creo que la Iglesia, y los cristianos,
de una vez por todas tendríamos que hacernos una reflexión seria y profunda de
por donde hemos ido llevando nuestras celebraciones y nuestros ritos litúrgicos
y si hemos sido capaces de darle toda la profundidad al misterio pascual que
celebramos. Demasiada aparatosidad externa, demasiados brillos de oropeles,
emociones de movimientos de masas en muchos lugares y ocasiones, pero, ¿dónde
están calando los valores del evangelio?, ¿dónde los estamos reflejando? ¿En
qué se aprecia que los valores del evangelio son la guía y el sentido de la
vida de cada día de esas personas que de esa forma han vivido la semana santa?
Como fruto de la vivencia del misterio
pascual tendría que notarse que nos sentimos transformados, que nuestra vida no
es la misma, que hay unos compromisos en la vida que tenemos que asumir con
radicalidad, que hay un trabajo que tendríamos que hacer los cristianos para
que nuestro mundo sea en verdad mejor y reina la justicia, y amemos la verdad,
y alejemos de nosotros vanidades y ostentaciones, orgullos y violencias. Pero
se mueve la marea religiosa enfervorizada en estos días, pero luego baja la
marea y todo sigue igual. ¿Podemos contentarnos con eso?
Hay un tremendo drama de dolor y de
sufrimiento en la pasión de Jesús que celebramos y en la que tendríamos que ver
todo el drama de dolor y sufrimiento que sigue viviendo hoy la humanidad. Podríamos
hacer una larga descripción; pienso en los que llegan en pateras a nuestras
cosas y los que se quedan en el camino del mar; pienso en esos largos éxodos de
emigrantes que en distintos lugares de América y del mundo huyen de pobrezas y
de guerras; como puedo pensar en tantos que son perseguidos o anulados de una
forma o de otra por dictaduras de todo tipo que quitan la libertad y la
dignidad humana… En muchos más podríamos pensar como la guerra de Ukrania, de Gaza e Israel y tantos otros sitios.
Claro que cuando vemos el drama de la pasión
de Jesús estamos viendo en su hondura todo lo que es el fuego del amor divino
que así en Cristo se nos manifiesta. Aquel drama tuvo un sentido que fue el
amor. El amor de Dios que nos ama tanto que nos entregó a su Hijo que a pesar
de su categoría de Dios se rebajó no solo haciéndose hombre sino haciéndose el
esclavo de amor de todos para a todos liberarnos y para que entonces comprendiéramos
donde está verdaderamente el sentido de nuestra vida.
Despojado y desnudo de todo ropaje le
veremos subir a la cruz no para que ahora nosotros vistiéramos su imágenes de
terciopelos y de coronas de oro, sino para que viendo la desnudez y el despojo
de tantos a nuestro lado desde nuestro amor aprendamos a vestirlos de nueva
dignidad como personas y como hijos de Dios que también son. ¿Llegaremos a esas
conclusiones en los parámetros en que nos hemos montado nuestras celebraciones
de semana santa? Si nos tomáramos en
serio el misterio del amor de Dios que vamos a celebrar muchas cosas tendrían
que cambiar en nuestra vida y muchas cosas comenzaríamos a cambiar también en
la manera que hacemos las cosas y muchas cosas cambiarían en nuestro mundo.
Mucho tenemos que plantearnos, mucho
tenemos que pensar y reflexionar, muchas nuevas actitudes y posturas tendríamos
que tomar. Puede parecer cruda esa reflexión pero es necesario que nos paremos
a pensar.
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