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jueves, 11 de mayo de 2023

Vayamos siempre por la vida con el corazón cantando de alegría y contagiaremos al mundo de nuestro amor para disipar las sombras que podrían llenarlo de oscuridad

 


Vayamos siempre por la vida con el corazón cantando de alegría y contagiaremos al mundo de nuestro amor para disipar las sombras que podrían llenarlo de oscuridad

Hechos 15, 7-21; Sal 95; Juan 15, 9-11

Por favor, cambia esa cara, pon cara de alegría, nos habrá dicho alguien en alguna ocasión que íbamos por la calle con cara adusta, de seriedad, y dando incluso la expresión de amargura. Demasiadas caras tensas nos encontramos en nuestro caminar por la vida, aunque alguno quizás nos puede decir que sin con los tiempos que corren podemos poner de verdad cara de alegría. Y pensamos lo más pronto y lo más fácil en cómo sube la cesta de la compra, o escuchamos hablar de cambio climático que todo nos lo va cambiando y que a larga nos puede afectar en tantas cosas, y seguimos pensando en las guerras de las que todos los días nos dan noticias, y podemos seguir pensando en tantas y tantas según sea también la sensibilidad con que vivamos.

Pero nos pueden decir que no sabemos cómo están por dentro pasándolo mal, en tan diversas situaciones adversas con que podemos vernos afectados, desde problemas familiares, desde tensiones que podemos vivir con los que están cerca de nosotros, o en nuestro trabajo o en el circulo de amigos o vecinos, desde preocupaciones y sombras que todos llevamos dentro. ¿Podemos realmente poner cara de alegría? ¿O acaso solo ponemos cara por fuera mientras por dentro siguen las preocupaciones y las angustias?

Claro que queremos alegría y queremos ser felices. Todos lo deseamos y todos lo buscamos de alguna manera, aunque muchas veces pueda quedarse en una apariencia exterior. Suena la música y los cánticos muchas veces incluso de forma estridente y queremos dar apariencia de alegría y de felicidad. Vayamos por donde vayamos queremos llevar la música metida en nuestros oídos que hoy con los medios técnicos de que disponemos pudiera ser muy fácil hacerlo. Pero, ¿llevaremos esa alegría en el corazón? ¿Podremos encontrarla?

Tenemos que buscar lo que nos llene de verdadera alegría el corazón para que no se quede ni en ruidos ni en apariencias. ¿Será una tarea fácil? Hoy nos está hablando Jesús de encontrar esa alegría, de llenarnos de esa alegría. Y de alguna manera nos está diciendo que para eso El está con nosotros y que en El podremos encontrar los motivos más profundos para encontrar y para vivir esa alegría. Es un fruto de su Espíritu y es una característica fundamental del Reino de Dios que Jesús quiere para nosotros.

Vayamos simplemente a algo muy humano que fundamente y crea nuestras relaciones. Todos ansiamos sentirnos queridos. Son muchas las soledades que quiebran la paz de nuestros espíritus y nos hacen sentirnos como sin rumbo sin sentido en la vida. Y es importante el sentirse amados, empezando por los que tenemos más cerca. Qué clima más bonito se crea en una familia donde todos desde el más pequeño al mayor en todo momento se sienten amados por esos seres que tienen junto a sí.

Fijémonos en el rostro de un niño que se siente amado por sus padres y en ese caldo de cultivo va creciendo y va modelando su personalidad; lo veremos siempre con una sonrisa en su semblante, lo veremos con una mirada luminosa y limpia porque ha aprendido que desde ese amor que recibe está hecho para amar. Ahí sonará fuerte la risa porque siempre está sonando la música del amor. Qué terrible sería el momento en que llegara a gritar ‘tú no me quieres’, porque grande y terrible sería la ruptura interior que se produjera en su vida.

Lo hemos puesto como ejemplo para considerar entonces lo que Jesús nos está ofreciendo hoy en el evangelio. Nos habla Jesús de permanecer en su amor, pero es que antes nos ha hablado del amor del Padre y de su propio amor.Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor’. Y nos sigue diciendo cómo vamos a permanecer en su amor si guardamos los mandamientos.

Es el camino. Y empezamos por disfrutar del amor que Dios nos tiene que se nos manifiesta en Jesús, en su entrega por nosotros, porque nadie ha amado tanto como aquel que dio su vida por aquellos a los que amaba. Y esto no es cosa solo de saberlo sino de disfrutarlo, gustarlo allá en lo más íntimo y profundo de nosotros. Si así supiéramos disfrutarlo qué distinta sería nuestra vida. ¿Recordáis lo que hace un momento decíamos del niño que se siente amado y se siente feliz? No nos faltará alegría en el corazón.

Por eso termina diciéndonos que nos ha  hablado de esto para que su alegría esté en nosotros, y nuestra alegría llegue a plenitud. Cuando lleguemos a vivir una cosa así todo va a cambiar en nuestra vida, afrontaremos la vida, los problemas, las preocupaciones de una forma distinta; no nos faltará la esperanza, no perderemos la fuerza y la ilusión por hacer nuestro mundo mejor contagiando esa alegría, contagiando ese amor. Los problemas seguirán estando presentes, pero nuestra forma de afrontarlos será distinta; no perderemos la paz, iremos siempre con el corazón cantando de alegría y contagiaremos al mundo de nuestro amor. No solo vamos a poner cara de alegría sino que inundaremos nuestro mundo de felicidad.

 

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