Errores, tropiezos, incongruencias, traiciones, negaciones…
siempre se van repitiendo a pesar de nuestros buenos deseos, no dejemos que las
sombras de la noche nos envuelvan
Isaías 49, 1-6; Sal 70; Juan 13, 21-33.
36-38
Nuestra vida se nos llena en muchas ocasiones
de contradicciones e incongruencias como si no supiéramos lo que queremos o lo
que buscamos; tenemos momentos de entusiasmo, tras los que viene pronto el
sentirnos como derrotados, y comenzamos a actuar de manera distinta en
contradicción quizá con lo que antes queríamos vivir o veíamos tan fácil.
Contratiempos que nos aparecen,
insatisfacciones porque las cosas no son como nosotros pensábamos o soñábamos,
un desaire que nos afectó o una situación difícil que vimos en alguien en quien
habíamos puesto nuestra confianza, momentos de flaqueza y de debilidad en que
vamos tropezando con todo, nos llevan a esas incongruencias y contradicciones.
Una cadena que a veces parece que no tiene fin.
¿Cómo se
encontraban los discípulos de Jesús en aquellos momentos que estaban viviendo
ya en Jerusalén después de lo que Jesús había anunciado repetidamente en su
subida a la ciudad santa? Las cosas parecía que se iban precipitando. Las
mismas palabras de Jesús y sus gestos hay momentos en que les resultan enigmáticas,
difíciles de entender. Ahora que están en la cena pascual – ya ha habido
algunos signos a los que haremos mención en otro momento – y viene Jesús y en
medio del entusiasmo de la cena les dice que uno de ellos lo va a entregar.
Fue un
mazazo, podríamos decir. Se preguntan con la mirada sobre el significado de las
palabras de Jesús. A insinuaciones de Simón Pedro, Juan que está más cerca de
Jesús le preguntará un poco como queriendo sonsacar un secreto, quien es el traidor. ‘Aquel
a quien yo le dé este trozo de pan untado’, y se lo dio a Judas Iscariote.
Y Jesús le
dirá que lo que tiene que hacer, que lo haga pronto, sin que el resto de
comensales entienda. Y tras tomar el pan Judas salió para dar cumplimiento a la
traición. ‘Era de noche’, dirá el evangelista. ¿Comenzaba la hora de
las tinieblas como diría Jesús en otro momento? ¿Era de noche para Judas
que había emprendido un camino de alejamiento de Jesús? En cuantas noches nos
vamos introduciendo nosotros también tantas veces. Una pendiente resbaladiza,
de la que no siempre sabemos cómo salir.
Y Jesús
sigue hablándonos de lo que son aquellos últimos momentos. ‘Me queda poco de
estar con vosotros…’ pero ellos no quieren apartarse de Jesús. Como siempre
Pedro habla en nombre de todos afirmando sus deseos y voluntad de estar siempre
al lado de Jesús pase lo que pase. No sabe de lo que es su propia debilidad.
Nos sentimos tan fuertes y valientes en ocasiones, pero pronto pueden aflorar
nuestras debilidades y tropiezos. Es lo que Jesús le dice a Pedro, el que
estaba dispuesto a dar su vida por Jesús. ‘¿Conque darás tu vida por mí? En
verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado
tres veces’ .Una nueva incongruencia que iba a aparecer. Como tantas de
nuestra vida.
Errores,
tropiezos, incongruencias, traiciones, negaciones… cosas que siempre se van
repitiendo a pesar de nuestros buenos deseos. Pero no dejemos que la noche nos
envuelva. Pedro también tropezó en esas valentías y atrevimientos como tantas
veces nos metemos en la vida, pero no se dejó que las sombras de la noche le
envolvieran, aunque le costara recuperarse y salir de nuevo a flote. Pedro supo
llorar su pecado; Judas Iscariote se dejó vencer por la negrura de su traición
y sabemos cómo terminó.
Dejémonos
encontrar por Jesús aunque estemos hundidos en la peor de nuestras negruras.
Cuando aquella noche cantó el gallo y Pedro se dio cuenta de su negación, aún
estaba en patio cuando pasó Jesús y se dejó mirar por Jesús. No hubo palabras,
no hubo reproches, solo una mirada en silencio, porque aún en su dolor por su
negación el amor permanecía en el corazón de Pedro. No podía quedarse Pedro en
la noche oscura. Un día Jesús solamente se lo recordará preguntándole si lo
amaba y lo amaba más que el resto. Jesús podía seguir contando con Pedro.
Es para
nosotros un rayo de luz y de esperanza. Es un comenzar a ver cómo se puede
desenmarañar ese ovillo de nuestras incongruencias y debilidades. Jesús estará
tirando del hilo de nuestro amor para que se mantenga siempre bien unido a su
amor a pesar de los nudos. Y es que siempre Jesús nos está llamando a la vida,
siempre nos regalará su perdón. ¿Aprenderemos nosotros a mantener también vivo
y sin romperse ese hilo del amor hacia los demás aunque a veces nos sintamos
defraudados, a veces nos veamos también enrollados en esas mutuas
incongruencias que nos pueden hacer daño?
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