Estamos en los momentos de los preparativos últimos y es
necesario que terminemos de decidirnos a dar el paso que necesitamos para que
haya pascua en nosotros
Isaías 50, 4-9ª; Sal 68; Mateo 26, 14-25
Cuando llegan
los momentos previos a un acontecimiento importante vienen las carreras y las
prisas por tenerlo todo preparado; normalmente con antelación suficiente se
tiene previsto todo lo que ha de suceder y todo lo que ha de hacerse, pero
quizá no siempre somos lo suficientemente previsores y las cosas se nos agolpan
en el ultimo momento.
¿Nos
encontraremos nosotros en un momento así? Antes de respondernos vamos a
fijarnos en lo que nos ofrece el evangelio de la liturgia de este día. Son los
preparativos de la pascua, de aquella pascua tan especial que en aquel momento
se había de vivir. Eran los preparativos de donde había de celebrarse aquella
cena pascual; Jesús y los discípulos realmente no tenían un lugar propio en
Jerusalén, puesto que ellos realmente venían de Galilea; pero eran también la
situación de tantos peregrinos que aquellos días habían subido a Jerusalén para
la fiesta de la pascua, quizá tendríamos que valorar la generosidad de las
gentes de Jerusalén que ofrecían sus hogares a los peregrinos facilitando así
la cena pascual para todos. Es por donde van los discípulos cuando le preguntan
a Jesús dónde quiere que le preparen la celebración de la cena pascual. Ya
escuchamos en el evangelio los detalles.
Pero hay más
preparativos para aquella pascua, pues uno de los doce ha actuado por su cuenta
- ¿insatisfecho quizá por los caminos que tomaban los anuncios del Reino que
Jesús venía haciendo? -, y por su cuenta se ha presentado a las autoridades del
pueblo para ofrecerse para que pudieran conseguir lo que tanto anhelaban,
quitarse de en medio a Jesús. ‘¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo
entrego?’ Ya sabemos cómo se desarrollaron los acontecimientos. Pero
aquello hemos de reconocer que fue también preparativo para la pascua.
Sentados ya a
la mesa para la Pascua Jesús desvela lo que está sucediendo, aunque, aún con el
asombro, los discípulos no terminan de entender. ‘En verdad os digo que
uno de vosotros me va a entregar’. Todos se preguntan, ‘¿soy yo acaso, Señor?’ Momentos
duros y difíciles. Uno de los que está sentado a la mesa, mojando en el mismo
plato que Jesús lo va a entregar. ‘El que ha metido conmigo la mano en la fuente,
ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero,
¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese
hombre no haber nacido!’ Y ya sabemos cómo se siguieron desarrollando los
acontecimientos.
Volvamos a
la pregunta que nos hacíamos donde realmente nosotros también nos vemos
implicados en la preparación de esta Pascua. En esas andamos y ya sabemos de
las carreras y de los trabajos extraordinarios que estos días se realizan en
nuestras Iglesias y parroquias. Cuántas cosas hay que preparar. Pero ¿cuáles
son las realmente importantes? Porque también tendríamos que preguntarnos no
tanto dónde sino cómo quiere Jesús que nos preparemos para esta Pascua.
Todos
nosotros de alguna manera hemos venido repitiendo en nuestra vida esto mismo
que hoy se nos narra en el evangelio. Nos quedamos quizás muchas veces en esos
preparativos materiales – recuerdo cómo nuestras madres nos preparaban ropas
nuevas para la semana santa – pero también todos hemos puesto nuestra mano en
todo lo que ha llevado a la muerte de Jesús. ¿Como Judas que lo traicionó y lo
vendió por unas monedas?, ¿como Pedro que negó conocer a Jesús cuando se vio
comprometido con las afirmaciones y preguntas de los que estaban allí en el
patio alrededor del fuego?
Aquí
tenemos que mirar nuestra vida, con nuestros entusiasmos y con nuestras
flaquezas, con nuestros momentos de fervor y nuestros decaimientos y
desilusiones, con nuestras promesas de buenas palabras pero con la inconstancia
del que pronto se cansa y quiere buscar otras soluciones… en muchas cosas
tendríamos que pensar porque es por nosotros por quienes Jesús se va a
entregar, va a derramar su sangre, va a llegar a lo alto de la cruz. Sí,
tendremos que mirar a lo alto de la cruz, porque allí lo hemos puesto, allí lo
hemos llevado, pero sabiendo que ha sido levantado en lo alto para que
alcancemos la salvación.
Miramos lo
que ha sido nuestro pasado que nos ha conducido hasta aquí, como ha conducido a
Jesús hasta la cruz, pero miramos lo que ahora hacemos, lo que ahora tenemos
que hacer, cómo vamos a celebrar la cena pascual, cómo vamos a vivir la Pascua.
Estamos en los momentos de los preparativos últimos y es necesario que
terminemos de decidirnos a dar el paso que necesitamos. Para que haya Pascua y
pueda haber vida nueva en nosotros. ¿Qué estamos dispuestos a hacer?
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