Hoy
se nos pide estar, hacer memoria de Jesús, disfrutar de ese encuentro con El,
gozarnos en el Señor, tenemos nuestro lugar en la cena pascual, ocupemos
nuestro sitio
Éxodo 12, 1-8. 11-14; Sal 115; 1Corintios
11, 23-26; Juan 13, 1-15
Las comidas
familiares, las comidas de amigos, las comidas en las que conmemoramos o
celebramos algo, como el recuerdo de un acontecimiento, un cumpleaños, etc. son
algo que está presente en nuestra vida y en nuestras conveniencias sociales. ¿A
qué vamos a esas comidas? Podríamos decirlo en una palabra, a estar; no importa
tanto lo que comamos sino el disfrutar de estar, porque estamos con la familia,
con nuestros padres, con nuestros amigos, con aquellas personas que apreciamos
y nuestra presencia allí lo quiere decir todo, y no es necesaria otra cosa sino
simplemente hacernos presente, estar.
Y claro,
surgirán recuerdos, comentaremos una y otra vez el hecho que nos ha reunido,
traeremos a colación anécdotas que nos vienen al recuerdo, y es como si estuviéramos
reviviendo aquellos momentos pasados, los estamos, vamos a decirlo así,
regurgitando y volviendo a saborearlos, rumiándolos decimos tomando la imagen
de lo que hacen dichos animales con el alimento. Aquello que vivimos fue el
alimento de nuestra vida, lo que nos hizo ser lo que somos, y ahora lo estamos
volviendo a vivir. Qué renovamos salimos de esos encuentros cuando los hemos
vivido en autentica paz y amor.
¿Qué nos está
diciendo hoy Jesús cuando culminan todos los actos y hechos acontecidos en
aquella cena pascual? ‘Haced esto en conmemoración mía, en memoria mía’.
Es lo que venimos a hacer en este día. Vamos a estar en el Señor, vamos a estar
con el Señor, vamos a celebrar la cena pascual, vamos a vivir con toda
intensidad todo eso que ha sido nuestra vida, todo el misterio de Cristo.
Podríamos
decir que para esto nos hemos venido preparando durante toda la cuaresma, para
vivir y celebrar el triduo pascual, para vivir y celebrar todo el misterio
pascual de Cristo. Era importante el camino que hemos venido haciendo, la
Palabra de Dios que hemos ido escuchando y meditando, porque abría nuestro
corazón, porque nos preparaba cuando dejándonos conducir por la Palabra de Dios
íbamos queriendo dar respuesta. Ahora, hoy, no se nos pide que tengamos que
hacer nada, porque suponemos que todo esta bien preparado, ahora se nos pide
estar, hacer memoria de Jesús, del misterio pascual de Cristo. Es lo que vamos
a vivir, contemplar, celebrar en estos días del triduo pascual.
Y vamos a
disfrutar de este encuentro, vamos a gozarnos en el Señor. Claro que
recordaremos aquellos momentos y lo hacemos con intensidad, y tienen que
aflorar todas las vivencias que llevamos en el alma; vamos a emocionarnos
cuando contemplamos tantos gestos de amor de Dios en nuestra vida. No es
simplemente como si hubiéramos estado allí, sino que allí y ahora nos vamos a
sentir presentes, vamos a ocupar nuestro lugar en esa cena, vamos a revivir en
lo más hondo de nosotros mismos ese lavatorio de Jesús; éramos uno y somos uno
de los que estaban y ahora estamos sentados a su mesa. Y Jesús viene y se
acerca a nosotros para lavarnos los pies. Quizá podamos sentir algún rubor o
vergüenza como Pedro que no quería que el Maestro le lavara los pies, pero
vamos a sentir que Jesús ahora lo está haciendo con nosotros, aunque no nos
sintamos dignos.
Eso tiene que
ser nuestra celebración de hoy como tienen que ser todas las celebraciones. No
son solo recuerdos, sino algo que vivimos; no es algo que contemplamos como un
espectáculo o como una película que pasa delante de nuestros ojos, sino algo en
lo que nosotros estamos. Tenemos nuestro lugar, ocupemos nuestro sitio, vivamos
así lo que celebramos. Surgirán las emociones y brotarán los compromisos, pero
será algo que nunca más vamos a olvidar, así tiene que quedar grabada en el
alma.
Aquí sí es
importante, sin embargo, lo que comemos, porque estamos comiendo a Cristo. No
es decir, esto nos recuerda lo que Cristo hizo y les dio en la última cena,
sino es seguir sintiendo que es Cristo mismo quien nos dice ‘esto es mi
cuerpo que se entrega por vosotros… es mi sangre derramada por muchos… tomad y
comed, tomad y bebed…’ y se nos da para que le comamos, para que tengamos
vida, es su cuerpo, es su sangre, es Cristo mismo quien se nos da. Por eso
afirmamos con tanto vigor y firmeza la presencia real y verdadera de Cristo en
la Eucaristía. No lo olvidemos, repito, somos los que estamos ahora y aquí
alrededor de Jesús en la cena pascual.
Como lo
seguiremos viviendo mañana, como seguiremos estando en su pasión y en su muerte
en la cruz, y como lo viviremos el primer día de la semana cuando Cristo
resucitado también nos salga al encuentro. Es importante. Es necesario que
sepamos estar.
Y luego
tendrá que venir que esto no lo podemos olvidar y tenemos que seguir haciéndolo;
y luego vendrá que aprenderemos en la vida a quitarnos el manto para ceñirnos y
ponernos manos a la obra a amar con toda intensidad lavando los pies, abriendo
las puertas del corazón, repartiendo amor, sintiendo en todo momento que no
podemos hacer otra cosa que amar. Se lo hemos escuchado directamente con
nuestros oídos de labios de Jesús, pero es que además es algo que hemos
palpado, algo que hemos sentido, algo que hemos vivido cuando Jesús nos ha
lavado los pies, cuando nos ha regalado su amor.
Necesariamente
tenemos que decir, qué renovamos tenemos que salir hoy, en esta pascua, de
haber estado con el Señor. Vivámoslo así.
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