En la
cercanía de la navidad nosotros hemos de ser resplandores
y destellos de luz que por nuestras obras anunciemos a quien va a venir para
llenar el mundo de luz
Isaías 56,1-3a.6-8; Sal 66; Juan
5,33-36
Los destellos de luz nos anuncian la
llegada de algo o de alguien, los resplandores son antesala de la luz que
llega; pienso en el resplandor del horizonte en el amanecer que nos anuncian la
pronta salida del sol por el horizonte para iluminar un nuevo día; por aquello
de los destellos me recordaba cuando circulábamos por caminos más tortuosos y
llenos de curvas nuestro vehículo antes de llegar a la curva hacía unos
destellos de luz para que quien viniera detrás de la curva sin visibilidad
estuviera atento a la llegada de nuestro vehículo, o por sus destellos nosotros
conociéramos su venida.
¿Será algo así lo que vamos viviendo en
este adviento? Hemos ido escuchando a los profetas que con sus profecías nos
estaban haciendo destellos para que nos preparáramos para la llegada del que
había de venir; hemos escuchado con insistencia la voz que clama en el
desierto, la voz del bautista preparando ya en la inmediatez los caminos del
Señor.
Y es que hoy hemos escuchado en el evangelio a Jesús hablar de Juan el bautista, a quien, como les recuerda, habían enviado una embajada para saber cuál era su misión y si acaso era el Mesías; recuerda Jesús el testimonio que dio con su anuncio Juan el Bautista de Jesús. Ahora Jesús nos dice que Juan brilló por un instante con su luz que era luz anunciadora de una nueva luz permanente. ‘Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz’.
Todo nos
conduce a la luz verdadera que viene a nuestro mundo, aunque muchas veces las
tinieblas quisieran apagar esa luz. ‘La luz brilla en medio de la tiniebla’,
nos dice Juan al inicio de su evangelio, ‘pero la tiniebla no la recibió.
Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron’.
Nosotros ahora, queriendo vivir este
adviento, queremos recibirle, queremos dejarnos iluminar por su luz. Busquemos
la verdadera luz. Estos días nuestras calles se llenan de luces, nuestras casas
se quieren adornar igualmente con muchas luces. Es navidad. Y la alegría de
estas fiestas el mundo quiere manifestarla con esos derroches de luz. No está mal,
pues en fin de cuentas es tomar una imagen muy nuestra, muy de nuestra navidad
cristiana, aunque el mundo hoy la utilice o con otros intereses – por medio
anda mucho lo comercial – o sin darle todo el sentido que tendría que tener.
No la rechacemos sin más; aprovechemos
esos rayos de luz para anunciar la luz verdadera. Es el tinte que todo
cristiano debe poner en todo momento. Recordar, y tenemos que hacerlo
principalmente con el testimonio de nuestra vida, de nuestras obras, quien es
la luz verdadera que tenemos que buscar para que no nos quedemos en lo fatuo y lo
efímero. Tenemos que hacer que de verdad todas esas luces conduzcan hasta
Jesús, la luz verdadera.
Es nuestra tarea para que le demos un
verdadero sentido a nuestra navidad, para que la navidad sea en verdad
evangelio para el mundo. De nuevo tenemos que anunciar la verdadera navidad, de
nuevo tenemos que seguir anunciando a Jesús y el evangelio de Jesús. Tenemos
que hacer más presente a Jesús en nuestro mundo, volver a bautizar la navidad.
Hoy nos ha dicho Jesús: ‘las obras que el Padre me ha concedido
llevar a cabo, esas obras que yo hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha
enviado’. Es lo que ahora
nos toca hacer a nosotros, es el evangelio que tenemos que anunciar. Unos
resplandores, unos destellos que tienen que haber en nuestra vida que anuncien
a quien va a venir.
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